Moneda romana acuñada en el año 193 d. C. siendo emperador Publio Helvio Pertinax. En la parte superior izquierda, justo por encima de la mano extendida de la mujer, se puede ver un extraño objeto circular atravesado por dos líneas rectas que se asemeja a los actuales satélites artificiales. La moneda fue encontrada en Siria, donde precisamente varios historiadores como Elio Lampridio o Herodiano, hacen referencia a la aparición por esas fechas de extrañas "estrellas voladoras".
No pasaría mucho tiempo desde el arrebatamiento de Rómulo, allá por el 721 a.C., para que el cielo, trece años después, durante el mandato de Numa Pompilio (segundo rey de roma, sucesor de Rómulo), enviara una nueva señal. Entonces, según las crónicas, los sacerdotes vieron un "escudo de bronce" cayendo desde las alturas. Aquellas observaciones fueron relatadas mucho después por Plinio el Viejo, que hace alusión a otros "escudos ardientes" que atravesaban el horizonte o a "soles brillantes" que aparecían de la nada. Descripciones de este tipo abundan en su obra. Por ejemplo, escribe en referencia a un hecho ocurrido en la ciudad de Bolsena (508 a. C.), lo siguiente: "Escudos ardientes volando sobre la ciudad asolaron con rayos caloríficos la misma, dejándola en llamas.".
En su «Historia Natural» hace también mención a un evento que durante nuestro tiempo ha dado mucho que hablar: los monstruos marinos. Explica en uno de sus pasajes que, en Cartaya, los pescadores lograron atrapar a un pulpo gigante. Concluye así: "Los pescadores mostraron la cabeza del pulpo a Lúculo, a la sazón procónsul de Bética: era del tamaño de un tonel. Sus brazos grandes casi no podían ser abarcados por un hombre; tenían 30 pies de longitud, y sus ventosas eran tan grandes como urnas." Hoy, los pulpos gigantes, como también los calamares gigantes, son conocidos por la ciencia, pero no hace muchos años formaban parte del mundo de las leyendas.
Otro autor que dejó para la posteridad la evidencia de hechos extraños en los tiempos del imperio romano fue Julio Obsequens, quien dice en su obra «Prodigiorum Liber» en referencia a un suceso ocurrido en el año 106 a.C.: "Fue oído un alboroto en el cielo y parecieron caer jabalinas de él. Hubo una lluvia de sangre cuando en Roma fue vista una antorcha en el cielo ... ".
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Tres años después, de acuerdo con este mismo autor, aconteció algo similar: "La Luna, con una estrella, apareció de día desde la hora tercia a la séptima. Se produjo oscuridad y llovió leche en el campo votivo". De la misma forma nos relata como un "escudo ardiente" (60 - 65 d. C.) acompañado de un haz de luz enorme, cruzó de un lado al otro la ciudad de Roma.
El escritor Flavio Josefo en su libro IV de Las Guerras de los Judíos nos cuenta como sobre la ciudad de Jerusalén apareció una gran "estrella en forma de espada" y un "cometa" que duraron un año entero. En el 77 d. C. recoge la aparición de un gran "escudo envuelto en brasas" que todo el mundo pudo contemplar en el cielo de Roma.
Durante el mandato del emperador Claudio, Séneca en su obra «Cuestiones Naturales», relata como un cometa procedente del Norte (suceso fechado 41 d. C.) se alzó hacia el cénit para luego ser llevado hacia el Este..
En el 71 d. C. Lycosthenes asegura que fueron vistos dos "soles" al mismo tiempo, siendo uno de ellos flaco y pálido, y el otro limpio y poderoso. En el 98 d.C. también recoge como una "antorcha ardiente" pudo ser observada cruzando el cielo. De repente cayó. Al lado del Sol un "escudo incandescente" cruzó el cielo de Roma después de que viniese destelleando por el Oeste y alejándose después hacia el Este..
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Uno de los sucesos más extraños de cuantos se produjeron en tiempos romanos lo relata Dio Cassius en su «Historia Romana», volumen LXXII. Lo fecha en el año 174 d.C. Entonces las tropas de Marco Aurelio se batían contra los quadrí: "Una legión entera de cristianos oró por su dios, quien inmediatamente prestó oídos fulminando al enemigo con sus rayos y aliviando a la par a los romanos con intensa lluvia."
Más adelante, el mismo relato señala lo siguiente: "Marco se quedó asombrado con este hecho. Numerosos rayos cayeron en las filas enemigas y el agua y el fuego descendía simultáneamente, consumiendo a los bárbaros, pues la lluvia era aceite que hacía que el fuego se extendiera ..."
En 193 d.C., en el Libro LXXXIV, al hacer referencia a la conspiración contra Didio Juliano nos relata: "...Tres hombres trataron de asegurarse el control de los asuntos: Svero, Niger, y Albibo. Estos eran los tres hombres augurados por las tres estrellas que súbitamente aparecieron a la vista rodeando al Sol cuando Juliano se hallaba en nuestra presencia ofreciendo sacrificios de ingreso frente al edificio del Senado. Estas estrellas fueron tan visibles que los soldados se las quedaron mirando continuamente y señalándoselas mutuamente...".
192 d. C. En el Libro I de «Historia del Imperio», Herodiano nos relata como un objeto muy brillante cruzó el cielo, y como numerosas "estrellas" fueron vistas por el aire en pleno día. También el historiador Helio Lampridio en su obra «Vida de Cómodo» hace referencia a que durante el reinado de Cómodo un objeto particularmente brillante cruzó el cielo.
Tito Livio (59 a. C. - 17 d. C.). Historiador romano residente en Roma, relata lo siguiente: "En Arpia un escudo en el cielo (...) En Praenerte, centellearon luces en el cielo (...) En el consulado de Lucio Valerio y Cayo Mario, un escudo en llamas, rodeado de chispas, cruzó el cielo". También describe en el año 213 d.C. en Adria, Italia, lo que parecía un altar en el cielo, rodeado por “un extraño espectáculo de hombres vestidos de blanco”(Historia Romana, Libros XXI y XXII).
Tito Livio utilizó gran cantidad de archivos de otros historiadores más antiguos y del que lamentablemente sólo nos a llegado una pequeña parte de su trabajo. Sus testimonios no han dejado de sorprender a todos los estudiosos de estos los fenómenos..
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Sin duda, este y otros cientos de hechos similares, como ya he dicho, nos demuestran que este tipo de sucesos no son de ahora, sino que han acompañado al hombre desde siempre.