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Personajes con misterio: El inventor que quiso contactar con el más allá

Nos situamos en Estados Unidos, en 1920. Uno de los más geniales inventores con los que ha contado la humanidad buscó con ahínco el desarrollo de una máquina que fuera capaz de captar las voces de los muertos.
“Si la personalidad sigue existiendo después de lo que llamamos muerte, resulta razonable deducir que quienes abandonan la Tierra desearían comunicarse con las personas que han dejado aquí.”
No se sorprendan, el personaje que habló así, y eso que de aquello hace ya casi un siglo, no es ningún desconocido. No lo es porque mérito tiene que esta sentencia fuera parte de un trabajo que publicó en 1920 en la prestigiosa revista científica «Scientific Americam». Hoy nadie diría tal cosa en las páginas de una publicación como esa, que ya forma parte del selecto grupo de las que determinan los dogmas de la ciencia oficial.
Quien dijo aquello nos dejó para la historia y disfrute del hombre actual más de mil inventos a lo largo de su vida (un invento cada 15 días). De su legado más oculto, poco sabemos, salvo, como bien a las claras queda, que estaba convencido de que se podía entablar contacto con los muertos. No podía ser otro más que Thomas Alva Edison.
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Nació un 11 de febrero de 1847 (18 de octubre de 1931). Por muy tópico que resulte, pocos a su alrededor supieron que era un genio entre los genios. Uno de ellos, un maestro de su escuela, lo expulsó del colegio -¡creía que era retrasado!- cuando tenía doce años. "Es mejor que empiece ya a trabajar", le dijo a su madre el maestro, que pensaba que el joven ya no daba para más con los libros.


Por aquellas mismas fechas, conviene no olvidar que comenzaba a extenderse el espiritismo a ambos lados del Atlántico. Muchas personas, por curiosidad unas y por verdadera fe otras, practicaban diversos métodos de comunicación con los muertos. No pocos eran los que supuestamente obtenían resultados sorprendentes y ofrecían pequeñas muestras de ser verdaderos “enlaces” con el más allá.
Edison, siempre avizor de cualquier novedad, no permaneció al margen de lo que se gestaba en ese misterioso mundo y practicó alguno de los métodos de contacto que se conocían entonces. Eran los tiempos de la ouija, las mesas parlantes, los médiums...
Pero su trayectoria vital caminaba sobre otros raíles, que no eran otros sino los tecnológicos. Gracias a su trabajo como operador de telégrafos accedió al instrumental necesario para comenzar a ensayar. Ya entonces puso en práctica su máxima: “Experimentar nunca es un fracaso, pues siempre se demuestra algo.”
Inventó el fonógrafo y la bombilla con apenas treinta años; desarrolló la primera central eléctrica y consiguió fama mundial.
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Pero en su interior anidaba una vieja necesidad. Dicen que el fonógrafo fue, en realidad, un intento por satisfacerla. Como él mismo afirmó en 1920, estaba convencido de que era posible construir un aparato para registrar la presencia de los espíritus de los fallecidos de forma creíble. Más creíble, por lo menos para satisfacer sus exigencias, de lo que mostraban los médiums y los métodos espiritistas de la época.
Como ya dije, Edison aseguró: “Si nuestra personalidad sobrevive, es estrictamente lógico y científico suponer que retiene la memoria, el intelecto y otras facultades y conocimientos que adquirimos en este mundo.” Y partiendo de esta premisa, teorizó que si ese razonamiento resultaba correcto, sería posible construir un aparato sensible capaz de registrar esas presencias. El fonógrafo fue el primer intento en ese sentido, aunque con su desarrollo no llegó tan lejos como esperaba, o quizá en la dirección que él ansiaba, por mucho que el invento haya revolucionado la vida del siglo xx. Quizá sea bueno que la próxima vez que usted utilice un magnetofón, piense que este aparato comenzó a desarrollarse porque un "loco" llamado Edison quiso hablar con los muertos.
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No decayó en su búsqueda, y pese a las críticas de sus colegas, siguió en esa dirección durante los últimos años de su vida, algo que otros inventores como Tesla o Marconi también hicieron. Pero los de Edison fueron los experimentos más atrevidos en ese sentido. Pretendía amplificar varias veces las señales acústicas más débiles que se captaran, lo que de lograrse, le serviría para acceder al reino de los muertos, pues éstos, pensaba él, si emitían algún tipo de sonido debería plasmarse en un nivel auditivo mucho más bajo que el nuestro.
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Quiso desarrollar sus fundamentos teóricos con el diseño de una máquina que tendría un micrófono instalado en el interior de una caja de madera, junto a la cual colocaría un cono de aluminio de gran tamaño. Este cono, a modo de gran oído, estaría lleno de permanganato de potasio atravesado por un electrodo. De este modo, multiplicaría su sensibilidad. Finalmente, el micrófono estaría unido al cono de aluminio para que cumpliera las funciones de un amplificador del sonido. Además, otro de los contactos que partían del cono estaría unido a una antena que cumpliría la función de recepción.
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Edison falleció sin poder cumplir su sueño. Sin embargo, es indiscutible que puso la base teórica para que influyera de forma decisiva en el desarrollo de los preceptos teóricos y prácticos de los primeros investigadores que captaron psicofonías, voces que sólo registra el magnetofón, cuya procedencia aún no es desconocida, o de origen, para los creyentes, más allá de lo terrenal.