CAMINANDO HACIA EL FUTURO

Los cambios en los grandes ideales que mueven a la humanidad han transformado nuestros sueños. Escritores y cineastas vaticinaron un futuro probable que ha pasado a formar parte de la visión subconsciente de lo que es nuestro tiempo y cómo será el futuro. Por ello, quiero comenzar el año echándole una mirada. Y deseo hacerlo centrándome en un mundo apasionante como es el de la robótica.
Decenas de películas, la mítica «2001 una odisea del espacio», «Blade Runner», «Inteligencia Artificial» o «Yo robot», entre otras excelentes producciones, han tratado este interesante tema. Sin olvidar –por supuesto– en ningún momento la literatura. Más adelante expongo un ejemplo de una de sus obras maestras.
Cada mañana cuando nos levantamos podemos hacer el ejercicio de mirar a nuestro alrededor e identificar todos aquellos objetos que son producto de nuestra tecnología. Rápidamente caeremos en la cuenta de que la inmensa mayoría de las cosas que nos son útiles y que nos ayudan en todos los aspectos de nuestra vida provienen de ella. No sin razón entonces podríamos decir que nos encontramos en la era de la tecnología y que ésta, cada día, se encontrará más y más presente en nuestra vida cotidiana.

Viene esto a cuenta porque cuando se habla de inteligencia artificial, a veces se asimila ésta a reproducir la capacidad para la resolución de problemas que tiene un humano. Se trata por supuesto de una interpretación restrictiva, que podría pensarse que da lugar a una IA “fría”. Lo que intuitivamente describiríamos como carente de sentimientos o de emociones.
Sin embargo, hay algunos investigadores que creen que cuando las computadoras se vuelvan muy complejas, sus sistemas de pensamiento simulado serán superiores al cerebro humano. Pero, como se pregunta Jack Copeland, autor del libro "Inteligencia Artificial", ¿es el pensamiento un fenómeno biológico y, por lo tanto, tan lejos del alcance de una máquina de silicio y metal como la fotosíntesis, la lactancia o cualquier otro proceso dependiente de la biología? ¿O el pensamiento se parece más a volar, algo que pueden hacer los seres vivos y los artefactos metálicos? De ser así, el comportamiento del sistema artificial no sería controlado por el programador ni resultado directo de las instrucciones dadas por éste: se trataría de una propiedad sistémica, emergente, cuya existencia estaría en la organización e interrelación de las partes, más que en las partes mismas. Douglas Hofstadter, un especialista en inteligencia artificial, opina que cuando estas entidades artificiales sean lo suficientemente complejas como para pasear solas por el mundo, dirigidos por sus propios objetivos, adquirirán de forma natural una conciencia. ¿Podrán estas máquinas ser autónomas y actuar por su cuenta?


La literatura de ciencia-ficción ha tratado mucho la idea de que la máquina, como organismo con su propia evolución, puede independizarse de su creador trazando sus propios objetivos y sus propias metas…
Quisiera compartir con el lector algunos de los fragmentos más interesantes de la obra “El Quijote y el molino de Viento”, una de mis favoritas:

“El primer robot del mundo caminaba por verdes colinas, mientras su metálica y bruñida envoltura destelleaba bajo los rayos del sol...Lo habían concebido como humanoide...tenía los ojos con cuencas para lentes extras si necesitaba utilizar la visión microscópica o telescópica...Humanoide pero no humano –creación del hombre, pero más que el hombre. La primera máquina independiente, volitiva, no especializada–. Se soñaba con ella desde hacía tiempo. Antes había sido el genio en la botella o el Golem, la cabeza de bronce de Bacon, o el monstruo de Frankenstein...
Miraban al robot cuando pasaba y, en muchas ocasiones, se hacía un gran silencio al paso de su tremenda sombra. Sus detectores electrónicos captaban los latidos acelerados y delataban el nerviosismo y un leve desasosiego...oh, ellos confiaban en los seres cibernéticos; no les consideraban monstruos devoradores, aunque entre ellos se miraban inquisitivamente. Sentían la tan consabida como vieja inseguridad del hombre ante lo ajeno y desconocido…Lo construyeron hace tres años. Parecido al hombre, con un cerebro...¡pero más que el hombre!...lleva andando suelto por ahí desde hace un año o algo así... Borklin corrió lanzando maldiciones hacia él. Sus zapatones se deshicieron en patadas contra los tobillos del robot… No podemos hacerte daño –dijo–. Somos don Quijote embistiendo contra los molinos de viento. Pero tú no sabes nada de eso. No sabes de ninguno de los viejos sueños del hombre.
–Soy incapaz de explicarme vuestros actos –dijo el robot... –Sois desgraciados...Habéis estado bebiendo para escapar a vuestra infelicidad y, en vuestro actual estado de intoxicación, me identificáis como la causa de vuestra desgracia. –¿Y por qué no? –espetó Brady– ¿Acaso no lo eres? En la Tierra las máquinas se están apropiando de todo con su orgullosa eficacia...Y ahora vienes tú, el último modelo, el que va a reemplazar al propio hombre…
Mira, yo fui construido para un estudio puramente científico. Al cabo de un par de años, ya sabían todo cuanto podían saber de mí..¡Y yo ya no tenía otra razón de ser! Me permitieron ser un inofensivo vagabundo que caminara sin objetivo, sólo para que pudiese estar haciendo algo...¡Y mi vida se calcula que será de quinientos años!
»No tengo ningún propósito, ninguna utilidad. No tengo ninguna razón real para existir. No tengo ningún compañero, ningún lugar en la sociedad humana, ni empleo alguno para mi fuerza y mi cerebro, ¿puedes pensar que soy feliz?
El robot se volvió para marcharse. Brady se había sentado sobre la hierba, sosteniendo su cabeza con las manos para evitar que se le escapase hacia el espacio dando vueltas. Pero captó las últimas palabras del robot y notó en su átona voz metálica una impresionante especie de amargura. Nunca podría olvidar lo que le había dicho.
–¡Hombre tú eres el afortunado. Tú puedes emborracharte!”

No obstante, ¿qué pasaría si las computadoras deciden, una vez que sean auto-conscientes, que son superiores a los humanos? ¿Y cómo se relacionarán con los humanos menos inteligentes que le rodeen? ¿Podrían, incluso, aparecer como una nueva especie capaz de provocar nuestra desaparición del planeta? En este caso, ¿debemos temerle a las máquinas? Joseph Weizembaun (investigador en inteligencia artificial y creador del famoso programa de psicoanálisis Eliza) cree que las inteligencias artificiales, por su propia naturaleza, serían incapaces de comprender cabalmente la condición humana o de simpatizar con ella. La humanidad esclavizada o aniquilada por sus propias invenciones tal vez sea, de todas, la más irónica de las visiones apocalípticas.
Debido a que no hay dos entornos exactamente iguales, si se deja actuar a la evolución artificial sobre las máquinas, es muy probable que emerjan con procesos de pensamiento tan diferentes unas de otras como lo son dos seres humanos entre sí.


¿Qué podemos esperar de las máquinas inteligentes?, ¿una versión más inteligente y más rápida que nosotros, o algo que nos transcienda? ¿Encontraremos que lo que ahora consideramos como enormes diferencias entre las sociedades de la Tierra son insignificantes comparadas con las diferencias entre la inteligencia natural humana y la inteligencia artificial maquínica? ¿Seremos sólo animales de compañía?
"La inteligencia artificial es una forma de vida muy diferente, y con unas posibilidades de logros intelectuales difíciles de imaginar. Estas máquinas pueden evolucionar, incluso más rápido que los seres humanos: unas computadoras inteligentes diseñarán otras, y llegarán a ser más y más inteligentes. Es bastante complicado imaginar cómo podríamos tener máquinas millones de veces más inteligentes que cualquier humano y que –sin embargo– siguieran siendo nuestras esclavas, para hacer lo que quisiéramos. Quizás condesciendan y hablen con nosotros; quizás jueguen a los juegos que nos gusten; quizás, en cierto sentido, nos mantengan como animales de compañía", afirma Edward Fredkin, del Laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT.
Un pensamiento, cuanto menos, perturbador…
..
..
¿Se harán realidad las oscuras imágenes soñadas por el cine y la literatura o seremos capaces, como eternos creadores de mundos, de surgir hacia un futuro luminoso para todos, hombres y máquinas?