REFLEXIONES SOBRE JUDAS

Judas Iscariote (en hebreo יהודה איש־קריות Yəhûḏāh כΚ-qəriyyôṯ).

Siguió a su Maestro durante su predicación por Judea y Galilea (hoy conocida como Palestina) y –según los Evangelios– fue el apóstol traidor que reveló a los miembros del Sanedrín el lugar donde podían capturar a su Maestro sin que sus seguidores interfiriesen, tal como había anunciado el propio Jesús durante la Última Cena (Mateo 6:14-75 y Lucas 22:20).
Se cree que procedía de Cariot en Judá. Era el encargado de administrar las limosnas.

La animadversión popular e histórica hacia Judas

Judas ha pasado a la tradición cristiana posterior como el traidor por antonomasia. La animadversión popular hacia el personaje se expresa fielmente en la quema, apedreamiento o linchamiento ritual de numerosos muñecos llamados Judas en Carnaval, Semana Santa u otras fiestas populares (como el Día de Judas celebrado en Robledo de Chavela, o El Judas de Samaniego, ambas en España, o las Festividades de los Judíos en Purísima del Rincón, en México). Esta animadversión hacia Judas, y también hacia los sacerdotes judíos que contrataron sus servicios, fue desviada para que contribuyera al antisemitismo, facilitando la formación de un estereotipo negativo sobre el pueblo judío. A ello ayudó la semejanza entre el nombre de persona Judas y la palabra judío, término que deriva del nombre del reino de Judá (del hebreo יְהוּדָה, Yehudá, hijo de Jacob). La generalización tuvo éxito a pesar de que evidentemente Judas no era el único judío entre los apóstoles, de que los demás apóstoles judíos no traicionaron a Jesús y de que el propio Jesús fue judío.

Ejemplo de esta antigua animadversión popular se observa en una leyenda medieval, analizada por Vladimir Propp en su libro Edipo a la luz del folklore. Según ésta, Judas fue abandonado nada más nacer por sus padres. Lo acogió una familia real, pero cuando creció mató a su hermanastro y salió huyendo. Entró al servicio del gobernador de su patria (Pilatos) y, a petición de éste, entró a robar manzanas en el jardín de su padre. Sorprendido in fraganti, mató al padre. Después, se casó con la viuda de éste, es decir, con su propia madre. Tras averiguar su verdadera identidad, trató de expiar su culpa convirtiéndose en uno de los apóstoles de Cristo —pero, lejos de redimirse, acabó traicionando a su maestro.

Reivindicación de Judas

En el siglo XX, algunos autores ensayaron, como ejercicio de ingenio o por convicción sincera, la posible reivindicación del personaje. Así, en el año 1944 Jorge Luis Borges publica el cuento Tres versiones de Judas, en el que presenta a un teólogo mostrando tres interpretaciones de Judas diferentes a la convencional, para quedar convencido al final de su última teoría: Dios no encarnó en Cristo, sino en Judas. Posteriormente Juan Bosch, en su libro de 1955 Judas Iscariote el calumniado, revisa la tradición evangélica sobre el personaje, presentándolo como víctima de una interpretación errónea de los hechos. El cine también ha mostrado facetas diferentes de Judas; por ejemplo la película «La última tentación de Cristo» basada en la novela homónima de Nikos Kazantzakis.
En el año 2006, esta lectura positiva de Judas cobra nuevos bríos con la publicación en abril de la traducción del Evangelio de Judas, un texto gnóstico que data posiblemente del siglo II. Según este texto, el propio Jesucristo pidió a Judas que lo traicionara, a lo cual Judas cumplió la orden como supremo acto de obediencia. Para los gnósticos esto representaba un acto sagrado, pues ayudaba a liberar del cuerpo el Espíritu Santo de Jesucristo.

Evangelio de Judas

"El beso de Judas" una representación tradicional de Judas por Giotto, Fresco realizado alrededor del 1306 y conservado en la Capilla de los Scrovegni, Padua.
Se denomina Evangelio de Judas a un evangelio utilizado, según testimonios de los Padres de la Iglesia, por la secta gnóstica de los cainitas. Fue compuesto probablemente durante el siglo II. Este evangelio se creía desaparecido, pero durante los setenta del siglo XX fue hallado en Egipto un códice copto (supuestamente traducción de un original griego) en el que aparece un texto que parece corresponder al Evangelio de Judas mencionado en la literatura cristiana primitiva. En 2006 la organización National Geographic Society hizo público su trabajo de restauración y traducción del manuscrito.

En el texto se hace una valoración positiva de la figura del apóstol Judas Iscariote, que en los cuatro evangelios canónicos es considerado como traidor a Jesús. Según este evangelio apócrifo, Iscariote fue su discípulo favorito, y si entregó a su maestro a las autoridades romanas fue en cumplimiento de un plan previsto por el propio Jesús.
En 2007, tras revisar el manuscrito original, la biblista April D. DeConick, profesora de la Rice University (Estados Unidos), desmiente esa interpretación, que se basa en una traducción mal hecha.

Descubrimiento

La primera referencia moderna conocida a este texto data de 1983, cuando alguien propuso su compra a la Universidad Metodista del Sur y el experto Stephen Emmel pudo examinarlo brevemente, junto con otros manuscritos. Según se cree, lo descubrieron en 1978 unos campesinos egipcios en la localidad de El Minya, y fue sacado de Egipto de forma ilegal. El anticuario que intentó venderlo pedía una cifra que los posibles compradores consideraron excesiva (tres millones de dólares por el lote en el que iba incluido), por lo que tuvo que desistir. El texto estuvo depositado desde 1984 en un banco de Nueva York.
En 2002 lo adquirió la Maecenas Foundation for Ancient Art, radicada en Basilea, una fundación privada de Suiza, dirigida por el abogado Mario Roberti. Esta fundación contactó con National Geographic Society para que restaurase, datase y tradujese el manuscrito. Según el vicepresidente de esta institución, Terry García, el códice estaba muy deteriorado, y, si no hubiesen actuado de inmediato, hubiera acabado convertiéndose en polvo.
Rudolf Kasser hizo pública la existencia del texto en una conferencia que tuvo lugar en París, en julio de 2004. Al año siguiente, un portavoz de la Maecenas Foundation anunció su traducción inminente al inglés, francés y alemán.
National Geographic Society eligió para hacer pública la restauración y traducción del manuscrito la fecha del 6 de abril de 2006, próxima a la Semana Santa, en que se conmemora la muerte de Jesús de Nazaret. El 9 del mismo mes programó el estreno televisivo de un documental sobre el manuscrito.

Contenido

El texto del Evangelio de Judas es un relato de unas doscientas cincuenta líneas, del ancho aproximado de un folio, que se encuentra en un códice de 66 páginas, más de un tercio del cual es ilegible, y que contiene otras tres obras. Dos de ellas (el Primer Apocalipsis de Santiago, y la Epístola a Felipe, atribuida a San Pedro) son obras gnósticas ya conocidas por los hallazgos de Nag Hammadi. La tercera es un fragmento de un texto desconocido, titulado provisionalmente Libro de Alógenes). Todos los textos están escritos en el dialecto sahídico del idioma copto, aunque es una traducción de un original griego (probablemente de comienzos del siglo II). Mediante varios métodos, entre ellos el del carbono-14, el códice ha sido datado entre los años 220 y 340.
El papiro se encuentra deteriorado: algunas partes del texto se han perdido y otras se conservan sólo fragmentariamente. 26 de las 66 páginas corresponden al Evangelio de Judas. La parte que ha podido ser traducida comienza indicando que se trata de las revelaciones que Jesús hizo a Judas Iscariote, en conversación privada, tres días antes de la Pascua. Escrito en tercera persona, el texto es un diálogo entre Jesús y sus discípulos, especialmente Judas, que aparece como el discípulo favorito de Jesús. Según este evangelio, Judas entregó a su maestro a los romanos siguiendo órdenes del propio Jesús, quien profetizó: "Tú serás el décimotercero, y serás maldito por generaciones, y vendrás para reinar sobre ellos." (página 47 del manuscrito).
El Jesús que presenta este Evangelio es desenfadado, se ríe con frecuencia de los malentendidos de los demás discípulos y de su devoción superficial. La inversión de la relación tradicional entre Jesús y Judás que plantea el texto es que Jesús le está agradecido a Judas y lo elogia: “Tú los superarás a todos ellos. Porque tú sacrificarás el hombre que me cubre (...). La estrella que indica el camino es tu estrella” (n. 56-57).
Al final, poco después de entrar en una nube luminosa, Judas “recibió algún dinero y se lo entregó a ellos”. Jesús se lo agradece, ya que prepara el momento en que Jesús quedará liberado del cuerpo, lo que le permite regresar al “reino grande e ilimitado cuya inmensidad no ha visto ninguna generación de ángeles” (n. 47).
La mayoría de los estudiosos considera que el texto es auténtico, y no una falsificación. De ello no se sigue que lo narrado en el texto tenga validez histórica, ya que sigue sin establecerse el autor original o la época, aunque tampoco cabe negársela de forma terminante. Dado que se trata de un texto gnóstico del siglo II, similar a la mayoría de los hallados en Nag Hammadi en 1945, es probable que no transmita una tradición emanada del Jesús histórico, sino una reelaboración en clave esotérica y simbólica del relato que nos ofrecen los evangelios sinópticos.

Reflexiones

Acorde con la tesis del autor inglés A. Burgess en «El hombre de Nazareth», que intenta otra mirada sobre Judas, podemos vislumbrar que fue no tanto un traidor –que lo fue– como un decepcionado patriota. Se observa que Judas era un nacionalista judío que creyó realmente que Jesús encabezaría una rebelión popular contra los ocupantes romanos.
A sus ojos, Jesús tenía una conducta extraña propugnando una espiritualidad del amor, incluso respecto de los enemigos, y condescendencia con las tropas de ocupación y los publicanos, impopulares recaudadores de impuestos que abusaban de su poder ya que cobraban más de lo que la ley les exigía, y al estar amparados por ella, las personas no tenían defensa. Eran odiados por los judíos puesto que cobraban de más a su propio pueblo en beneficio de los invasores.
Este comportamiento tuvo que desesperar a Judas, por lo que llegó a la conclusión de que el mensaje de Cristo era contraproducente para la liberación de Judea y a la postre abandonista.
A partir de ese cálculo político se justifica a sí mismo la traición, aunque en realidad él no lo entregó a los romanos, sino a las autoridades religiosas del judaísmo, los que conservaban la legitimidad nacional del pueblo elegido.
Según todos los evangelios canónicos éste fue a ver a los jefes de los sacerdotes y a los oficiales del templo, y habló con ellos sobre cómo entregarles a Jesús. Ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y él aceptó y comenzó a buscar un momento oportuno en que no hubiera gente: “Judas guió a los guardias que arrestaron a Jesús hasta el lugar donde lo encontraron y les indicó quién era besándole (Marcos 14:43-46). Por su traición fue recompensado con treinta siclos de plata (Mateo 26:15), pero al poco tiempo se arrepintió de sus actos (una vez entregado su querido Rabí y amigo sintió remordimientos, lo que demuestra que después de todo amó a Jesús) e intentó devolver las monedas a los sacerdotes que se las habían dado, y al no aceptarlas éstos, las arrojó en el templo. Luego, desesperado ante la magnitud de su delación, se suicidó ahorcándose de un árbol (Mateo 27:5)”.
No es de extrañar que la figura de Judas haya despertado tanto interés en la literatura y que haya obsesionado precisamente a los denominados autores cristianos; se da en Judas la paradójica condición de ser traidor al amor de Cristo, pero al mismo tiempo su traición es el paso obligado para el sacrificio de la Redención.
Hay autores como el famoso novelista, ensayista y dramaturgo católico Georges Bernanos que representa muy bien esa ambigua consideración sobre Judas: Abominable y sin embargo necesario.
.
A pesar de que muchos autores consideran un enigma psicológico el móvil de la traición de Judas y de que los Evangelios no dan detalles que permitan establecer sus motivaciones, el móvil político del que habla Burgess parece el más convincente en un personaje apodado el zelota, es decir, perteneciente a la minoría radical, celosa de la independencia de Judea. Era lo que hoy podríamos denominar un nacionalista radical que exigía que Jesús fuera ese Mesías-Rey y Liberador que la tradición judía esperaba.
En el Evangelio de Juan se sugiere su codicia, por el hecho de que fuera el tesorero del grupo; es conocida la protesta de Judas porque Cristo permite que la Magdalena gaste un perfume con el que le unge los pies. En esa acción, la preocupación económica es más bien altruista que fruto de la codicia; lo que le mueve a Judas es precisamente la consideración política y militante del mesianismo de Jesús que no debiera permitirse esas indulgencias.
Judas fue un resistente a la ocupación romana que pensó que Jesús venía efectivamente a encabezar una rebelión política contra los invasores, que Jesús era el Mesías vencedor y guerrero que instauraría un reino de justicia en un Israel independiente gobernado por la estirpe del Rey David. Cual no sería su decepción cuando vio que detrás de los milagros de Jesús no había una vocación de poder: “Mi reino no es de este mundo…”
Sin embargo, el Reino que Judas esperaba sí era de este mundo.