OTRAS ANOMALÍAS: MISTERIOS EN LA LUNA


Datos y orígen de nuestro satélite

La Luna es el único satélite natural de la Tierra. Su diámetro es de unos 3.476 km, aproximadamente una cuarta parte del de la Tierra. La masa de la Tierra es 81 veces mayor que la de la Luna. La densidad media de la Luna es de sólo las tres quintas partes de la densidad de la Tierra, y la gravedad en la superficie es un sexto de la de la Tierra.
La Luna orbita la Tierra a una distancia media de 384.403 km y a una velocidad media de 3.700 km/h. Completa su vuelta alrededor de la Tierra, siguiendo una órbita elíptica, en 27 días, 7 horas, 43 minutos y 11,5 segundos. Para cambiar de una fase a otra similar, o mes lunar, la Luna necesita 29 días, 12 horas, 44 minutos y 2,8 segundos.
Como tarda en dar una vuelta sobre su eje el mismo tiempo que en dar una vuelta alrededor de la Tierra, siempre nos muestra la misma cara. Aunque parece brillante, sólo refleja en el espacio el 7% de la luz que recibe del Sol.
Hay, básicamente, tres teorias sobre el origen de la luna:
1) Era un astro independiente que, al pasar cerca de la Tierra, quedó capturado en órbita.
2) La Tierra y la Luna nacieron de la misma masa de materia que giraba alrededor del Sol.
3) La luna surgió de una especie de "hinchazón" de la Tierra que se desprendió por la fuerza centrífuga. Actualmente se admite una cuarta teoría que es como una mezcla de las otras tres: cuando la Tierra se estaba formando, sufrió un choque con un gran cuerpo del espacio.
Parte de la masa salió expulsada y se aglutinó para formar nuestro satélite. Y, aún, una quinta teoría que describe la formación de la Luna a partir de los materiales que los monstruosos volcanes de la época de formación lanzaban a grandes alturas.

Hipótesis de fisión

La hipótesis de fisión supone que originariamente la Tierra y la Luna eran un sólo cuerpo y que parte de la masa fue expulsada, debido a la inestabilidad causada por la fuerte aceleración rotatoria que en aquel momento experimentaba nuestro planeta. La parte desprendida se "quedó" parte del momento angular del sistema inicial y, por tanto, siguió en rotación que, con el paso del tiempo, se sincronizó con su periodo de traslación.Se cree que la zona que se desprendió corresponde al Océano Pacífico, que tiene unos 180 millones de kilómetros cuadrados y con una profundidad media de 4.049 metros.
Sin embargo, los detractores de esta hipótesis opinan para poder separarse una porción tan importante de nuestro planeta, éste debería haber rotado a una velocidad tal que diese una vuelta en tan sólo 3 horas. Parece imposible tan fabulosa velocidad. porque con ella la Tierra no se hubiese formado al presentar un exceso de momento angular.

Hipótesis de captura

Una segunda hipótesis denominada 'de captura', supone que la Luna era un astro planetesimal independiente, formado en un momento distinto al nuestro y en un lugar alejado.La Luna inicialmente tenía una órbita elíptica con un afelio (punto más alejado del Sol) situado a la distancia que le separa ahora del Sol, y con un perihelio (punto más cercano al Sol) cerca del planeta Mercurio. Esta órbita habría sido modificada por los efectos gravitacionales de los planetas gigantes, que alteraron todo el sistema planetario expulsando de sus órbitas a diversos cuerpos, entre ellos, nuestro satélite. La Luna viajó durante mucho tiempo por el espacio hasta aproximarse a la Tierra y fue capturado por la gravitación terrestre.
Sin embargo, es difícil explicar cómo sucedió la importante desaceleración de la Luna, necesaria para que ésta no escapara del campo gravitatorio terrestre.

Hipótesis de acreción binaria

La hipótesis de la acreción binaria supone la formación al mismo tiempo tanto de la Tierra como de la Luna, a partir del mismo material y en la misma zona del Sistema solar. A favor de esta teoría se encuentra la datación radioactiva de las rocas lunares traídas a nuestro planeta por las diversas misiones espaciales, las cuales fechan entre 4.500 y 4.600 millones de años la edad lunar, aproximadamente la edad de la Tierra.

.

Como inconveniente tenemos que, si los dos se crearon en el mismo lugar y con la misma materia: ¿cómo es posible que ambos posean una composición química y una densidad tan diferentes?. En la Luna abunda el titanio y los compuestos exóticos, elementos no tan abundantes en nuestro planeta al menos en la zona más superficial.

Hipótesis de impacto

La hipótesis del impacto parece la preferida en la actualidad. Supone que nuestro satélite se formó tras la colisión contra la Tierra de un cuerpo de aproximadamente un séptimo del tamaño de nuestro planeta. El impacto hizo que bloques gigantescos de materia saltaran al espacio para posteriormente y, mediante un proceso de acreción similar al que formó los planetas rocosos próximos al Sol, generar la Luna.



Lo más dudoso de esta teoría es que tendrían que haberse dado demasiadas coincidencias juntas. L probabilidad de impactar con un astro errante era muy alta al inicio del Sistema Solar. Más dificil es que la colisión no desintegrase totalmente el planeta y que los fragmentos fuesen lo suficientemente grandes como para poder generar un satélite.
La teoría del impacto ha sido reproducida con ayuda de ordenadores, simulando un choque con un objeto cuyo tamaño sería equivalente al de Marte, y que, con una velocidad inferior a los 50.000 km/h, posibilitaría la formación de un satélite.

Hipótesis de precipitación

Últimamente ha aparecido otra explicación a la que dan el nombre de 'Hipótesis de precipitación' según la cual, la energía liberada durante la formación de nuestro planeta calentó parte del material, formando una atmósfera caliente y densa, sobre todo compuesta por vapores de metal y óxidos. Estos se fueron extendiendo alrededor del planeta y , al enfriarse, precipitaron los granos de polvo que, una vez condensados, dieron origen al único satélite de la Tierra.

Los misterios de Selene

En 1787, el prestigioso astrónomo William Herschel, descubridor de Urano, habló sin recato de sus extrañas observaciones lunares. Denunció haber visto la erupción de tres volcanes sobre la superficie de una Luna que todos sus colegas consideraban un cadáver geológico, y que las misiones Apolo así lo demostrarían casi dos siglos después.
"Los he detectado -escribió en aquel entonces- en diferentes lugares de la parte oscura de la Luna nueva. Dos de ellos están casi ya extintos o, en cualquier caso, en estado de cercana erupción que quizás se produzca en la próxima lunación. El tercero muestra una erupción actual de fuego y materias luminosas"…
Con posterioridad a este hecho, concretamente en 1879, la Real Sociedad Astronómica Británica cursaba una insólita circular a sus miembros en la que expresaba el deseo de recibir en su sede cualquier informe de sus asociados en el que se diera buena cuenta de alguna observación anómala sobre la superficie de la Luna. La respuesta no se hizo esperar, ya que durante los dos años que siguieron a su poco frecuente solicitud, sus oficinas de Londres se vieron literalmente inundadas por una avalancha de relatos en los que se describían desde la observación de luces que recorrían el interior de ciertos cráteres, hasta explosiones volcánicas de cierta magnitud. El abultado número de informes recibidos -que superó los ¡dos millones!- obligó a esta Sociedad a cancelar su proyecto de análisis y a no emitir ninguna opinión concluyente sobre tan escurridiza materia.
Pero lo que realmente puso de manifiesto aquella unánime reacción de los astrónomos británicos fue que ninguno de sus testimonios resultaba nuevo o extraño a los ojos de los expertos más competentes. Aunque ninguno hablara de ello.
Dos años después de la confesión de Herschel, otro eminente selenógrafo, el profesor germano Schroeter, declaró haber visto, sin género de duda, "un brillante estallido de luz, que estaba compuesto de muchas chispas pequeñas y separadas que se movían todas juntas en línea recta hacia el norte del Mare Imbrium y otros lugares de la superficie de la Luna".
Ambos relatos son intachables. No solo por la reconocida solvencia científica de quienes los enunciaron, sino porque se amparan dentro de una amplísima casuística de detecciones a través de telescopios de luces, cúpulas, puentes y un sinfín de registros visuales de similar grado de extrañeza, para los que la ciencia no tiene una explicación convincente alguna. En líneas generales esta clase de enigmáticas luces han recibido, en el ámbito astronómico, el nombre de Fenómenos Transitorios Lunares (LTP) de sus siglas en inglés Lunar Transient Phenomena. Indicando claramente la naturaleza escurridiza y efímera de semejantes apariciones sobre el suelo lunar.
Comúnmente se observan en el lado brillante de la cara visible de nuestro satélite y casi siempre se trata de luces blancas del tamaño de una estrella -aunque también hay registros de luces rojas, amarillentas y azuladas- cuya permanencia sobre la superficie varia entre unos segundos y algunos días.
.
.

Pero, como digo, el fenómeno no viene de nuevo. Desde el siglo VI hasta hoy el número de incidentes de este tipo catalogados por astrónomos supera los dos millares, entre los que se incluyen frecuentes avistamientos de flashes intermitentes de luz.
Por otra parte, uno de los últimos y más completos listados "oficiales" de LTP, elaborado por la NASA en Julio de 1968, recoge la nada despreciable cantidad de 579 incidentes profusamente documentados entre Noviembre del 1540 y Octubre del 1967. Las evidencias testimoniales, fotográficas y -más recientemente- fílmicas demuestran que "algo" esta sobrevolando la Luna y se desplaza ocasionalmente a lo largo de zonas muy concretas de ésta, como los cráteres Platón o Aristarco.
El 19 de julio de 1969 el modulo principal de la misión Apolo XI entraba en órbita alrededor de la Luna y comenzaba a ultimar los preparativos que permitirían que el modulo Eagle alunizara sobre la superficie de nuestro satélite dos días después. La rutina de los preliminares técnicos fue interrumpida por una llamada de Misión Central de Houston (Texas) que previno a los astronautas de algo insólito que debían tratar de comprobar: al parecer varios astrónomos aficionados habían telefoneado a la NASA para informar de que estaban viendo un fenómeno LTP en las inmediaciones del cráter Aristarco, muy cerca de la órbita de la nave estadounidense. Tras recibir la orden, Neil Armstrong, sin pensárselo un segundo, fue hacia una de las ventanillas del módulo y observó, en la cercanía de lo que creyó que era el cráter Aristarco, un área considerablemente más iluminada que las zonas de alrededor. "Parece que tiene algo de fluorescencia", dijo. Sorprendentemente, tras el final de la misión, Houston no se pronunció sobre aquel avistamiento de luces extrañas durante el vuelo. Posteriores mediciones del cráter pusieron de relieve que en la zona existían niveles de radioactividad de difícil explicación.
Desde entonces hasta hoy han pasado ya casi cuatro décadas. En aquellos épicos días de la llegada del hombre a la Luna muchos astrónomos creyeron ingenuamente que los astronautas de las misiones Apolo despejarían las incógnitas nacidas a la luz de sus observaciones nocturnas. Pocas esperanzas se demostraron tan infundadas como ésta. Sólo encontraron un satélite "muerto", poco excitante…

.
Por otra parte, el casi un tercio de tonelada de tierra y piedras lunares que trajeron consigo a la Tierra, así como sus filmaciones y mediciones sobre el terreno, después de haber sido analizadas concienzudamente en los laboratorios de la NASA, no solo ratificaron las impresiones de los astronautas sobre la esterilidad de aquel mundo, sino que ayudaron a sumar nuevos y aun más incómodos interrogantes a la larga lista ya confeccionada desde Tierra. Entre ellos, la existencia de un campo magnético irregular alrededor de la Luna. No está claro cómo pudieron originarse semejantes índices de magnetismo en este pequeño cuerpo astronómico, incapaz de contener un núcleo de metal caliente o fundido. Pero además -según señalaron los propios ingenieros de la NASA- la Luna tampoco gira suficientemente veloz como para crear un efecto dinamo sobre los minerales lunares.En junio de 1985 el investigador norteamericano William Corliss hizo acopio de estas y otras "irregularidades" no resueltas por la Agencia Espacial norteamericana en el transcurso de sus proyectos Lunar, Orbiter y Apolo, enunciando en su obra «The Moon and the Planets» hasta sesenta fenómenos extraños relacionados con la Luna. Entre las categorías más espectaculares se encuentran las que hacen referencia a su órbita irregular y que han pretendido explicarse gracias a perturbaciones gravitacionales de origen no identificado. La más seria de estas perturbaciones es su alejamiento progresivo de la Tierra, unos 2,5 centímetros cada año. Algo que a decir de los expertos pone en evidencia la fragilidad gravitacional Tierra-Luna y hará que algún día en el futuro la perdamos para siempre.