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Personajes con misterio: El Mago de Logrosán

Entrevista al profesor Esteban Cortijo

"Salvar a Roso de Luna del olvido definitivo era una necesidad visceral".
Juan G. Atienza

"No se trata de un personaje que destaca entre los vulgares ni de un eco de limitado alcance regionalista" .
T. Fernández

El personaje

Un 15 de Marzo de 1872 nacía en Logrosán, en la provincia de Cáceres (España) Mario Roso de Luna. Su padre se llamaba José Roso y Bover, ingeniero nacido en Vinaroz (Castellón) que llego a Logrosán para trabajar en el ferrocarril y más tarde en las minas de fosforita que por entonces se explotaban.
Su madre fue Jacinta de Luna y Arribas nacida en Cabeza del Buey (Badajoz). Un dato que encierra un particular interés es sin duda el hecho de que fue ella quien se encargo de su educación y con relativa frecuencia nos recuerda las lecturas que le hacia de niño y las que posteriormente le comentaba y ampliaba cuando él supo hacerlo.
De formación en gran parte autodidacta fue doctor en Derecho y licenciado en Ciencias Físico-Químicas, pero sus conocimientos abarcaron una gran cantidad de campos. Fue astrónomo, teósofo, intérprete del códice maya, ocultista, investigador, pacifista, antimilitarista, etc...son algunos de los adjetivos que lo definen.
El que haya sido hasta la fecha un ilustre desconocido, incluso en su propia Extremadura, tendrá algo que ver con su filiación masónica o con el tradicional abandono que han padecido otros nombres importantes de nuestra cultura. El propio Roso, consciente. de ese abandono, diría: "La Astronomía y los cielos me dieron entonces lo que me negara la tierra: la dicha inenarrable de un descubrimiento científico".
Conocido como "el Mago Rojo de Logrosán", a Roso le gustaba definirse a sí mismo como "teósofo y ateneísta". Fue, en efecto, miembro del Ateneo de Madrid, donde trató a figuras importantes de la época, como Unamuno o Valle-Inclán.
Como teósofo, realizó una infatigable labor divulgativa. Fue en 1.902 cuando trabó contacto con las doctrinas de H.P.B. (siglas mundialmente utilizadas para señalar a Helena Petrovna Blavatsky, cofundadora en 1875 de la Sociedad Teosófica junto al Coronel Olcott). Escribe la única biografía que existe en castellano de su maestra y produce una larga serie de libros propios, con comentarios teosóficos en gran parte, agrupados en la llamada Biblioteca de las Maravillas o en la Biblioteca Blavatskyana.
A partir de aquí Roso comienza una nueva etapa, su evolución espiritual se va acercando paulatinamente a la madurez. Se dedicará con verdadera pasión al estudio de las obras de Teosofía, pero no se limita sólo a ellas, sino que a la vez profundiza en Historia, Astronomía, Química, etc., con la pasión y provecho propios de un autodidacta. Para todos estos estudios –en efecto– el mismo dirá que solo reconoce un iniciador en el verdadero sentido de la palabra: la Naturaleza. Y en concreto, en el hombre dice que será la naturaleza humana la que en el entrecruce de sus tres niveles, el espiritual, el mental y el físico, de lugar al dolor profundo y hondo que es fuente de conocimiento.

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El cometa Mario Roso de Luna

Fue en 1893 el año en que descubrió el cometa que lleva su nombre y el de otros reputados astrónomos del mundo que lo vieron después que él. Durante la madrugada del cinco de Julio, yendo como abogado a una diligencia de su profesión. La primera noticia del descubrimiento salió en el diario El Imparcial, en artículo escrito por el Director del Conservatorio de Madrid, Sr. Merino, del que mandó copia a París y Kiel. Este artículo fue el que posibilitó después reconocerle a Roso de Luna la prioridad del descubrimiento porque un astrónomo norteamericano lo halló el día ocho y uno francés el día nueve. Descubrió –además– seis estrellas temporarias, de las que sólo se le reconocieron tres.

La Teosofía y el Ocultismo en Roso de Luna

En 1928 fundó, junto a Eduardo Alfonso, la Schola Philosophicae Initiationis. Y en enero de 1931 funda el Ateneo Teosófico, junto con sus compañeros de la rama "Hesperia" (rama que Roso instituyó dentro de la Sociedad Teosófica en 1921, junto a la revista del mismo título).  Este Ateneo –que él llamaba “chico” para distinguirlo del “grande”, conoció, durante los meses que duró su presidencia, un gran apogeo al recibir a personajes de todas las tendencias y establecer con ellos discusiones y conferencias públicas.
Roso se proclama ocultista y lo afronta en ese intento de encontrar las claves reales y auténticas de las realidades desconocidas y de los fenómenos inexplicables. Esclareciendo y dando sentido diferente a un término que ha servido demasiado a menudo como piedra de toque de las más alucinadas aventuras del pensamiento, Teosofismo incluido.
En sus libros, Roso aplicó la doctrina teosófica a múltiples campos, como la musicología (Beethoven, teósofo, que se convertiría en un capítulo de Wagner, mitólogo y ocultista), la sexología (Aberraciones psíquicas del sexo), Las mil y una noches (El velo de Isis), el totalitarismo (La Humanidad y los Césares), los mitos precolombinos (La ciencia hierática de los mayas) y el folclore español (El árbol de las Hespérides o Por el reino encantado de maya) Colaboró también en la recogida de romances y otras tradiciones populares extremeñas como sus amigos cacereños Rafael García Plata, Juan Sanguino Michel o Publio Hurtado.

En las fronteras de lo anómalo

La ortodoxia no puede por menos que aceptar que la realidad se presenta en muy diversos niveles ontológicos y que el conocimiento humano sólo alcanza la certeza cuando imprime una frontera  a la multitud de fenómenos que percibe rechazando todo lo misterioso, lo anárquico, lo cualitativo. Sin embargo Roso de Luna prefirió la duda o la interpretación intuitiva  en lugar de la actitud empirista limitadora de la realidad y que además se presenta con tintes dogmáticos. Según esto, todo lo que la ciencia pretende reducir a su propio campo no es más que parte del campo total, y ,evidentemente, no es justo de ninguna manera que el resto sea calificado como cosa sentimental, irracional o mágica sólo porque así la tal «ciencia» se lo plantea, y menos aún con ese carácter peyorativo con el que suelen ser abordados estos fenómenos extraños. Fenómenos, que son tan claramente «fenómenos» que se hacen inevitables y por ello sumamente irritantes para los científicos más obcecados.
Las ciencias, pues, han de aceptar todo tipo de fenómenos y bajo ningún pretexto será permitido relegar ninguno de ellos al terreno de lo prohibido, a las celdas de la incomunicación o al ritual de los autos de fe. Estas son las cosas que de ninguna manera se pueden justificar.

El M.Rojo de L.

Creencia en la inmortalidad

Considera, frente a los positivistas que piden demostraciones de todo, que no es posible demostrar la existencia del alma y del espíritu, así como no se puede tampoco demostrar la existencia de la animalidad, del odio, etc. Sólo se pueden ver sus efectos como mucho. La realidad de ultratumba, como él dice con toda razón, será la muerte tan sólo para quien lo demuestre y con demostración irrevocable. No obstante, piensa que con la necesidad lógica del método científico al que llamamos analógico, podemos considerar la existencia de la muerte de la conciencia en sentido figurado, y su sucesiva renovación a lo largo de otros ciclos analógicamente idénticos entre sí, nacimientos, muertes y renacimientos de la conciencia psicológica, como siguiendo una perfecta ley de seriación cíclica a la manera de las unidades matemáticas de los diferentes órdenes.

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Alegato

En sus últimos días fue atendido por el doctor Eduardo Alfonso, y en su lecho de muerte dijo a sus allegados: "Ningún hombre es indispensable. No me lloréis. De una sola manera honrareis mi memoria: ¡Continuad mi obra..! ¡Superadla!".

Definitivamente, desde la España parrandera de principios del pasado siglo hasta nuestros días, ha sido largo el trayecto que la obra de este gran genio ha tenido que recorrer  para que fuera reconocida y admirada. Tal motivo, me llevo a mantener una extensa entrevista con Esteban Cortijo, catedrático de Filosofía en el IES "Prof. Hernández-Pacheco" de Cáceres. Esteban también se licenció en Periodismo y es Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense (1991) con una tesis sobre el escritor, astrónomo y ocultista Mario Roso de Luna. Me dice que siempre ha entendido como una obligación del filósofo actual volver a llevar la filosofía al sitio de donde salió, es decir, a la calle. Ahora desarrolla estas actividades en el Ateneo de Cáceres, del que es Presidente y pertenece al Centro de Filosofía para Niños desde el principio, habiendo dirigido la revista escrita en español y portugués Aprender a pensar desde 1994 al 2000.
También ha organizado actividades de filosofía como Asesor de Ciencias Sociales en los Centros de Profesores de Villanueva-Don Benito y en el de Cáceres, como miembro de la directiva de la asociación Escuela de Verano de Extremadura y como fundador y presidente del Centro de Estudios Mario Roso de Luna, antecedente directo del actual Ateneo de Cáceres.
Sus conferencias y publicaciones abarcan los siguientes temas: Ética, Filosofía, Didáctica, Masonería, Esoterismo, Roso de Luna, etc. en España, Portugal, Cuba, Francia, Argentina y Brasil.
Ha publicado artículos y comentarios en prensa. También en los cuatro primeros Congresos organizados por la Asociación de Escritores Extremeños y en cinco Symposios Internacionales de Historia de la Masonería Española dirigidos por J. A. Ferrer Benimeli.
Aparte de diversos libros sobre Mario Roso de Luna así como ediciones e introducciones de obras del mismo autor, se pueden citar otros propios o como coordinador: La casa del marqués; Para que vuelvas a Guadalupe; Rosa-æ. Sobre la Educación en Extremadura; Masonería y Extremadura, etc. Sin ninguna duda Esteban Cortijo es el mayor especialista en la obra del teósofo de Logrosán.

Van las preguntas.

En primer lugar, ¿qué ha supuesto Mario Roso de Luna  para Esteban Cortijo?

Sin duda, una gran aventura como suele ser la investigación propia de una tesis doctoral. En este tiempo que dura ya muchos años hay etapas más intensas que otras. Destacaría los viajes a finales del los 80 al Archivo Nacional de Salamanca donde algunas carpetas y legajos, según me dijeron, las abría yo por primera vez desde que se cerraron.

¿Cómo describirías en líneas generales la vida de Roso de Luna?

Tiene dos etapas. Una etapa extremeña y otra madrileña más universal, aunque viviendo en Logrosán y antes de casarse se movió por toda España, por Francia, Bélgica e Inglaterra.
En la primera permaneció en Extremadura hasta completar los estudios de Bachillerato y, posteriormente, se desplaza a Madrid para cursar estudios de Derecho, y unos años después, de Ciencias Físico-Químicas con una beca concedida por la Diputación de Cáceres, debido a la importancia y la fama que ya tenía Roso en la prensa nacional y en el ámbito científico, como arqueólogo, historiador y astrónomo. Había descubierto ya el cometa, había construido el Kinethorizon, por el que le dieron una medalla de oro en Francia y dirigía la revista de La Ciudad Lineal, de la empresa constructora de Arturo Soria.
Mas tarde realizaría estudios de carácter más autodidacta y desde luego con gran profundidad. En algunas ocasiones, impartió cátedras de Religión y Filosofía en el Ateneo de Madrid, no en la Universidad, que nunca le aceptaron o que nunca le dieron ningún tipo de trabajo porque fue una personalidad sumamente conflictiva o heterodoxa para aquel tiempo. Un año fue profesor auxiliar de Química en la Universidad de Madrid.

Roso de Luna, me acabas de decir, tiene dos etapas en su vida. La primera de claro predominio científico y la segunda de carácter más espiritual ¿Supone este cambio para él algún conflicto?

Realmente distingo esas dos etapas como las primeras de su vida intelectual, pero añado una tercera más filosófica. Así lo he publicado en varias ocasiones; aunque pienso que la actitud que tenía Roso de Luna de alguna manera fue siempre la misma. Lo que ocurre es que en su primera juventud, cuando él estudiaba en la universidad, era progresista, liberal, regeneracionista como Costa en Oligarquía y caciquismo, y, teniendo una formación científica de un nivel nada común en los intelectuales de su tiempo, va a encontrar una trampa en la concepción materialista del mundo propia de los científicos positivistas precisamente porque dejaba fuera de la realidad una gran parte de niveles, facetas y aspectos que no se podían negar.
En su conferencia “Significación filosófica de la teosofía” (Ed. del Colegio de Doctores, Madrid, 1923) y en El libro que mata a la muerte, pp: 26 y 27, describe la esquizofrenia existente entre los que pretenden servir a la vez a la religión y a la ciencia. Según él, revés de lo que enseña el catolicismo, "poca ciencia aparta de la religión, mucha ciencia conduce a ella".

Veamos sus palabras:

“Hoy, en efecto, pocos profesan con plena sinceridad las religiones positivas, reducidas a una serie de ceremonias rutinarias, cuyo hondo significado regenerador se ha perdido. Como si nuestra conciencia no hubiese salido todavía del fondo del medioevo, sigue aferrada a dogmas que, por el mero hecho de ser dogmas, el creyente no puede pretender respecto de ellos el menor asomo de explicación quedando, por tanto, en un estado de cruel dualismo psicológico al no poder conciliar tales dogmas con las ciencias positivas, que parecen enseñarle lo contrario precisamente.
Si los sentidos, la observación y la experiencia son las únicas fuentes serias de todo conocimiento científico, es decir, de todo conocimiento, mal pueden admitirse unos dogmas basados en el misterio siempre inexplicado e inexplicable y, de admitirse tales dogmas, la mente queda en un estado de indecisión, de duda, que ni el mismo Draper, con sus Conflictos entre la Religión y la Ciencia, podrá resolver.

Lo que decías del conflicto entre el científico materialista de lunes a viernes que el fin de semana va a su iglesia.

¡Exacto! “Ved el caso bien ostensible –sigo citándole– de tantos hombres de ciencia, astrónomos, médicos, etc. que aún dicen conservan la fe de sus mayores. ¿La conservan, en efecto?...La conservan, quizá, por el solo hecho de que se hacen la ilusión de que es así cuando en realidad, como en la consabida escena de Rigoleto tiene la mente partida, por gala, en dos, albergando en una mitad de ella los conceptos positivistas de su ciencia, todo positivas demostraciones, y reservando la otra, cual vacío santuario, para unas realidades de su creencia religiosa que, si se paran a analizar, no son sino reconocidas ilusiones a los ojos de su propia creencia científica...
Con ello no hay que decir que, incapaces por sí de resolver la terrible antinomia, ni creen realmente en su fe, ni creen tampoco plenamente en su conciencia, y al querer vivir dos vidas de tal modo contradictorias, no viven en realidad ninguna y caen en grosero positivismo. Y ¿qué sucede con aquellas otras mentalidades más lógicas y valientes, sin duda, que, percatadas de tamaña contradicción, tiran por la línea de menor resistencia y suprimen de un golpe el casillero de toda fe trascendente, quedándose –este es ya el caso de los más– con la ciencia pura y positiva? Pues que quedan peor aún, dado que abren a sus pies un verdadero abismo ideológico entre lo poco que la ciencia sabe y lo infinito que la ciencia anhela y hasta necesita, pero que todavía ignora”.

¿Cómo es el talante de Roso de Luna?

Era un talante abierto, inquisitivo, inquieto, dialogante, pero yo diría que, en el fondo, profundamente racional y humanista. El último año de su vida lo demuestra claramente fundando el Ateneo Teosófico, al que van a dar sus clases profesores de la Universidad debido a la huelga, y a donde invita a todo tipo de personas a defender creencias e ideas desde las distintas ramas del saber. Me atrevería a decir que para él lo importante es buscar; porque suele ocurrir que hay quien prefiere la esperanza que proporciona algún tipo de creencia al ateísmo, pero con frecuencia, según ellos mismos, no vale cualquier creencia.

Defíneme su obra.

Poligráfica, se decía entonces. Es decir, escribía y disertaba sobre todos los temas y siempre estaba dispuesto a debatir, en especial en las aulas del Ateneo madrileño, sobre todo lo divino y lo humano con expertos de cualquier rama del saber. Para todos tenía cuestión que plantear y teorías diferentes. Sus artículos y sus libros están llenos de grandes dosis de divulgación científica dirigidos a una población generalmente inculta, pero deseosa de saber. Astronomía y Geología, Química y Arqueología, Historia y Política, religiones y leyendas, música, teosofía y ocultismo en todas sus versiones, etc.
En ese sentido es un gran polígrafo. Un polígrafo heterodoxo y –evidentemente– en esa heterodoxia, tiene el mayor inconveniente para ser aceptado, pero también grandeza ya que justamente por ello seguiremos hablando de Roso de Luna durante muchos años. Su propio consuegro, Eduardo Hernández-Pacheco le aconsejaba que no utilizara tanto la palabra teosofía y otras de similar carácter y tendría mucho más éxito. Incluso hubo algún director de periódico que le aconsejaba usar algún seudónimo cuando su fama de heterodoxo no se podía disimular en un país en el que abundaban los meapilas.

Háblame de Roso de Luna como astrónomo.

En el fondo fue la profesión que más le hubiera gustado tener durante todo el tiempo que estuvo en Madrid. Desde los cinco años conocía el cielo como la palma de su mano. Y el cabecero de su cama estaba lleno de grillos en cajas –que en algunas culturas es señal de estar predestinado a grandes cosas. Mantuvo agrias polémicas con el director del Observatorio madrileño, Sr. Iñiguez. Se cuentan muchas anécdotas acerca del observatorio inexistente en su casa de Madrid, en la actual calle del Buen Suceso. Calle que llevará su nombre cuando él murió en 1931 hasta que entraron las tropas nacionales por el frente de la Universitaria.

¿Qué concepción poseía Roso de Luna del Cosmos?

Tenía una concepción muy actual. En concreto una teoría muy importante llamada el efecto "Gaia", que quiere decir que la Tierra es un ser vivo. Roso a este concepto genérico lo denominaba con el nombre de Astrobiología. Dicho de otra manera, los astros también son seres vivos como las plantas y los animales pero con diferente ritmo vital. Ahora está volviendo esta palabra en los Museos de la Ciencia, y como búsqueda de seres vivos en mundos alejados de la Tierra. Él se anticipó.
Pienso que merecería la pena por parte de biólogos y científicos incidir en ello. Plantearse la actualidad de alguna de sus intuiciones ya que Roso no se limitaba a lo que se podía decir desde el arquetipo científico de la época, sino que iba más allá como todos los grandes genios.

Dentro de esa definición que me has dado, ¿puede incluirse la concepción que él tenía de la Naturaleza?

Sí, por supuesto, la Naturaleza es un ser vivo, y en ese sentido sería lo más próximo que hay entre los astros o el cosmos en general y las personas, el ser humano. Hay un montón de aspectos en su propia biografía que indican el interés que él daba a la Naturaleza, como, por ejemplo, algunas escenas románticas de sus obras o su respeto por la pedagogía krausista que buscaba comprender y experimentar. Él mismo se iba en tren a la sierra madrileña y vagaba sin rumbo definido y sin apenas comida. Usando su propia expresión diremos que eran excursiones en las que por todo alimento iba provisto de “pan y navaja”.

¿Qué opinión le merecía la evolución científica?

Él, en ese sentido, era evolucionista tanto en lo que se refiere  al universo como al ser humano. Cree que el hombre individual y colectivamente ha de progresar, ha de subir escalas, niveles, y –desde luego– acepta todo lo que el progreso científico trae. Lo que no está dispuesto a aceptar, por decirlo así, es un progreso puramente materialista, consumista. Tiene unos artículos dedicados a las grandes metrópolis mundiales de su época que son esclarecedoras al respecto. Se anticipa a la globalización porque, según él, “El mundo es un botijo”. Digamos que no admite una ciencia sin alma. La ciencia y la actividad humana como tal deben estar animadas por una concepción moral en la cual no todo vale. Un alma que no es ni más ni menos que la conciencia. Un concepto enfrentado por completo, no solo a la ciencia imperante en su época, sino –incluso– en gran parte a la actual.

Mirando otros aspectos de la vida de Roso, ¿se le puede definir políticamente?

No se le conoce militancia política, a pesar de que hubo alguna ocasión en que partidos políticos quisieron colocarle en sus listas o, al menos, contar con su apoyo. Fue un librepensador en el sentido progresista e ideológico que este término tenía a finales del siglo XIX o principios del XX. Y ningún librepensador es bien aceptado en ningún partido o en ninguna Iglesia. Su cariño a Extremadura lo denominaba “regionalismo de buena cepa” y, aun siendo muy español, con respecto a Europa y América, en el conflicto de la Primera Gran Guerra se manifestó siempre en el lado de los aliadófilos frente al pangermanismo vigente y, a pesar de la alta estima que tenía a la cultura alemana. Su hijo Ismael estudió en Alemania con Antonio Tovar y fueron muy amigos.

Roso de Luna fue un gran conocedor de la Historia de las Religiones, ¿qué supuso para él como creyente este conocimiento y cual fue su aportación al tema?

Para Roso el conocimiento de la Historia de las Religiones fue justamente el fruto del estudio al que sometió la obra de Blavatsky, y que luego ampliaría con otra bibliografía. Es la fecha en la que él se hace Teósofo.
En cuanto a su aportación se ve fundamentalmente en alguna de sus obras como El Simbolismo de las Religiones del Mundo, en el que presenta las religiones politeístas como preludio del volumen que no llegaría a publicar, dedicado a las monoteístas. La que él llama Biblioteca Blavatskiana por traducir y comentar obras de la famoso fundadora de la Sociedad Teosófica está llena de estos temas. También impartió un curso de Historia comparada de las Religiones en el aula que fue considerada la universidad más importante de aquella época, la del Ateneo de Madrid.

¿Qué significó para Roso el término "jesuitismo"?

Nada diferente de lo que entendían otros autores como Baroja o Galdós que usaban este término en sus obras. Si los jesuitas son un ejército disciplinado al servicio de la Iglesia de Roma, Roso pretende que el progreso se extienda, pero sin imponer ninguna verdad previa. Por jesuitismo se entiende todo movimiento, doctrina o actitud propia de los jesuitas. Ahora bien, si queremos incluir algún matiz diré que en aquel tiempo los jesuitas eran considerados los “masones negros”, no sólo por la sotana. Es decir, si todo el mundo liberal entendía que la masonería era un movimiento y un compromiso por el librepensamiento, el progreso y la libertad, de forma similar y de lejos a los que supuso la Reforma Protestante, el jesuitismo, la doctrina de la Compañía de Jesús, no era más que el opositor que desde la otra parte, los combatía. Tengamos en cuenta que el extremeño fue iniciado en la masonería en Sevilla en enero de 1917 por Martínez Barrios. Los hombres somos seres dotados de inteligencia y tenemos que utilizarla sin querer imponer una opinión sobre otras por la fuerza de las armas que es lo que conocemos como dogmatismo o imperialismo. En este caso hay que señalar que a título personal Roso de Luna tenía buena relación con algunos jesuitas, como el P. Fidel Fita, Director de la Real Academia de la Historia. Leyendo la literatura de la época se ve que la palabra jesuitismo aparece no solo en libros, sino en los mismos actos del Parlamento.
Según el extremeño “Lo odioso es el jesuitismo, no los jesuitas que de él son las víctimas”.

¿Qué supone la Teosofía en Roso de Luna?

La Teosofía es algo que procede de la más remota antigüedad, desde los alejandrinos. La Teosofía es un pensamiento, un saber de Dios, pero que no está sometido a ninguna religión en particular. Tiene mucho que ver con la Gnosis del siglo II que pone como culminación de la humanidad el desenvolvimiento del conocimiento. Siempre hubo teósofos, pero cuando ahora se habla de esta corriente de pensamiento la gente se suele referir a la Sociedad Teosófica de Adyar, ya mencionada, fundada en 1875 en Nueva York por Blavatsky y Olcott.
Roso pensó durante toda su vida que la Teosofía era el mejor intento de comprensión de las leyes que rigen el cosmos, la vida y al ser humano, pero su vinculación oficial a la Sociedad Teosófica sufrió continuos vaivenes. Con frecuencia acusaba precisamente de jesuitismo a los dirigentes de la Teosofía española.

¿Y el Ocultismo?

En este caso diré que la palabra “ocultismo” es una palabra inventada por un francés, Eliphas Levy, en 1856, para referirse a doctrinas que tienen por objeto el estudio y desarrollo de las “ciencias ocultas”. Entre éstas las más conocidas y practicadas en un siglo tan científico como el actual podemos citar la magia en todas sus vertientes, la astrología, las artes adivinatorias, medicinas paranormales, la alquimia. Un antiguo teósofo, Papus, estructuró como escuela el ocultismo caracterizándolo como espiritualista, evolucionista y reencarnacionista. Roso lo afronta en ese intento de encontrar claves positivas y auténticas de las realidades desconocidas y de los fenómenos paranormales, pero siempre desde la pureza de intención y la inteligencia cultivada, nunca para sumergirse en supersticiones y paranoias del listo de turno, pues para este viaje no se precisan alforjas y ya estamos bien surtidos con las doctrinas tradicionales.

¿Era espiritista?

Esta doctrina está basada en los libros escritos por el espiritista francés Allan Kardec (1804-1869) y estudia el origen y las manifestaciones de los espíritus, o sea las almas de los muertos, así como su influencia en los que todavía son seres vivos; su obra principal «El libro de los espíritus» aparece en 1857 y en él plantea y responde a 1019 preguntas. Roso era partidario de dejar en paz a los muertos. Tuvo amistades que practicaban esta doctrina (actualmente hay de cuatro a cinco millones en Brasil) e incluso escribió en algunas revistas de esta corriente (Lumen, de Tarrasa), pero él escribió en su libros y en entrevistas varias veces que no era  espiritista.

¿Cual fue la relación que tuvo Roso de Luna con la masonería?

Digamos primero algo de qué se entiende por masonería porque hubo y hay varias clases de masonería aunque todas, al fin y a la postre, tengan un carácter común y se basen en los tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro. Algunos de los autores más citados en los libros de historia, de literatura y del ocultismo fueron masones. La variedad de biografías que reflejan la podemos percibir dando, por un lado, el nombre de reyes europeos, presidentes de gobierno, empresarios, profesionales ilustres, inventores, artistas, etc. y , por otro lado, muchos comerciantes, dependientes, artesanos, secretarios de ayuntamiento, ferroviarios, profesores, etc. Ahora bien, en el terreno espiritualista o esotérico que nos estamos moviendo señalaré algunos del siglo XIX en adelante que también lo fueron: Blavatsky, Papus, Roso de Luna, René Guénon, etc. No es preciso indicar que no todos vivieron de la misma manera los ideales masónicos de fraternidad y progreso respetando las creencias de cada uno. En general se puede afirmar que gran parte de los grupos heterodoxos nacidos a partir del siglo XVIII tienen cierta inspiración masónica en sus ideales, en sus ritos y en los símbolos utilizados. También es cierto que en la Masonería tienen cabida todos aquellos que respeten las ideas políticas y religiosas de los demás, por eso hay masones de tantas clases; lo cual siempre incomodó a quienes tenían y tienen la convicción de que solo hay una verdad que, por supuesto, es la suya.

¿Queda claro que Mario Roso de Luna también fue masón?

Sí, claro, pero no desde tan temprano como teósofo. El extremeño fue miembro activo de la masonería española desde 1917 hasta el final de sus días. Siempre en logias del Gran Oriente Español. En la masonería extremeña fue de los fundadores de la logia de Miajadas en 1918. Su iniciación masónica es un aspecto más de su concepción espiritual de la vida, muy alejada de aspiraciones políticas o de puro ascenso social. El se manifestó en más de una ocasión en contra de la participación política de la masonería como tal, no de sus miembros a título individual. En aquel enfrentamiento que se vivió con ocasión de la Guerra Civil hubo masones también en las filas de Franco, a los cuales, por cierto, éste utilizó igual que a monárquicos y falangistas para sus intereses.

¿Qué tendrían que hacer los interesados en la obra de Mario Roso de Luna?

Acudir a bibliotecas conocidas con fondos anteriores a la guerra civil, como hice yo desde el verano de mil novecientos setenta y siete. Las principales serían la Nacional, la del Ateneo de Madrid, la del Archivo Provincial de Cáceres, la del Complejo Santa Ana de Almendralejo, el Centro de Estudios Extremeños de Badajoz, etc. Por no referirme a las hemerotecas españolas e iberoamericanas, ni a bibliotecas particulares.
En todo caso, recomendaría la lectura de mi libro Mario Roso de Luna, quién fue y qué dijo, publicado en 2007 por Renacimiento (Sevilla) porque presenta un amplio abanico de temas, una antología y suficiente información bibliográfica como para que el posible lector elija con acierto lo que más le pueda interesar.

Para finalizar, pregunto a Esteban sobre lo último que hace y los proyectos que tiene para el futuro.

Prácticamente desde que trasladé mi residencia a Cáceres en la Navidad de 1991 dejé de  trabajar con tanta intensidad la figura de Roso de Luna. La tesis doctoral –que se puede consultar por Internet en la Universidad Complutense- la había defendido ya con éxito unánime del tribunal el 1 de febrero anterior. En Cáceres fundé el Centro de Estudios Mario Roso de Luna con un proyecto de edición de sus Obras Completas avalado por la Junta de Extremadura, pero un año después, un nuevo consejero del mismo partido, anuló el convenio y dejó sin financiación el proyecto; lo cual me llevó a dirigir mi atención y mi tiempo a la gente real más que a los papeles. Preferí aquel grupo reducido de amigos animados por inquietudes culturales en vez del camino solitario de la investigación y la edición, convirtiendo el Centro en una asociación cultural de la que, en el inicio de este milenio, saldrá el Ateneo de Cáceres.
Esto no quiere decir que haya abandonado totalmente la escritura ni el tema fundamental de mis investigaciones habida cuenta de la gran cantidad de información inédita que he ido recopilando. El último libro sobre Roso de Luna lo publiqué en Renacimiento de Sevilla en 2007 a raíz de la reedición y presentación de dos de sus obras: El tesoro de los lagos de Somiedo [1916] y El simbolismo de las religiones del mundo. En 2004 se publicó la vida del extremeño como socio y directivo del Ateneo de Madrid en el vol. I de la obra dedicada a los ateneístas ilustres de la casa. También le he situado dentro de la Historia de la masonería extremeña en las jornadas y libro que coordiné en 2008.
Al margen del personaje, pero en estrecha relación con él, mejor dicho, con su abuelo materno Julián de Luna y de la Peña, podemos citar la elaboración del cómic dedicado a la figura de Juan Donoso Cortés con dibujos de Gabriel Bernardino, publicado por el Ayuntamiento de Don Benito en 2009.
Destacaría, pues, las siguientes publicaciones a partir de 2004 relacionadas con la entrevista:

Mario Roso de Luna, quién fue y qué dijo. Pres. de J. Ordóñez. Sevilla: Renacimiento, 2007, 152 p.
“Mario Roso de Luna, teósofo y ateneísta”, en AA. VV.: Galería de Retratos. Ateneístas Ilustres. Madrid: Ateneo de Madrid. 2004 vol., 1, p. 629-640.
“La masonería en la provincia de Cáceres: Logias y nombres propios”. en — (coord.): Masonería y Extremadura. Badajoz: Caja de Ahorros de Extremadura/Ateneo de Cáceres, 2008, p. 227-293.
Viaje mágico por Asturias. Clarín, 73 (2008) 56-64.
La corteza y el núcleo. Literatura esotérica y filosofía. Bol. Real Acad. Extr., 17 (2009) 443-472.
Mario Roso de Luna (1872-1931). Un ocultista peculiar. Ábaco, 2ª ép., 63 (2010) 79-87.

¿Alguna conclusión?

Pues diría que me parece estupenda la aspiración a la verdad que tiene el ser humano, y seguro que esa búsqueda sirve a muchas personas a no quedarse en la indiferencia o la anomía; pero cuando se trata de las relaciones entre personas y con la naturaleza toda, prefiero pensar que quienes creen tener la verdad entera y redonda son aquellos que mejor trato dan a quienes siguen dudando, buscando y preguntando, y no, como indicaba antes, los que utilizan su verdad para masacrar al diferente.
Ya lo dejó escrito Roso de Luna en un artículo publicado el uno de febrero de 1905 en el periódico madrileño El Globo. Empezaba la columna con estas palabras: “Los tiranos son, por desgracia, más listos cada día”. O sea, cuidado y ojo avizor.