El candelabro de Paracas

En una suave colina de arena, en la Bahía de Paracas se encuentra otro de los enigmas pendientes. Un candelabro inmenso, dibujado sobre la cambiante superficie de arena, sin que jamás se haya borrado.
Llamado "tridente" o "candelabro" de Paracas, sus grandes dimensiones y su diseño sobre la arena permiten distinguir una relación con las líneas y geoglifos de Nazca.
Uno de los puntos en común que le unen a la pampa nazqueña reside en la extrema sequedad del paraje, lo que probablemente ha permitido una notable conservación de la figura. La atmósfera salitrosa que envuelve el promontorio ha actuado como aglutinante, apelmazando y endureciendo la arena que rodea al candelabro. Los fuertes vientos reinantes rellenan y vacían regularmente los brazos aunque, hasta el momento y como ya apuntaba al inicio, han sido incapaces de borrarlos.

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El mástil principal mide aproximadamente 183 metros de altura, en tanto que toda la figura abarca una amplitud de 60 metros. Su inclinación en relación al mar es de 40 grados de longitud máxima.
Los pilotes laterales alcanzan una longitud de 60 metros desde su origen hasta la cumbre, la anchura de los brazos 3,20 metros, y los surcos que los hacen visibles tienen una profundidad que varía de 1 y 1,20 metros.

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Al excavar en el interior de dichos brazos nos encontramos con otra sorpresa. A diez o quince centímetros, dependiendo del lugar donde excaves, la arena desaparece y surge una costra blancoamarillenta, de naturaleza cristalina, muy común en toda la península de Paracas. Esta sedimentación natural, aparte de su luminosidad, presenta una superficie asombrosamente lisa. Hoy se dibuja como un tono rojizo-amarillento, pero no podemos dejar de imaginar que hace cientos o miles de años tuvo que destellar al sol como un candelabro de plata.
No hay fuentes escritas sobre él. No hay tampoco una explicación oficial acerca de su verdadero significado ni de su función. Su origen sigue siendo aún un misterio y la antigüedad del mismo tampoco ha podido ser desvelada.

Hipótesis interpretativas

Extraterrestres

Los defensores de la teoría extraterrestre, sostenida por investigadores como Von Däniken o L.Taylor Hansen, aseguran que tales líneas, imborrables al paso de los siglos, serían obras de alienígenas, pues el Candelabro apunta directamente a las famosas líneas de Nazca, las que igualmente solo pueden apreciarse desde el aire y que sería señales de un gigantesco puerto sideral para naves extraterrestres.
Al respecto, Von Däniken en su libro Regreso a las Estrellas dice: "......Algunos arqueólogos opinan que el candelabro de la pared rocosa de la bahía de Pisco sería una señal costera para ayuda a la navegación de cabotaje. A esta tesis se opone el hecho de que el candelabro se encuentra en una bahía y de que, por tanto, no puede ser visto desde cualquier parte por las naves que pasen cerca de la costa. Tampoco concuerda con esta hipótesis la consideración de que una señal de estas medidas habría sido desmesuradamente grande para la navegación marítima, aparte que es muy dudosa la existencia de este tipo de navegación en épocas muy primitivas. Pero, sobre todo, tenemos el hecho de que los constructores de este candelabro, lo dispusieron mirando hacia el cielo. Por otra parte, aún se ha de aclarar por qué no se utilizaron como puntos de señalización para la navegación marítima las dos islas que se encuentran en el mar abierto, siguiendo la prolongación del brazo central del candelabro, si es que en realidad se pretendía que éste sirviera como señal. En estas islas había puntos de orientación naturales que podían verse desde cualquier lado. Así, pues, ¿por qué se iba a construir una marca que no podía ser vista en absoluto por las embarcaciones que llegaran tanto del Norte como del Sur? ¿Y por qué crear una señal de navegación que mira hacia el cielo? Además, aparte un desierto de arena, no hay allí nada, absolutamente nada, que pueda atraer a un marino, y, por otra parte, la escasa profundidad de las aguas debió impedir también, ya en épocas primitivas, que las naves se acercaran a la costa......".

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Mi buen amigo el periodista y escritor J.J. Benítez en el capítulo que le dedica al candelabro en su libro Mis enigmas favoritos señala –sin embargo– lo siguiente: “La verdad es que en estos últimos años he llegado a leer y escuchar las más peregrinas hipótesis sobre su construcción y finalidad. Una de las más difundidas y mejor aceptada quizá por la carga “mágica” que arrastra es la que sostiene que el gran “tridente” señala hacia el valle del Ingenio, “como una especie de cósmica advertencia de la proximidad del cosmódromo nazqueño”. Y lógicamente, aquellas personas que no han tenido la fortuna de visitar el lugar o, sencillamente, no se han tomado la molestia de inspeccionar los mapas, pueden llegar a creer en semejante “invento”. Nada más remoto y carente de base.
Esta inmensa y misteriosa figura trazada sobre la ocre salitrosa duna que se desliza hacia el océano Pacífico en punta Pejerrey, en la península de Paracas no guarda relación alguna con las “pistas” y dibujos que conforman el referido “tablero maldito” de Nazca. En una de mis primeras visitas al promontorio, los análisis efectuados con las brújulas fueron terminantes. El eje central y principal del “candelabro” marcaba el norte. Para ser exactos: 348 grados. O lo que es lo mismo, una desviación de 12 grados hacia el oeste, en relación con el norte magnético. (Como es sabido, en esta zona, la desviación magnética se calcula en unos siete grados este.) Ello situaba la dirección de la figura a 355 grados. En otras palabras, no existía la menor relación con Nazca, al menos en lo que a direccionalidad se refiere. Ni con la pampa, ni con la ciudad de Cuzco, ni tampoco con la mítica Machu Picchu. Muy probablemente, si el “candelabro” o “tridente” de Paracas apareciera orientado hacia alguno de estos conocidos enclaves, el velo de misterio que lo cubre quizá hubiera sido levantado hace tiempo...Lamentablemente, al trazar una línea recta siguiendo su brazo principal, uno se pierde en el interior del continente americano, sin alcanzar a desentrañar el porqué de tan desconcertante símbolo.
Tampoco el estudio de sus colosales magnitudes o la forma en que pudo ser trabajado arrojan la suficiente luz como para aclarar la razón o razones de su existencia”.

Antiguos peruanos

Versiones de leyendas afirman que los antiguos peruanos que recorrían el mar, dibujaron este candelabro con la finalidad de orientarse en sus travesías de pesca o de conquista, pues visto desde tierra no puede ser apreciado, lo que si ocurre desde el límpido mar Paraqueño.
Un examen detallado de los surcos de las líneas del candelabro de Paracas revela que al excavar la tierra del fondo, tras unos diez o quince centímetros, aparece una costra blanquecina, muy habitual en esa zona, que se supone que era el verdadero suelo del surco y que quizás pudiera resplandecer bajo la acción del sol, siendo entonces visible a gran distancia, al modo de un moderno faro.
El investigador Guillermo Illescas lo ha asociado a la Constelación de la Cruz del Sur, conocida también como la Cruz de los navegantes, por indicar a los marinos del Hemisferio Sur la ubicación del Polo Austral por medio de su eje principal que les servirá de guía y orientación en sus viajes. De cada uno de los brazos laterales, arranca su correspondiente poste, paralelo al eje principal, del que equivaldría al eje de la cruz del Sur. Illescas en meditadas investigaciones lo ha identificado plenamente con la Cruz del Sur y algunas estrellas de la constelación Centauro que serían las que le dan su peculiar forma de Candelabro: “Volviendo los ojos al cielo podríamos comprobar –afirma– que un poco más a la izquierda (al oriente) de la estrella Beta Cruz y un poco más arriba de ella (al norte) se encuentra la estrella Pi Centauro, la misma que al unirse con la estrella correspondiente de dicha constelación mediante una proyección generada entre las estrellas que se indican, serviría para determinar el poste lateral de ese lado resultando de ese modo, paralelo al eje principal”.
La figura se encuentra dibujada en una superficie de arena endurecida de color blanquecino en un lugar donde no existe playa, de manera que tal lugar jamás pudo ser un desembarcadero, ni punto de llegada para nadie.

Una señal para piratas

Hay una serie de investigadores que opinan que este geoglifo fue realizado por los piratas que infectaban las rutas comerciales oceánicas de los galeones españoles que llevaban los impuestos y las riquezas de América a la metrópoli durante los siglos XVI y XVII.
Para ellos su función sería la de indicar una ruta hacia un posible gran tesoro. Una teoría similar a esta es la que defiende el francés Robert Charroux que pensaba que era un indicador que señalaba donde se encontraba un fastuoso y legendario tesoro inca.

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San Martín

Una teoría señala que fue realizado por José de San Martín (1778-1850), interpretando que se trata de un símbolo de la masonería. Son muchas las leyendas que circulan acerca de la presunta pertenencia a la masonería de muchos de los grandes personajes que participaron en las distintas guerras de liberación de las colonias americanas respecto de España.

Un símbolo ritual de sacrificios humanos

Otra de las funciones del extraño geoglifo podría ser, como apuntan otros investigadores, un símbolo ritual de sacrificios humanos.
Dicha opinión estaría basada en que el eje principal apunta directamente al rumbo de la isla Blanca y del archipiélago de Las Chinchas, donde se encontraron momias de mujeres jóvenes decapitadas muy posiblemente como sacrificio a los dioses.

En definitiva…

Lo único verdaderamente cierto es que se desconoce cuales fueron sus orígenes, tanto en lo que respecta a sus constructores, fechas, y por supuesto, su significado y utilidad.
Pero si hay algo que no pasa inadvertido para nadie es que, tanto su estratégica situación como sus enormes proporciones indican una clara intención por parte de sus realizadores para que fuese visto desde grandes distancias (con tiempo despejado es perfectamente visible a 20 kilómetros de la costa), destacando especialmente su contemplación desde el mar, pero sobre todo desde el aire.
La cultura paracas fue descubierta por el médico y arqueólogo Julio César Tello Rojas en 1925.

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Halló los cementerios de Cerro Colorado y Cavernas cuatrocientos veintinueve fardos funerarios, muchos de los cuales contenían hasta dieciséis mantos además de esclavinas, turbantes, paños y demás adornos de uso personal. Dividió la cultura en dos períodos: Paracas Cavernas (7000 a.C.) y Paracas Necrópolis (2000 a.C.). Destacan muy especialmente las piezas textiles que envolvían las momias humanas contenidas en estos fardos. Los tejidos Cavernas se caracterizan por ser de tipo geométrico y rígidos, predominando la técnica de doble tela Los tejidos Necrópolis, en cambio, presentan mayor maestría y delicadeza en los diseños debido a que eran bordados, lo cual permitía obtener hermosos motivos y creaciones llenas de color.

paleolitico

Esta cultura poseía amplios conocimientos médicos, y así ha quedado demostrado por la presencia de numeroso instrumental quirúrgico y envases de cerámica conteniendo distintos productos anestésicos y desinfectantes, que eran empleados por los Hampa Camayoc (médicos) en sus trepanaciones de cráneo. Así casi el 40% de los cadáveres encontrados en Cerro Colorado presentaban huellas de estas operaciones.
En toda el área de Paracas, se han registrado al menos 106 emplazamientos arqueológicos, la mayoría dentro de la Reserva Nacional, que corresponden a diferentes etapas de antiguos pueblos prehispánicos que se remontan aproximadamente a hace unos 9000 años. Entre 1955 y 1962 el arqueólogo suizo Federico Engel realizó distintas excavaciones en la Bahía de Paracas, encontrando los restos humanos más antiguos de toda el área en la zona conocida como Pampa de Santo Domingo, que cifró en torno al año 7000 a.C.
Engel divide a Paracas en tres períodos basándose en la evolución de los estilos. Ambos, no obstante, coincidieron en que la cultura Paracas se caracterizó por haber realizado la trepanación de cráneos y por el alto desarrollo textil, testimoniado a través de grandes mantos con vivos colores que perduran intactos a pesar de los siglos.