Rememorando a Ray Bradbury

Con motivo de la celebración del 100 aniversario del nacimiento de Ray Bradbury (22-Agosto-1920) rememoremos el genial legado de uno de los escritores que elevó la ciencia ficción a las más altas cotas de calidad literaria. Repasemos algunos momentos claves en su vida y sus obras, no sólo las más emblemáticas sino también algunas otras más desconocidas.
Raymond Douglas Spaulding Bradbury llegó al mundo un 22 de agosto de 1920, en Waukegan un pequeño pueblo del estado de Illinois, en la costa oeste del lago Michigan. 


A los 12 años, pierde a su primer amor. Esta dolorosa herida, incrustada en su memoria, sanará a través de la creación del relato titulado El lago, escrito varios años después.


Pieza de especial relevancia para Bradbury, que la consideraría fruto de una escritura adulta y de calidad.
Fue en su Waukagen natal cuando la semilla de la literatura empezó a florecer. Resultó que los bocadillos de sus entrañables tebeos de Buck Rogers y Flash Gordon contaban historias. Esta etapa de primeras lecturas es espléndida en su vida, y crucial para entender al Bradbury escritor. Él nunca renegará de sus lecturas iniciáticas, de los personajes de cómic que le hacían llorar y temblar, de las 
historias de fantasmas y búsqueda de tesoros.
Inicialmente, la pasión por los libros se la contagia su tía Neva, tan solo diez años mayor. Ella le leía toda clase de historias fantasiosas sobre brujas, hadas, dragones, hechiceros… Su madre le descubrió las narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe, al que Bradbury siempre considerará uno de sus padres literarios. Las estanterías de su tío Bion también ocultaban grandes tesoros: Frankenstein, de Mary Shelley; Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll; Otra vuelta de tuerca, de Henry James; y otros nombres como R. L. Stevenson, Jonathan Swift, Ambrose Bierce, Algernon Blackwood, Nathaniel Hawthorne o Frank Baum. Y, por supuesto, está la biblioteca pública de Waukegan, a la que Ray acudía en busca de nuevos títulos de Julio Verne, Edgar Rice Burroughs o H. G. Wells. Todos estos escritores, aparte de maestros, se convertirían en personajes «malditos» de algunas de sus mejores historias.
Durante el Crac del 29, la familia Bradbury abandona el idílico Waukegan en busca de una gran ciudad con más oportunidades de trabajo. Recalan en Arizona. Durante los años de colegio, Ray cae bajo el influjo de un nuevo tipo de lecturas determinantes en su carrera: las revistas pulp, y en concreto, la Amazing Stories creada por Hugo Gernsback, padre del término «science fiction». El Bradbury adolescente ha tomado la determinación de ser escritor.
Como su familia no tiene dinero para enviarle a la Universidad, se ve obligado a vender periódicos en la calle, mientras emprende el camino del autoaprendizaje. ¿Dónde? Entre las extensas estanterías de la Biblioteca Pública de Los Ángeles. Leía todo lo que caía en sus manos, poesía, historia, filosofía, novelas, ciencia… 
“La biblioteca fue mi nido”, contó el autor, “el lugar donde nací; el lugar donde crecí”
Bradbury es increíblemente metódico. Escribe durante horas, corrige, rompe y comienza de nuevo. Aunque va mejorando, no consigue que ninguna revista le publique sus cuentos. Estos serán sus años más negros, y el sueño de su vida, convertirse en un gran escritor, empieza a desmoronarse. Tanto es así que, durante algunos meses, deja de escribir; se da un ultimátum. Y entonces, el verano en que cumple 21 años, la revista Super Science Stories acepta publicar su relato Pendulum


Fue la inyección de moral que Bradbury necesitaba.
Sigue escribiendo y conoce al agente literario Julius Schwartz, que le ayuda a mover sus cuentos por cabeceras insignes como Weird Tales. Fue entonces cuando Bradbury empieza a acumular una legión de lectores maravillados. Sin embargo, no logra ni que las revistas de género le publiquen relatos alejados de lo fantástico ni que cabeceras más serias acepten sus obras. Solo con seudónimo logrará recibir cheques de Mademoiselle o Colliers. Una vez descubierta su verdadera identidad, publica más historias en Harper´s y New Yorker y forma parte de la antología Best American Short Stories of 1946. Ese mismo año, la editorial Arkham House, creada por August Derleth en homenaje a su maestro H. P. Lovecraft, publica su primer libro: la colección de relatos Dark Carnival.
Pocos años más tarde crea una de las obras literarias más sublimes que jamás se hayan escrito, Crónicas marcianas


El éxito es inmediato. Millones de ejemplares vendidos, lectores entusiastas y críticos de talla estupefactos.
La inmensa calidad de Crónicas marcianas sitúa a Ray Bradbury en el olimpo literario. Él se sigue considerando un autor de fantasía y ciencia ficción.
Estamos en los primeros años de la década de los 50 en Estados Unidos. Roosevelt y su New Deal. Y el senador ultraconservador Joseph McCarthy. La Comisión de Actividades Antiamericanas ha sembrado el terror en Hollywood. Cualquier pensamiento crítico está bajo sospecha. Los intelectuales desconfían los unos de los otros. En este clima de paranoia, traición y hostilidad hacia la cultura se despierta una nueva “caza de brujas” de la que Bradbury es testigo. Me viene a la mente que larga es la andadura de la prohibición de libros, desde la Inquisición española hasta las quemas públicas de libros en la época nazi. Y en medio de todas ellas, mentes preclaras como la de Denis Diderot, quien, por encargo de la Comunidad de Libreros de París, ya en 1763 escribió, en defensa del gremio, una vehemente «Carta sobre el comercio de libros», en la que argumentaba algunos de los aspectos más controvertidos del comercio del libro, lo cual se convirtió en una crítica contra la censura del Estado, pues, como él mismo afirmaba doctamente: «Libro prohibido, libro leído».
Bradbury comentó: “Cuando McCarthy habló de asaltar las bibliotecas y la quema de libros fue una amenaza constante, me encolericé terriblemente”.
Alquilando una máquina de escribir en la biblioteca de la Universidad de California, a razón de diez centavos la media hora. Escribe un cuento titulado El bombero. Cogería más tarde el germen de este cuento para publicar una de las grandes novelas de la ciencia ficción distópica: Fahrenheit 451


Esta novela es el adiós a las mentes libres y a la imaginación. Los bomberos se dedican a quemar libros y detener a los insensatos que aún los esconden. La gente ya no lee, mira las pantallas y conduce a toda velocidad. El bombero Montag, un personaje fascinante, instigado por su enigmática vecina, empieza a sentir curiosidad por las páginas que quema y cede a la tentación de abrir un libro, lo que será el comienzo de su huida al campo, donde conocerá a otros exiliados, los Hombres-libro, capaces de memorizar un volumen entero para garantizar la pervivencia de la cultura y la libertad.
El final de este libro, con los hombres-libro que vagan guardando las grandes obras de la literatura universal en su recuerdo, es de los más tristes y bellos que se hayan imaginado.
Entre 1951 y 1956 son los mejores años de su carrera literaria. Nunca su obra será tan prolífica, original y de tanta calidad. El siguiente libro en llegar, a petición expresa de Doubleday, será la colección de cuentos El hombre ilustrado, probablemente la mejor antología de todas las que publicó.


Las próximas dos décadas, los años 60 y los 70, serán bastante fructíferas, pero de menor éxito literario. Bradbury sigue publicando colecciones de cuentos como Remedio para melancólicos y Las doradas manzanas del sol, y es una firma habitual de las mejores revistas literarias estadounidenses, pero sus grandes obras ya han sido escritas.


Especial mención merece, en este momento, el relato El sonido del trueno. No se trata de un texto cualquiera, pues dio lugar a la teoría del efecto mariposa.
Aunque se publicó en 1952, adelantándose al estudioso que acuñó el término más de diez años después, Edward Lorenz, y motivó reacciones entusiastas de autores como Stephen King, que dijo sobre él: «El sonido que escucho hoy son los atronadores pasos de un gigante que se desvanecen. Pero las novelas e historias permanecen, en toda su resonancia y extraña belleza», y que el relato apareció originalmente en la revista Collier’s, sería integrado en el citado libro Las doradas manzanas del sol. El índice Locus de antologías y colecciones de ciencia ficción lo posiciona en el primer lugar entre los diez cuentos más reimpresos del género de los viajes en el tiempo.
El relato, que fue llevado al cine, nos sitúa en el año 2055, cuando una empresa comercializa los llamados safaris en el tiempo. Se trata de la oportunidad de viajar al pasado para cazar animales prehistóricos tan míticos como el Tyrannosaurus rex.
La narración cuenta la aventura de un cazador que, tras pagar una suma de dinero, emprende un viaje junto a dos cazadores más y dos guías; sin embargo, antes de salir, los viajeros son advertidos de que, para evitar la paradoja del viaje en el tiempo, deben dejar todo como lo encontraron en un principio, ya que el cambio más insignificante puede provocar tremendas alteraciones en el futuro. Así, solo les está permitido disparar a animales moribundos, y se les prohíbe terminantemente apartarse de un sendero que se mantiene flotando a diez centímetros del suelo, construido de un metal antigravitatorio, a fin de impedir que el pasado se altere de alguna manera. 


En este período, recordemos años 60 y 70, sus inquietudes creativas se vuelcan en otros medios de expresión, fundamentalmente la televisión, para la que escribe multitud de guiones, aunque también en el teatro o el cine.
Durante las décadas de los 70 y los 80, Ray Bradbury se centra muy especialmente en la creación poética; no en vano, la revista Time, allá por su década gloriosa de los años 50, le había apodado “The Poet of the Pulps”. Llegará a publicar cinco poemarios completos y decenas de poemas sueltos en revistas y antologías. 



Acudió a multitud de convenciones de ciencia ficción, a un curso de verano en El Escorial en 1991. Llegó a recibir la Medalla Nacional de las Artes.
En 1999 sufrió una apoplejía que le volvió dependiente de una silla de ruedas. Aun así, siguió ofreciendo conferencias y publicando cuentos hasta pocas semanas antes de fallecer en junio de 2012. En su lápida mandó grabar: Author of Fahrenheit 451.