No es éste un artículo religioso ni antirreligioso. En su nivel más simple, es una investigación de un área notable e inusual de la experiencia humana; y también un informe de lo que muchos testigos han dicho que les ha sucedido en los últimos mil años. Pues ese es el tiempo que llevan los seres humanos, de Europa y América, viendo y oyendo apariciones de figuras que han identificado ellos mismos como la de la Virgen María, o que han sido interpretadas de ese modo.
Sin embargo, la realidad no es tan simple. Cuando alguien dice haber visto hadas, hombres del espacio, pequeños demonios con cuernos y colas, o abominables hombres de las nieves, o cualquier otra cosa, no sólo se trata de hacer entrevistas y tratar de encontrar una explicación razonable a lo que esa persona ha visto. Aunque el testigo pueda pensar que tiene una misión que cumplir, particularmente en los casos de ovnis, raras veces le importa eso a alguien. Se trataría de estudiar detallada y razonablemente cada una de las experiencias aisladamente, pues no es muy frecuente que dos de esos acontecimientos parezcan estar directamente vinculados, y tratar de hallar las evidencias que nos proporcionen la validez y autenticidad de ese fenómeno.
Por tanto, esa es la esencia de este artículo: indagar, presentar y valorar la evidencia concerniente a las visiones que se han producido durante mucho tiempo en varios lugares diferentes.
Hay varios factores que podemos considerar como evidencias en cualquier caso especifico, y hay otros factores que son evidenciales en apoyo de la continuidad entre un caso y otro. En el primer caso, la evidencia más fuerte, la prueba ideal, vendría dada por un grupo de niños informando sobre un encuentro detallado en el que la figura de una joven mujer les habló extensamente, y con claridad, quizás haciendo alguna profecía o de alguna próxima catástrofe.
Desgraciadamente, las visiones se producen casi invariablemente en los países católico-romanos, o al menos en contextos que lo son. No hay, por tanto, ningún caso que sirva de evidencia en ese sentido.
En su lugar, lo que encontramos es una clara línea de desarrollo e interdependencia entre las visiones y los visionarios. Algunos de los primeros visionarios parecen ingenuos, y sus historias simples. Y algunos de los visionarios infantiles posteriores parecen saber ya lo que se debe hacer en el caso de una aparición, del mismo modo que los otros niños aprenden a comportarse en un lugar público o lo que deben hacer para cruzar la calle. Experimentan lo que ellos mismos interpretan como una aparición, y de repente empiezan a seguir un complejo esquema de conducta copiado de visionarios previos de años anteriores. Encontramos muchos casos de este tipo, por lo que en consecuencia suele ser casi imposible decidir dónde termina un acontecimiento espontáneo y dónde empieza una respuesta condicionada y aprendida.
En cuanto a la figura de la aparición, como nos estamos refiriendo a las acciones y atributos de un individuo especifico, aunque ese individuo sea la Virgen María, hay que recoger los aspectos que permitan las comparaciones directas, especialmente los que se refieren a la apariencia real de la figura. Parecen ser de particular importancia aspectos como la tez, constitución, color y estilo del cabello, vestido y ornamentación, naturaleza de la llegada y la partida y también el contenido de cualquier comunicación con el testigo.
Lógicamente, la repetición y continuidad entre las visiones tiene un significado mucho menor si se demuestra que los testigos de cada caso sabían algo sobre alguna de las visiones previas. Por tanto, hay que registrar los hechos más sobresalientes sobre los antecedentes de cada uno de los testigos, y un perfil del grado de su conocimiento y educación religiosa y general.
En este contexto, también debe quedar registrado si durante el curso de una visión o serie de visiones se produjo interacción entre los testigos y personas con conocimiento de otras visiones y de la teología católica. Resulta evidente que esa interacción es más frecuente conforme pasa el tiempo y se va llegando a los casos más modernos.
Hay que considerar en su justa medida algunos aspectos y cierto orgullo localista en los relatos de las visiones: en particular las curaciones y conversiones que suelen ser la consecuencia natural, incluso inevitable, de una visión de la Virgen. En casi todos los casos importantes posteriores a 1830, la curación, el peregrinaje y la conversión de masas han ido unidos. Con frecuencia, más que las propias visiones, lo que asegura la fama duradera de un santuario o lugar de peregrinaje son las «curaciones milagrosas». Hay que señalar que las curaciones parecen ocurrir con independencia de la autenticidad de la visión con la que parecen estar relacionadas: se producen incluso en los casos menos convincentes. Mi opinión es la posibilidad de que la curación sea, probablemente, un fenómeno separado, aunque igualmente fascinante, que posiblemente derive de la mente y el cuerpo humano.
La mayor parte de los argumentos es historia pura y está sometido a los problemas de testimonios conflictivos con que se enfrentan todos los historiadores. En algunos casos en los que existen relatos del mismo acontecimiento debidos a fuentes diversas, a menudo son incoherentes y contradictorios en aspectos muy importantes. En algunos testimonios es fácil señalar dónde están esas contradicciones, pero en la mayor parte de ellos hay que seguir el camino más difícil y sopesar detenidamente una versión con otra para tratar de obtener un relato lo más auténtico posible de lo que realmente sucedió. Para ello los informes de los testigos oculares son muy valiosos, aunque a menudo se compongan mucho tiempo después de los acontecimientos.
En todos esos relatos parece persistir un problema: una vez establecida la evidencia, ¿qué demuestra realmente? ¿que los testigos tuvieron visiones de lo que ellos creían era la Virgen María? ¿O que los testigos tuvieron visiones de la Virgen María? La respuesta a estas dos cuestiones es lo que saca a estas evidencias de las esferas de la simple historia y lo lleva hacia algo de significado mucho mayor, proporcionar datos lo suficientemente objetivos para que el lector tome una decisión independiente con respecto a lo que esas visiones pueden significar y también con respecto a su origen.
Antecedentes
Los principales testigos suelen ser niños o adultos de bajo nivel cultural. En un primer momento, es una visión borrosa e imperfecta, haciéndose luego más precisa. Esta viene precedida por la visión de extrañas nubes, estrellas o bolas de fuego.
Generalmente, los testigos experimentan una parálisis. Es común, a veces, la percepción de extraños olores agradables o desagradables, así como la sensación de un gran calor o frío. Abundan también las curaciones, estigmatizaciones y milagros. La Señora, como en muchas de las actuales observaciones de entidades asociadas a estos extraños objetos, aparece apoyada sobre una nube o globo. Suele posarse sobre medios vegetales que, inmediatamente después, quedan marchitos, como si hubiesen estado expuestos a algún tipo de radiación o algo hubiese robado su energía vital, o bien las ramas aparecen aplastadas como si hubieran soportado un enorme peso. Frecuentemente, las apariciones se producen en lugares determinados e invariables y suelen ir acompañadas de un estallido o ruido extraño, mientras que el resto de su comportamiento es silencioso y su aspecto, luminiscente. Sus mensajes son telepáticos, generalmente contradictorios entre sí y de un carácter moralizante y ultraconservador, anunciadores de grandes catástrofes y acusadores para las jerarquías eclesiásticas. Características comunes con muchos de los que pregonan “contactados con extraterrestres” y –como estos– suelen tener una parte secreta, que solo puede ser revelada a ciertas personas o al cabo de algunos años.
Pero ¡seamos coherentes! Todo esto ¿qué tiene que ver con la imagen que todos tenemos de la Virgen María, madre del Nazareno?
Si buceamos en el tiempo en busca de las Apariciones Marianas, podremos encontrar algunas respuestas.
Las primeras apariciones parecen registrarse en el siglo XI, a continuación del pavor apocalíptico que precedió al año mil, y surgen paralelamente a la expansión al culto de las Vírgenes negras y del apogeo de la civilización medieval bajo la sabia conducción de las órdenes monásticas. Todas esas estatuillas tienen una característica común, su inquietante aspecto oriental, egipcio. Cuanto las rodea, está cargado de un carácter esotérico y son instaladas, en su mayoría, en las rutas de las grandes peregrinaciones medievales y especialmente en los caminos de Santiago, sobre lugares de cultos célticos o paganos, frecuentados desde la más remota Antigüedad. El origen y significado mágico de estas imágenes hay que buscarlo en la magnífica síntesis orquestada a partir de España por los ecuménicos benedictinos, responsables directos de la construcción de los grandes edificios románicos, de inspiración céltica y oriental. Los árabes eran depositarios de la tradición iniciática egipcia, vinculada fundamentalmente con el culto a Isis, diosa de la Naturaleza, virgen que se hará engendrar de forma sobrenatural, un dios-hijo de linaje solar. Los druidas célticos asociaban la idea de una Tierra nutricia con la de una diosa-virgen que debía dar a luz a un dios-encarnado. San Bernardo, creador del Cister, será el gran celador del culto Mariano en Europa. Las órdenes cisterciense y templaria, así como todas las catedrales góticas, se consagrarán a Nuestra Señora.
Todo esto nos conduce al antiguo culto pagano de la Diosa-Madre, adorada por multitud de pueblos que la llamaron Reina del Cielo, nombre que se atribuyen numerosas apariciones.
Hay muchos cultos solares que coinciden con santuarios marianos o escenarios de apariciones. Las mitologías cuentan que la Tierra virgen fue fecundada por los rayos del Sol, dando vida a cuanto existe. Aquí es donde las danzas solares que acompañan a la mayoría de las apariciones comienzan a cobrar un significado mágico.
Los prodigios de La Codosera
Cuando uno viaja a La Codosera sobre la misma línea con la frontera portuguesa, puede percibir un paisaje formado por ondulaciones cubiertas de dehesa, olivos y monte bajo, con abundancia en las inmediaciones del río que lo baña, el Gévora, de diversas especies ribereñas que configuran parajes de extraordinaria hermosura paisajística.
Destacan sus profundas cavernas y la riqueza arqueológica de la campiña. Hay una gran profusión de monumentos megalíticos que se extienden hacia el vecino pueblo de Valencia de Alcántara, por el norte, y hasta Monsaraz, en tierras portuguesas, por el suroeste. Se han encontrado menhires con representaciones solares y otros en forma de gigantescos cigarros puros.
Fue en estos parajes, donde se desarrollaron en 1945 unos hechos que, al contrario de lo que ha venido sucediendo en la mayoría de los casos registrados a lo largo de la Historia, en que fueron pocos los videntes y menos frecuentes –aún– las apariciones, en La Codosera fueron muchos los videntes y muy numerosas las apariciones.
De ahí la extrañeza de lo poco conocidas que son estas apariciones y el motivo de añadirlas como patrón en este artículo.
En el archivo de su parroquia, se conservan testimonios de muchísimas personas de toda clase social y grados de religiosidad que coinciden en describir los mismos fenómenos. He aquí el relato de los hechos más significativos:
27 de mayo de 1945: A las tres de la tarde, una niña de diez años llamada Marcelina Barroso iba con su prima Agustina González hacia un caserío colindante con Portugal llamado “El Marco” con el propósito de cumplir un encargo para su madre.
A tres kilómetros del pueblo, en un lugar denominado Cañada de Chandávila, advirtió que junto a un castaño distante del camino unos sesenta metros, había un “bulto” grande y oscuro. Continuó su camino sin hacer apenas caso, pero a la vuelta venía pensando si aún permanecería allí el extraño “bulto”. En efecto, continuaba allí y como empujada por una fuerza interior, se acercó para ver qué era. Allí quedó estática e inmóvil, fría al aclararse la figura y distinguir con claridad, envuelta en rayos luminosos, a la Virgen, con una aureola de luceros brillantes, vistiendo un manto negro adornado de estrellitas brillantes.
Nada pudo hacer ni decir la niña hasta que la aparición se fue, comprobando junto con su prima que no había nadie en los alrededores.
..................................Representación del encuentro
30 de mayo: De nuevo a las tres de la tarde, otra joven de diecisiete años, llamada Afra Brígido Blanco, se marchó de paseo con sus amigas a la misma Cañada de Chandávila y dijeron ver entre las nubes algo que simulaba una capilla.
..................................Afra Brígido y Marcelina Barroso
31 de mayo: A la misma hora, Afra Brígido Blanco acude de nuevo al lugar, se sienta entre unos árboles junto al castaño, cuando —de pronto— al mirar al cielo azul ve salir tras las nubes un objeto luminoso, que fue precisándose más y más hasta quedar perfectamente dibujada la figura de la Virgen. La joven sufrió un desmayo por la fuerte impresión recibida.
4 de junio: Ante un millar de personas, se vuelve a manifestar en el cielo azul aquel objeto, al estar —esta vez— la niña Marcelina Barroso a pocos metros del castaño. Este descendió poco a poco hasta situarse delante del mismo, como la primera vez.
17 de junio: De nuevo Afra Brígido Blanco vuelve a verla en forma idéntica. Los rayos de luz que la aparición despide la hacen entrar en éxtasis. La muchacha se acerca a la visión y recibe de ella un mensaje secreto similar al de Fátima.
El Sol baila en La Codosera
Evidentemente hay un hecho sobre el que no hay duda ninguna, el Sol nunca bailó en La Codosera, ni en ningún otro lugar. De haber sucedido así, se habría desatado un cataclismo cósmico que desestabilizaría apocalípticamente todo el Sistema Solar. En realidad fue, al igual que otras observaciones, un fenómeno local que sólo pudo divisarse desde los alrededores, por lo que el falso Sol, para ser correctos, tuvo que haber estado a poco altura y no podría haber tenido unas dimensiones considerables. Debió ser otra cosa… Pero de ello ya hablaremos en un próximo artículo.
24 de junio (Día de San Juan): Varios testigos vieron a la Virgen y cómo el Sol giraba vertiginosamente con destellos policromos.
En una de las ocasiones de estas danzas, el Sol se aproximó tanto a las niñas que pudieron ver cómo de él salía una imagen sobrenatural, vestida de negro y dejando solo al descubierto el rostro, que no dudaron en identificar con la Virgen de Los Dolores.
La madre de Afra Brígido declararía posteriormente: “Yo he visto muchos días girar el Sol como un disco rojo, rápido, a la manera de las ruedas de fuegos artificiales…”.
22 de julio: Cuando Afra Brígido Blanco, acompañada de multitud de personas, realizó un Vía Crucis en el santuario del vecino pueblo de Villar del Rey, entró en éxtasis profundo, y sintió un agudo dolor en las palmas de las manos. A partir de ese momento, sufrió una estigmatización en sus manos y posteriormente en sus pies y costado.
Multitud de testigos
Existen muchos otros relatos de estas apariciones, como el del agricultor Manuel Pulido Blanco, que vio en el azul del cielo una hermosa “ermita blanca”.
El pastor Francisco Pérez Bonacho, de sesenta y cuatro años, que fue testigo de siete apariciones. La última tan de cerca y de una forma tan brillante que le afectó seriamente la vista.
El de una mujer llamada Dolores Lucio Matador que, según su testimonio, vio a la Virgen durante los días 30 de mayo y 3, 4 y 17 de junio, y contempló un rostro muy bello y un manto bordado de estrellas brillantes.
El número de la Guardia Civil José Lobillo Toledo, estando de servicio en la puerta de la Casa Cuartel, observó en el cielo los mismos fenómenos luminosos.
El monje Fray Jaime Parcerisa, que realizó una exhaustiva investigación de los hechos comentaría en el diario de Barcelona de la época: “No encontré en el pueblo quien negase o dudase de los hechos; un fuerte sentimiento de respeto y de temor domina a todos. Ante el castaño prodigioso, los creyentes y los curiosos montan permanentemente guardia.
”Los que no hemos visto las apariciones, sin embargo, hemos podido observar fenómenos muy raros que coinciden con ellas. A veces era un punto luminoso en el cielo situado en el preciso sitio donde fijaban la aparición; otras, una nube que se formaba a ras del castaño; cuando se coloreaba repetidamente el disco solar y cuando se formaba una danza inexplicable de remolinos. Estos fenómenos los ven todos y quedan impresionados en las placas fotográficas…”
..............Santuario erigido en conmemoración de las apariciones
En las inmediaciones del lugar de los prodigios, se han erigido un Santuario Mayor y una pequeña capilla llamada de “las apariciones”, bajo la evocación de la Virgen de Chandávila o Virgen de los Dolores, para rememorar estas apariciones.
En cuanto a las niñas, fueron internadas en el convento de las Hermanas de la Cruz, en la también población pacense de Villafranca de los Barros. Las estigmatizaciones sufridas por Afra Brígido Blanco nunca se curaron y permanecieron como el firme testimonio de las apariciones ocurridas en La Codosera.
A modo de epílogo
Y al final, como siempre, el mismo interrogante: ¿Cuál es la naturaleza exacta y la intencionalidad de estas apariciones?
Opino al igual que el científico de la NASA Jacques Vellée que los testigos han sido expuestos a una alteración poderosa de la realidad, que sus declaraciones son deformadas por sus emociones y creencias, y que es un fenómeno que sobrepasa su entendimiento. Y coincido con el ex jesuita Salvador Freixedo en que son un fenómeno real de orden físico, pero recogido por unas leyes que nos son desconocidas y que alteran por completo el normal funcionamiento de nuestros sentimientos y nuestro cerebro, induciendo intencionadamente o no al error.
Pero los acontecimientos están ahí, y si existe algún argumento que pueda aceptarse como evidencia de su validez y autenticidad, es que se pueda demostrar que ese fenómeno ha ocurrido, con mayor o menor independencia, en diversos tiempos y lugares. Y el de las apariciones de la Virgen proporciona esa evidencia.