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El infernal Triángulo de Alaska

Muy lejos de las cálidas aguas caribeñas, existe otro lugar tristemente celebre por el peligro que conlleva atravesarlo. Se trata del Triángulo de Alaska. Más violento que el de las Bermudas, es un territorio comprendido entre las poblaciones de Anchorage, Juneau y Barrow.


Se ha cobrado más vidas que el primero de ellos, tiene una tasa de desaparecidos dieciséis veces mayor que la media de EE UU, y los científicos no son capaces de explicar por qué.
Las tribus locales, el Servicio de Búsqueda y Rescate y las familias de los desaparecidos tienen sus propias teorías sobre estos sucesos. Un ejemplo de ello son los esquimales Inupak, que se refieren con toda naturalidad a estos extraños sucesos ocurridos en este vasto territorio. Entre sus habitantes son comunes las historias y leyendas de vecinos, familiares y amigos que se embarcaron un día en una pequeña aeronave y no volvieron jamás.

La desaparición de los hermanos Roth

Ocurrió la primera semana de mayo de 1992. Kent, Jeff y Scott Roth, los tres hermanos de Jason Roth. Acostumbrados a la vida entre plena naturaleza, entre las tundras, montañas, bosques y ríos de la infinita Alaska. Los hermanos Roth tenían una especie de ritual que cumplían todos los años, en primavera volaban desde su casa de Anchorage hasta Yakutat, en busca de mejores ríos, bosques y coincidiendo con la temporada de truchas arco iris.
En la fecha citada tenían otro motivo más para seguir la tradición, Scott Roth había perdido el ojo un año antes y tanto sus hermanos como sus amigos querían apoyarlo para que siguiera con la misma vida que llevaba antes. Así que organizaron un viaje en el que participaron los cuatro hermanos y tres amigos.
La única diferencia fue que ese año Scott prometió a su esposa que iría en un vuelo comercial, mientras que sus hermanos y amigos volarían en dos aeroplanos.
El viaje de ida no presento ninguna incidencia, pero el 2 de mayo el tiempo comenzó a empeorar, por lo que Jason Roth y uno de los amigos de la familia decidieron volver a casa en una de las avionetas, peor preparada para el mal tiempo, que con el Cessna 340 bimotor que pilotaría de regreso Jeff Roth, experimentado en todo tipo de situaciones climatológicas en Alaska.A las seis de la tarde decidieron regresar a Anchorage en la avioneta Cessna 340. Se trataba un viaje de dos horas de duración, a los veinte minutos de vuelo Jeff se puso en contacto con la torre de Yakutat para transmitir un mensaje rutinario, pero no se lo volvió a oír más.


Al anochecer, las autoridades de la Administración Federal de Aviación (FAA) notificaron el retraso del aeroplano a la familia Roth e informaron que en él viajaban cinco personas Y no las cuatro que se creía. Todos intuyeron desde el primer momento que ese quinto pasajero era Scott Roth, que habría cambiado sus planes de regreso con una línea aérea regular como había prometido. A la mañana siguiente, se activó el dispositivo de búsqueda. La Guardia Costera inspeccionó la bahía de Prince William, las Fuerzas Aéreas recorrieron la ruta del avión desaparecido y la Patrulla Aérea Civil se encargó de rastrear montañas y glaciares. Durante cinco semanas se rastrearon 155.000 kilómetros cuadrados y, cuando la búsqueda oficial concluyó, varios voluntarios continuaron patrullando por el cielo en busca de cualquier resto o pista sobre los cinco hombres desaparecidos. A pesar de haber sido una de las operaciones de rescate más largas y costosas de los últimos tiempos en Alaska, no encontraron nada. Todavía en la actualidad no hay restos del accidente.

¿Qué es un vórtice?

Un vórtice sería el movimiento de un fluido en rotación espiral, con trayectorias de corrientes cerradas. Como vórtice puede considerarse cualquier tipo de flujo circular o rotatorio que posee rotación, es decir, que gira. Hasta aquí más o menos todo bien, pero lo interesante es que en la naturaleza hay vórtices energéticos, y muchos de ellos aparecen en la región estadounidense de Alaska.


¿Tienen alguna relación con las varias desapariciones en la zona cada año? No se sabe todavía. En cada región o pueblo de Alaska, los nativos que habitan allí –como digo– tienen su propia teoría, pero casi todas las atribuyen a “seres malignos” o “demonios”.
Lejos de esto, la ciencia lo que intenta averiguar es si ocurre algo anómalo en Alaska que pueda ser el origen de estos sucesos.

Y puede haber una explicación

Un artículo periodístico de octubre de 1972 puede arrojar algo de luz sobre muchos de estos “accidentes”. Fue escrito por el piloto Don Jonz, curiosamente también accidentado en esta zona, para la revista Flying Magazine.
En su artículo, Jonz ponía en duda el papel del hielo como factor de riesgo en la aviación y llegaba a afirmar que pilotos «lo suficientemente inteligentes, hábiles y escurridizos, podían evitar casi al 99 por ciento la amenaza del hielo».
Mike O'Neill, otro piloto acostumbrado a las duras condiciones climáticas de Alaska, recorrió una ruta paralela a la del aparato de Jonz el mismo día de su accidente. O'Neill recuerda que tuvo que elevarse por encima de los 3.600 metros de altura para «evitar las descargas de hielo que pueden desestabilizar el morro de los aviones pequeños. Entra dentro de lo posible que esto fuera lo que le ocurrió a Jonz», asegura. Para la mayoría de sus compañeros, el artículo que Jonz publicó en Flying Magazine era una arrogante demostración de superioridad, mientras que otros opinan que no era más que un reflejo de su sarcástico sentido del humor. Pero ¿es posible que arriesgara tanto como para ser el culpable de lo que ocurrió a su Cessna 310?
No obstante, aunque la actitud del piloto provocase en parte el accidente, todavía queda por saber dónde están los restos de la aeronave. Y, aún más importante, por qué después de más de cuarenta años no han aparecido aún. Los nativos cliquot tienen una respuesta a esta pregunta: es obra de los kushtakas, espíritus malignos, mitad hombre mitad nutria. Los kushtakas se aparecen a los viajeros perdidos en los bosques y las aguas bajo diferentes apariencias -por ejemplo, la de un familiar muerto hace tiempo- y logran así llevar a las personas a su reino.
Menos mágica y sobrenatural que esta explicación inspirada en las ancestrales leyendas de la zona, es la teoría de que, probablemente, los numerosos glaciares de Alaska tengan más culpa en muchas de las desapariciones que se dan en el estado, que los espíritus kushtakas. Los glaciares no son exactamente bloques de hielo sólido, sino que su interior está lleno de cámaras vacías y enormes grietas, que a veces alcanzan el tamaño de un bloque de oficinas, capaces de «tragarse» un avión caído en la nieve. Más de cuarenta años después, el movimiento del glaciar Malaspina -donde se cree que cayó el Cessna puede haberlo desplazado a varios kilómetros del punto de impacto original.


O bien, los restos pueden estar sepultados bajo toneladas y toneladas de hielo y permanecer allí hasta que, dentro de varios siglos, el glaciar los expulse de sus entrañas junto a los icebergs que arroja al mar cada año.
Y hasta que eso ocurra, nadie sabrá exactamente por qué aquella mañana un Cessna 310 desapareció sin dejar rastro.
Aunque –sin duda– esta podría ser una explicación satisfactoria para muchas de las desapariciones que cada año se producen en Alaska, probablemente no lo sea para todas. ¿Puede ser que la actividad geológica extrema de Alaska esté causando anomalías magnéticas que provoquen que los aparatos y los propios seres humanos se comporten de forma incoherente? ¿O son corrientes de energía turbulentas las culpables de que aviones y personas desaparezcan sin dejar rastro?