LA EXPLOSIÓN DE TUNGUSKA: 100 AÑOS DE INCÓGNITAS

El 30 de junio de 1908, a las 7:17 h. de la mañana, ocurrió un catastrófico fenómeno que azotó la región de Tunguska, concretamente una explosión aérea de muy alta potencia en la proximidades de Podkamennaya (Evenkia, Siberia, Rusia) en la posición 66º 55’’’ N 101º 57’’’ E.
Cien años, más de treinta hipótesis y teorías de lo ocurrido y escasísimas pruebas. El suceso sigue sin explicación. La incertidumbre persiste, aunque una alta probabilidad apunta al impacto de un cuerpo extraterrestre que produjo una detonación similar a la de un arma termonuclear de elevada potencia.
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La cuenca del río Tunguska amaneció con una ensordecedora explosión que mucha gente pudo escuchar desde 800 kilómetros de distancia. El bólido detonó en el aire. La explosión fue detectada por numerosas estaciones sismográficas y hasta por una estación barográfica en el Reino Unido, debido a las fluctuaciones en la presión atmosférica que produjo. Incendió y derribó árboles (unos 80 millones que sucumbieron a la embestida y se desplomaron en la dirección de avance del frente) en un área de 2.150 km², una extensión equivalente a la isla de Tenerife.

Rompió ventanas e hizo caer a la gente al suelo a 400 kilómetros de distancia. Durante varios días, las noches fueron tan brillantes en partes de Rusia y Europa que se podía leer tras la puesta de sol sin necesidad de luz artificial. En los Estados Unidos, los observatorios del MonteWilson y el Astrofísico del Smithsonian observaron una reducción en la transparencia atmosférica de varios meses de duración, en lo que se considera el primer indicio de este tipo asociado a explosiones de alta potencia. La energía liberada fue similar a la producida por una bomba de hidrógeno de 40 megatones. Si hubiese explotado sobre una zona habitada se habría producido una masacre de enormes dimensiones. Según testimonios de la población Tungus –la etnia local nómada de origen mongol dedicado al pastoreo de renos– que lo vio caer, «brillaba como el Sol». Informes del distrito de Kansk (a 600 kilómetros del impacto), describieron sucesos tales como barqueros precipitados al agua y caballos derribados por la onda de choque, mientras las casas temblaban y en los estantes los objetos de loza se rompían. El maquinista del ferrocarril Transiberiano detuvo su tren temiendo un descarrilamiento al notar que vibraban tanto los vagones como los raíles.
La deflagración calcinó la flora y la fauna de la región y devastó Vanavara, un pequeño poblado situado a 60 kilómetros. Un hongo de polvo y cenizas se alzó hasta los 15 kilómetros de altitud y originó una lluvia de oscuros copos en toda la zona.
Se registraron ondas sísmicas parecidas a las de un terremoto, así como diversos trastornos en el campo magnético terrestre. Más tarde, los meteorólogos hallaron en los registros de sus microbarógrafos que las ondas atmosféricas producidas por la detonación habían dado dos veces la vuelta a la Tierra.
Las convulsiones políticas de Rusia en esa época retrasaron 19 años la primera expedición a la región, por tanto, el estudio del suceso fue tardío y confuso. El gobierno zarista no lo consideró prioritario (algunas fuentes indican que tenían mucho interés en hacerlo pasar por una "advertencia divina" contra la agitación revolucionaria en curso), y no sería hasta 1921, ya durante el gobierno de Lenin, cuando la Academia Soviética de Ciencias envió una expedición a la zona dirigida por el minerólogo Leonid Kulik. Cuando Kulik vio por primera vez la magnitud del fenómeno, sintió tal congoja que retrocedió a por más ayuda. El clima había permitido que la alteración de las huellas del impacto fuera muy poca. El minerólogo atribuyó el desastre a la caída de un asteroide, pero nunca se encontró restos de hierro meteórico.
La falta de pruebas en las numerosas expediciones posteriores llevó a los científicos a especular entre asteroides, cometas, antimateria, bomba de hidrógeno natural o una posible nave extraterrestre accidentada. Por la alta extrañeza de las demás, las más aceptadas son las dos primeras.
Los habitantes de la zona afectada lo describieron como un hongo gigante que se elevaba por los aires. A pesar de ello, no existe ningún informe según el cual alguien muriese a consecuencia de la deflagración.

Estudio detallado del suceso

En 1938 Kulik realizó fotografías aéreas de la zona, lo que puso en evidencia una estructura del área de devastación en forma de "alas de mariposa". Esto indicaría que se produjeron dos explosiones sucesivas en línea recta. En los años 50 y 60 otras expediciones hallaron microlitos cristalinos muy ricos en níquel e iridio enterrados por toda la zona, lo que refuerza la teoría de que pudo tratarse de un objeto natural de origen extraterrestre. También se encontraron pequeñas partículas de magnetita.
Una expedición italiana que viajó a la zona en 1999 ha anunciado en 2007 que ha encontrado un cráter (el lago Cheko) asociado al suceso. Se trataría de un cráter de unos 50 metros de profundidad y 450 de diámetro localizado a 5 Km. del epicentro de la explosión. Los científicos afirman que han estudiado anomalías gravitatorias y muestras del fondo del lago que revelan este origen. Además, no hay testimonios ni mapas que avalen la existencia de este lago con anterioridad a 1928. Creen que se trataría en un fragmento menor del cuerpo impactante (cometa o asteroide) y que chocó a velocidad reducida. No obstante los resultados de esta expedición no son definitivos, puesto que habría que obtener muestras más profundas. Algunos científicos han puesto en duda esta hipótesis ya que consideran extraño que se generara sólo un cráter menor, en vez de un gran cráter (como el Cráter del Meteorito, en Arizona) o un rosario de pequeños cráteres (como el meteorito de Sikhote-Alin, en Rusia, o Campo del Cielo en Argentina), además existen árboles en el lago que aparentan tener más de cien años, así como la tasa con que se acumulan los sedimentos en ese lago, que indicaría que ya existía por lo menos mil años atrás. Estos días, Longo y sus colegas han vuelto al lago Cheko para averiguar su antigüedad. Si verifican que tiene 100 años, los científicos habrán encontrado la primera pieza del rompecabezas. Si es más viejo, el enigma persistirá.
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Teorías e Hipótesis

Cometa

Es la teoría más aceptada actualmente por los científicos. Un cuerpo celeste (un cometa pequeño o quizá sólo un pequeño fragmento) compuesto de hielo y polvo que estalló y posteriormente quedó completamente vaporizado por el roce con la atmósfera terrestre, permitiendo que todo el hielo sublimara directamente a gas, que se dispersó por la atmósfera eliminando todo rastro de la explosión. Al comparar los sismogramas del fenómeno Tunguska, estos corresponden a una explosión con una potencia de 40 megatones a 8 km. de altura al ser comparados con los de explosiones nucleares aéreas. Según una hipótesis formulada en la década de 1930 por el astrónomo I. Astapovich y el meteorólogo F.J. Whipple, se trató del impacto de un pequeño cometa cuyo núcleo, dada la masa estimada, habría debido tener un diámetro de varios centenares de metros. La cohesión del conglomerado que constituye el núcleo de un cometa es muy débil como para permitir su desintegración rápida en la atmósfera, ocasionando una gran explosión de gran magnitud al impactarse contra el suelo y vaporizándose. Las destrucciones se deberían, fundamentalmente, a la onda de choque atmosférica y, secundariamente, a la onda térmica. Contra esta teoría, algunos científicos no logran explicar la presencia en el sítio del impacto de metales tales como el níquel que supuestamente no se encuentran en cometas comunes, y es improbable que éste hubiera pasado inadvertido ante los astrónomos en días y noches anteriores del suceso; pero de la trayectoria de caída indica que el cometa procedía de una dirección muy próxima a la del Sol, dificultando su observación (como cuando ocurren los tránsitos de planetas interiores) y más aún si hubiera agotado sus sustancias volátiles, que producen su cabellera o cola, reduciéndose a un agregado inerte tal como un minúsculo asteroide. El día de la explosión la Tierra estuvo cerca del paso del cometa 7P/Pons-Winnecke por lo que no se descarta la posibilidad de que un fragmento del cuerpo celeste haya sido el responsable del fenómeno.

Antimateria

La antimateria se desintegra al chocar con la materia. Así pues, se tendría un rayo de energía durante todo el recorrido hasta el punto donde toda la antimateria se hubiera desintegrado. La única posibilidad de que se diera una formación similar sería que la antimateria hubiera caído en vertical, hacia el centro de la Tierra y se desintegrara por completo antes de llegar al suelo. No se conoce ningún proceso por el cual se pueda formar antimateria en medio del espacio. El espacio del sistema estelar no está por completo vacío (tiene una mínima densidad de hidrógeno), así que tendría que haber una gran cantidad de antimateria para aguantar su viaje hasta la Tierra. Es difícil que existieran objetos así ya que su choque con el hidrógeno espacial, aún en su pequeña proporción, emitiría cantidades de energía significativamente perceptibles.

Bomba de hidrógeno natural

En 1989, los astrónomos D’alessio y Harms sugirieron que parte del deuterio de un cometa que penetró en la Tierra podría haberse fusionado nuclearmente, dejando una "firma" distinguible en forma de Carbono-14 en la atmósfera. Concluyeron que la cantidad de energía nuclear liberada habría sido casi despreciable.
Independientemente, en 1990, César Sirvent propuso que un cometa de deuterio, es decir, un cometa con una concentración de deuterio anormalmente alta en su composición, podría haber explotado como una bomba de hidrógeno natural, generando la mayor parte de la energía liberada en la explosión. La secuencia habría sido, primero una explosión mecánica o cinética, e instantes después una explosión termonuclear generada por la primera explosión.

Una nave espacial

Nikolai Subbotin, Director de la Estación Rusa de observación de ovnis, opina que hay muchos datos que apuntan a que fue un vuelo racional dirigido.
Aquel objeto realizó un giro, algo que un objeto natural o un meteorito no habría podido hacer.

Quienes sospechan que lo ocurrido en Tunguska no fue un meteorito o asteroide se apoyan en informes que indican que el propia Stalin pensaba que la explosión fue el resultado de un tipo de arma experimental lanzada por una nave extraterrestre.
Stalin envió para investigar el suceso a científicos tan respetados como Sergei Koroliov, padre del programa espacial ruso.
Inicialmente Koroliov encontró que muchas de la cicatrices físicas producidas por la explosión aún eras visibles. Pero el descubrimiento más sorprendente llegó en forma de fragmentos metálicos radiactivos. Restos pocos habituales en un meteorito o asteroide.
Si se sigue la trayectoria del objeto, se llega a una zona denominada «el cementerio del demonio». Se trata de una zona de 300 m², en la que no crece ni una planta, y en la que mueren todos los animales. Un lugar con unos niveles de radiactividad más altos de lo normal. Podría tratarse de las consecuencias de un posible fragmento metálico radiactivo resultante de la deflagración.
Según los expertos, los asteroides o meteoritos no bajan con ese nivel de radiación. Por tanto, una de las hipótesis es que se trató de una nave nodriza que había explotado.
Se dice que Koroliov le dijo en secreto a Stalin que en verdad la explosión había sido provocada por un ovni, cuyos restos estaban esparcidos por toda la zona.
No obstante, en el informe oficial, la explicación que aparece es que el suceso había sido provocado por el choque de un meteorito gigante. Es decir –como apuntan ciertos investigadores– si la información es útil para la burocracia, perfecto, si no, no existe.
Para finalizar comentar que los restos radiactivos, se piensa, fueron llevados a la secreta base de Kasputin Yar, la equivalencia rusa de la famosa Área 51 americana..