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Los niños del Llullaillaco

El 1 de diciembre de 1952 Bión González y Juan Harseim escalaron el volcán Llullaillaco, situado entre Argentina y Chile, descubriendo el Santuario de Altura. El arqueólogo estadounidense Johan Reinhard dirigió tres expediciones entre los años 1983-85 investigando sitios arqueológicos en la cumbre y por las laderas de la montaña. Durante una expedición dirigida por él y por la arqueóloga argentina Constanza Ceruti desenterraron a los tres Niños del Llullaillaco, en 1999. Fueron sacrificados u ofrendados a 6.730 metros de altura, en la cumbre del legendario volcán, sus tumbas, son las más altas que el hombre jamás haya construido en el planeta. Estos niños que en su calidad de huacas o posibles mensajeros de los dioses, son los seres humanos que estuvieron más próximos a la refulgente divinidad de los Incas, el Sol. Los "niños del Llullaillaco" causaron el asombro de todo el mundo, atónitas miradas contemplaron a través de las fotografías difundidas en el mes de abril de 1999 por la prensa, el rostro de ese niño sumergido en un sueño de cinco siglos. Todavía a muchas personas les cuesta creer y se preguntan si las "momias" son de verdad. En el esperado número de noviembre de la Revista National Geographic una de las estatuillas del ajuar funerario se ganó la tapa. Finalmente se pudo ver con cierto detalle los cuerpos congelados y parte de los enseres que estuvieron soterrados durante siglos en la gélida morada, cerca del sol. Los tres cadáveres corresponden a una joven de cerca de 15 años, a un chico de entre 7 y 12 años, y a una niña de cerca de 6 años, que luego de morir fue alcanzada por un rayo. Se sabe por su ADN que no eran hermanos, pero se cree que la mayor fue sacrificada junto a los otros dos como cuidadora. Se la conoce como La Doncella.

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Una investigadora norteamericana, Angelique Corthals, estudiándolos observó un detalle en el que nadie había reparado. La túnica que envolvía a uno de los niños momificados presentaba unas manchas que luego de analizarlas resultaron ser de saliva y sangre. Corthals, antropóloga forense de la Universidad de Stony Brook, dedujo que el pequeño murió de un derrame interno, por el golpe que le asestó un sacerdote inca, hace 500 años. No de hipotermia, como se suponía. La hipótesis de la experta norteamericana abrió un nuevo debate acerca de la forma en que se realizaban los sacrificios humanos durante la época de los incas. Todo comenzó en marzo de 1999 cuando la expedición a cargo del antropólogo norteamericano Johan Reinhard y de la arqueóloga argentina, Costanza Ceruti, ascendió hasta la cima del volcán Llullaillaco, uno de los más altos del mundo, para investigar las ruinas de lo que parecía ser un santuario incaico. Lo era. En lo alto de esa montaña situada al noroeste de Argentina, a más de 6.700 metros sobre el nivel del mar, los científicos descubrieron tres cuerpos momificados de forma natural, por obra de las bajas temperaturas y la sequedad de la atmósfera. El hallazgo llenó de asombro a la comunidad científica. Trabajando en condiciones extremas, a 20 grados bajo cero y con vientos de 80 kilómetros por hora, los miembros de la expedición, patrocinada por National Geographic, lograron desenterrar los cuerpos y trasladarlos al laboratorio del Museo de Arqueología del Alta Montaña (MAAM) en la ciudad de Salta. Son las momias mejor preservadas del período precolombino. Esta ciudad es uno de los lugares donde más momias, congeladas, se han hallado. En tiempos de catástrofe los incas elegían las cumbres más elevadas de los Andes para apaciguar la ira de los dioses por medio de la chapacocha o sacrificio de niños-emisarios.

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Las últimas investigaciones revelan que los tres niños recorrieron a pie los 1.600 kilómetros que separan al Cuzco, capital del Imperio Inca, del volcán donde hallaron la muerte. Pero, ¿de qué forma fueron inmolados? Mario Bernanski, el científico que diseñó las cápsulas donde se conservan las momias en un medio que reproduce las condiciones de Llullaillaco, rechaza la hipótesis de Angelique Corthals. "En las tomografías craneanas no aparecen huellas de instrumentos contundentes o cortantes. Lo que sí hallamos fueron altos niveles de coca y de chicha (una bebida alcohólica) en los tejidos y en los cabellos de los tres individuos", dice Bernaski. En base a esos residuos, los investigadores del MAAM presumen que los sacerdotes suministraron a los niños una especie de narcótico. Ellos se durmieron y la hipotermia hizo lo demás. En cuanto a la mancha de sangre hallada en las ropas de El Niño, Miguel Xemena, director del MAAM, la atribuye un edema pulmonar. "Considerando que se trata de chico no mayor de siete años, es probable que sus pulmones no resistieran la falta de oxígeno y la baja presión durante el ascenso. Seguramente ya agonizaba cuando alcanzaron el altar de los sacrificios", concluye Xemena.

¿Por qué fueron sacrificados los niños?

"...decía la muchacha acaben ya conmigo que para fiestas (sic) bastan las que en el Cuzco me hicieron; lleváronla a un alto cerro, remate de las tierras del Inga, y hecho el depósito la bajaron a él y emparedaron viva". (Hernández Príncipe, 1601). La precedente cita de Hernández Príncipe, un sacerdote extirpador de idolatrías de la época de la colonia, es bastante ilustrativa y está referida a la historia de Tanta Carhua, una joven aclla (elegida, virgen del Sol, mujeres especialmente preparadas para casarse con el Inca o cumplir otros roles sociales jerárquicos del sistema político imperial, incluido el de ser ofrendadas en honor al Sol-Inca) que fue sacrificada (enterrada viva) en lo alto de una montaña con motivo de la fiesta de la Capacocha o fiesta de los sacrificados, la cual se celebraba en el Cuzco durante la conmemoración estatal incaica en honor al sol, o sea el Inti Raymi. No sabemos si los niños del Llullaillaco fueron sacrificados en este contexto, pero los relatos nos acercan bastante a una posible analogía o interpretación. Se sabe a través de la Historia Comparada de las Religiones, que las personas sacrificadas eran seres "elegidos" como ofrendas para el mundo de los dioses, o bien como mensajeros para el "Más Allá", de allí que estén munidos de alimentos calzados y prendas para el "viaje celestial" (Schobinger, 1998). Veamos entonces cómo era la ceremonia de la capacocha o capac-hucha. Las acclla-capacochas viajaban centenares de kilómetros con destino al Cuzco y representaban a cada una de los cuatro suyus o "provincias" que conformaban el Tahuantinsuyu. Transitaban por los sólidos caminos construidos por el vasto imperio, acompañadas de las huacas (ídolos o dioses adorados) más importantes de su tierra natal, integraban además la cohorte los curacas y representantes más notables (políticos y religiosos) de las provincias conquistadas. Una vez en el Cuzco, las acllas adoraban al Sol, al Rayo y las momias de la dinastía real que eran los principales dioses. Algunas acllas eran sacrificadas allí en honor al Sol, el resto, una vez concluidos los rituales políticos-religiosos, emprendían la retirada rumbo a su lugar de origen, donde finalmente, y en el marco de una gran celebración regional, sus vidas eran cedidas al astro rey. Tanta Carhua, vestida como una reina ascendió junto a su séquito hasta lo alto de la montaña, allí la esperaba su última morada. Fue adormecida con una bebida especial para la ocasión -tal vez con alcohol de chicha con otra sustancia- y depositada en su gélido mausoleo de roca junto a un suntuoso ajuar.


Una vez sellado el sepulcro y realizados todos los rituales a la usanza cuzqueña, los participantes de esta trascendental ceremonia descendían hasta sus respectivos lugares de origen. Caque Poma, el padre de Tanta Carhua, por haber concedido su única y pequeña hija al Sol fue agraciado por el Inga, y por ello ascendido a una mayor jerarquía, papel que era extensivo para su gente y descendientes futuros. Por su parte, Tanta Carhua, en su elevado y gélido santuario se deificó, transformándose en una huaca digna de veneración y sublime respeto, que protegía y custodiaba a toda la provincia y su vulgo. Desde ese momento la montaña ya no fue la misma de antes, se sacralizó, quedó impregnada de un gran significado religioso, social y político, sus fuerzas se magnificaron y los beneficios redundaron en toda la población que la tenía como huaca.

¿Por qué en la cumbre de una montaña?

Las montañas fueron y son veneradas por muchas culturas en el mundo entero. Breve y vulgarmente podemos decir que se está más cerca del cielo, donde por lo general es la morada de los dioses. Pero profundicemos un poco sobre este tema, nuevamente teniendo en cuenta la Historia Comparada de las Religiones. Los hombres, independientemente del lugar geográfico, organizan su espacio, lo consagran, lo cargan de significado. Elementos naturales, acorde a las necesidades del momento, cobran mayor o menor relevancia, se crea una distinción entre lugares comunes, "profanos", diarios; y lugares "sagrados", únicos, mágicos, de uso ocasional-especial. Entonces apreciamos que un objeto sufre una transformación sin dejar de ser él mismo ya que continúa interactuando en la naturaleza (Elíade, 1994). Una montaña, como el ejemplo de Tanta Carhua o el mismo Llullaillaco, se sacraliza y sigue siendo una montaña, nada aparentemente la diferencia de las demás. Pero, para quienes la sacralizaron, su realidad de montaña se transmuta en realidad sobrenatural, dejando de ser lo que era y cobrando un simbolismo particular. Ya no está en el caos del universo, está marcando un punto fijo, un lugar en el espacio. Esta creación social del espacio es una constante en las diferentes culturas, quienes crean y recrean el "Centro del Mundo", traspolando y reproduciendo este modelo o imagen de mundo ideal en diferentes escalas y lugares. En esta organización o recreación del centro del mundo existen elementos que vinculan lo celestial con lo terrenal, "lo sagrado con lo profano" (Elíade, op. cit.). Uno de estos elementos es justamente la montaña, tratándose de un fenómeno mas generalizado de lo que se suele pensar, ya que casi todas las regiones montañosas del mundo, poseen picos sagrados que son venerados a través del tiempo. La idea generalizada parece ser que, señalan el punto mas alto del mundo (el mundo de cada cultura, el centro del mundo); en ese punto elevado se está mas cerca de los elementos adorados (sol, luna, rayos, arco iris, nubes, etc..); desde allí se tiene otra visión y perspectiva, impensada para la gente del llano. Ascender, significa trasladarse a otro nivel, estar en otro plano (no solo geográfico, sino también simbólico), penetrar en una especie de "región pura" o "sagrada" que trasciende al mundo profano. Estos lugares se transforman en "santuarios" o "puertas de los cielos", lugares de tránsito entre el cielo y la tierra, donde el espacio y el tiempo se sacralizan. En su calidad de posibles mensajeros de los dioses, estos niños sacrificados en una de las cumbres más elevadas de los Andes, se encuentran en el punto ideal de partida para el encuentro con los dioses. El culto a las montañas fue denominado "El fundamento principal de la cultura andina", al proporcionar una unidad cultural subyacente a los pueblos andinos (Bastien 1978). Su antigüedad es obvia, ya que los rasgos básicos del culto a las montañas se han encontrado a través de todos los Andes, fue señalado en las fuentes históricas más tempranas y en las leyendas, está basado en sólidas observaciones ecológicas y se ha mantenido hasta el día de hoy con muy pocos cambios a pesar del proselitismo Cristiano. Los descubrimientos relacionados con el culto a las montañas han probado ser aplicables también a antiguos centros ceremoniales ubicados en el llano" (Reinhard 1983).

Llullaillaco: El volcán sagrado de los incas

Los espacios andinos, explorados y recorridos tantas veces, parecen ser una inagotable fuente de belleza, fulgurando ante nuestras ciegas y desidiosas miradas que ignoran las maravillas ocultas que subyacen en cada rincón. En el noroeste argentino y gran parte de la cordillera andina, los elementos del paisaje se ven enriquecidos y significados con las interpretaciones culturales atribuidas por los habitantes precolombinos, muchas de los cuales todavía perduran. De esta manera una montaña deja de ser tal para transformarse en un santuario, en un espacio sagrado y consagrado al culto, en apariencia no ha cambiado, pero su significado sí. Montañas sagradas como el volcán Llullaillaco trascendieron la materialidad geológica y se impregnaron de ese entramado de significaciones no visibles.

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Con una altitud de 6.739 m sobre el nivel del mar, es la sexta montaña más alta de América. Es considerado el cuarto volcán más elevado del planeta. Es la montaña de mayor altura en la Provincia de Salta y en la Región de Antofagasta. Es también la tercera cumbre más elevada de Chile. Administrativamente el volcán forma parte del Departamento Los Andes, en Argentina, y de la Región de Antofagasta, en Chile. Es un volcán activo, cuya última erupción ocurrió en 1877, según una referencia imprecisa. Su cumbre y sus laderas presentan planchones de hielo y nieve, pequeños glaciares y grandes acarreos de ceniza y rocas volcánicas. Desde él descienden radialmente, entre quebradas, pequeños arroyos. En el lado chileno el volcán y la zona aledaña se encuentran protegidos por el Parque Nacional Llullaillaco.

Origen del nombre Llullaillaco

Esta montaña, por su inhóspita ubicación, altaneros contornos e innumerables historias, se embebe de un halo de misterio y magia, siendo un objetivo siempre presente para montañistas, estudiosos y amantes de la naturaleza. Para emprender y comprender este recorrido cultural por unos de los volcanes más altos del planeta, es necesario profundizar sobre su toponimia, es decir, ahondar sobre el significado de la palabra Llullaillaco. Las interpretaciones sobre el topónimo varían sensiblemente de acuerdo a los autores, en esta oportunidad solo mencionaremos dos de ellas. Según el diccionario quechua de González Holguin (1608), "Llulla" significa mentira, cosa engañosa, y aparente y vana o falsa. Yaku o llaco quiere decir agua, la traducción aproximada sería entonces "aguada del engaño" u otros sinónimos. Es sabido que las montañas son grandes reservorios de agua; es allí donde se producen las precipitaciones en forma de nieve, y desde donde brotan las vertientes con el vital elemento. Prácticamente no existen montañas que no posean surgentes de agua durante todo el año, menos aún si se trata de grandes macizos, como es el caso del majestuoso Llullaillaco. Cuanto más alta es una montaña más importante suele ser su vertiente. Ocurre que este volcán puneño, por sus características geológicas, carece de la vertiente que de él se espera. Las investigaciones en el volcán revelaron la existencia de una "línea o cota de agua" ubicada sobre las laderas ENE, Este y ESE, entre los 5.500 m y 5.800 metros, donde existen ocho pequeñas lagunas de escasa profundidad que ofrecen el cristalino y vital líquido. Desde el punto de vista material y ante la evidencia geográfica esta interpretación del origen del nombre tiene bastante solidez, ya que sin duda se trata de una montaña que engaña o miente respecto al agua, no entregándola en forma de vertiente como todas, sino de pequeñas lagunas de altura. Otra posibilidad sobre el origen del nombre (más difícil de comprobar) la podemos tomar de la obra de Felipe Guamán Poma de Ayala, titulada "Nueva Crónica y Buen Gobierno", escrita a fines del siglo XV y descubierta en 1908. En la sección destinada a "Ritos y Ceremonias", Guamán Poma, habla de los "Hechizeros de Zueños", los cuales eran llamados LLULLALAICA UMU. Estos hechiceros de los sueños, brujos o hechiceros del fuego, realizaban sus actividades en los adoratorios o lugares sagrados, tales como apachetas, montañas, vertientes u otros lugares del espacio geográfico consagrados socialmente para tal fin. La investigadora María Cristina Bianchetti, en su libro "Cosmovisión sobrenatural de la locura" comenta al respecto que "El Llullallaica Umu basaba su inspiración en el fuego; y como sacerdote presidía las ceremonias dedicadas al sol, la luna y el lucero…Trabajaba en las cuatro áreas del imperio y realizaba sus ofrendas a través del fuego, posibles luminarias encendidas en las montañas o en las pampas de la Janca,..." . Si el Llullallaica Umu presidía las ceremonias dedicadas al sol, realizaba sus ofrendas en las montañas y apachetas, y encendía luminarias en los cerros, se puede pensar que el topónimo Llullaillaco, bien puede referirse a esos hechiceros de los sueños, aparentemente tan importantes para los rituales precolombinos.

Camino del Inca a la cima del volcán

Los Incas, a lo largo de los Andes, construyeron y potenciaron una densa red de senderos y caminos, jalonados por sitios específicos como tampus o tambos, chaquihuasis (casas de los chasquis o mensajeros), puestos de observación, puestos administrativos de control y peaje de los centros de producción minera, agrícola, ganadera entre otros, a lo largo de miles de kilómetros desde el Sur de Colombia, hasta Mendoza, en Argentina, y Santiago de Chile. Todo este sistema estuvo vinculado geopolíticamente con el Cuzco, ciudad sagrada, lugar de residencia del Inca y las deidades, centro neurálgico de todo el sistema. La densa red de caminos incaicos, con una extensión aproximada de 40.000 Km. fue la columna vertebral que sostuvo este imperio precolombino y se trata, según el arqueólogo John Hyslop, de "la mayor evidencia arqueológica de la prehistoria americana". El Qhapaq ñan o Inka ñan (camino del Inca), era la vía de comunicación que unía los diferentes pisos ecológicos de la vasta geografía del Tahuantinsuyu y representaba simbólicamente al poder y la autoridad del Estado Inca. El camino estaba exclusivamente destinado a tareas estatales, y existía un riguroso control mediante puestos de peaje, de observación y de vigilancia distribuidos de manera equidistante y conectados visualmente entre sí. Estos caminos alcanzan su máxima expresión simbólica cuando conducen hacia los santuarios de altura como el Llullaillaco. Hoy nos parece increíble que se hayan construido caminos que asciendan hasta 6.739 metros, pero el peso de la realidad nuevamente nos hace admirar a esta cultura de hombres que hicieron de la montaña un objeto de culto, tan magnánimo como para que se justifique tremenda labor constructiva y la entrega de sus seres queridos como ofrenda a los dioses. Investigaciones efectuadas en el terreno indican que existen por lo menos dos caminos incaicos que llegan al volcán, uno proveniente de la Salina del Llullaillaco situada al Este del mismo; el otro, del NNE posiblemente provenga de las proximidades de Socompa o con mayor seguridad de Chile, uniéndose ambos en un tambo incaico ubicado a 5.200 metros. Recientes averiguaciones indican la existencia de otro camino por el SO.

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La ruta generalmente empleada por andinistas y arqueólogos, fue la que utilizaban los Incas para dirigirse a la cúspide del santuario. La misma gana altura paulatinamente mediante un trazado en zigzag que asciende a través de la ladera Este y se dirige hasta la propia cima del volcán, jalonado por unos cinco sitios ubicados en diferentes cotas altitudinales, que seguramente sirvieron de refugio y depósito a los Incas cuando trepaban al volcán. Debido a los procesos erosivos y a los cinco siglos transcurridos, el estado de conservación del camino es malo, no obstante, todavía se pueden apreciar algunas hileras de rocas que servían de muros de contención y nivelación del piso. El ancho del mismo oscila entre 1,50 y 2 metros. Un detalle que llama la atención es la existencia de maderos o troncos de casi un metro de longitud en cada curva o ángulo del zigzag, los que aparentemente estaban erguidos para indicar el derrotero en caso de nevadas. La presencia de maderas en los costados de los caminos fue común en los desiertos andinos, pero no se había registrado hasta el presente en las altas montañas. Hace cinco siglos, por este camino, ascendieron sacerdotes incas con tres niños que fueron ofrendados cerca del cielo, próximos a su deidad principal, el sol.

¿De dónde vinieron los niños?

Todos los objetos que formaban parte del ajuar funerario pertenecen a la nobleza Inca, esto hace pensar que la procedencia de los niños haya sido la capital del Imperio incaico en el Perú. Cabe la posibilidad que se hayan trasladado desde su lugar de origen hacia el Cuzco para la celebración de la Capacocha y regresado para ser sacrificados en la cima del volcán, no obstante, aparentemente no existen prendas ni objetos de culturas locales que apoyen esta suposición. Por ejemplo, en la publicación de la National Geographic se puede apreciar un textil de brillantes colores, combinando el rojo, azul, verde y amarillo, en diferentes formas y figuras geométricas típicamente incaicas y que el autor del artículo se refiriera a tales motivos como la "clave Inca", donde hay información registrada. Este unku (especie de camisa sin mangas) que se encontraba sobre el hombro de la niña mayor parece provenir, o por lo menos tener relación con los grupos de la costa peruana, ya que un textil idéntico (unku) fue hallado en la costa central del Perú y fechado entre 1500-1534 d.c., el que seguramente perteneció a algún alto dignatario del Inca. Posiblemente ese sea el lugar de origen de uno de los niños.


Todavía no se realizaron estudios ni análisis comparativos de los textiles, estatuillas, keros (vasos de madera grabada), plumas, platos pato y otros elementos del ajuar funerario, con relación a otros ajuares de montaña o piezas que se encuentran en museos. Los estudios de ADN que se realizaron indican que entre los niños no hay relación de parentesco, representando esto un dato importante y punto de partida para el planteamiento de hipótesis de trabajo. Los datos nos indican que durante un siglo se produjeron hallazgos de cuerpos congelados en 14 montañas, 6 argentinas, 2 chilenas y 6 montañas peruanas, de las que se extrajeron un total de 25 cuerpos. De los catorce hallazgos solo seis fueron excavaciones dirigidas por profesionales. De los 25 cuerpos, 15 se extrajeron en los últimos 5 años. Desde 1896 hasta 1985, se extrajeron 9 cuerpos en toda la cordillera, entre 1995 y 1999, la cantidad de cuerpos extraídos ascendió a 15. En Perú, en el lapso de 4 años se extrajeron 11 cuerpos. Todas estas expediciones fueron financiadas por la National Geographic.

El legado de los Incas

Esta fragmentada información es suficiente para que tengamos una idea de esa otra dimensión existente en torno a las cerros de la cordillera andina. Sus montañas poseen una característica distintiva que la diferencia de otras, que debemos respetar, preservar y difundir. Es responsabilidad de todos cuidar de los santuarios de altura, para que las generaciones venideras puedan disfrutarlos y estudiarlos con mayor profundidad. Ascender e imaginar los rituales, personajes, momentos sublimes o dramáticos vividos varios siglos atrás, es todo un desafío que se suma al propio de la montaña, más aún si hablamos de macizos que superan holgadamente los 6.000 metros. "Sembrar muertos para cosechar vivos" decían los Incas, pero ¿cuál será la verdadera interpretación de estos rituales religiosos donde se sacrificaban seres humanos? Existen varias hipótesis que intentan explicarlos, pero el verdadero significado posiblemente nunca lo sepamos. Transitar por la geografía sagrada de los Incas en las montañas del norte argentino es como visitar un gran museo al aire libre, es retroceder en el tiempo y ponernos en contacto con otra cultura, con hombres y mujeres que dejaron su huella en el espacio y que hoy, en un diálogo diferido, intentamos descifrar.