¿Vestigios no humanos en la Luna?

Sé a lo que me expongo al tratar este tema. Entiendo lo que muchos lectores puedan pensar: “Se trata de un argumento excesivamente falaz, imaginativo, ingenuo, novelero o de una fantasía desbordante…”
Si bien, pueden escoger el calificativo que más deseen, y respetando profundamente la opinión de quienes así piensen, puedo decir que si siguen con detenimiento los argumentos que les voy a exponer seguidamente, comprobarán que hay datos objetivos suficientes, a pesar de todos los que se oponen a el, con más o menos fuerza, como para poder esbozarlo.
En un asunto de gran magnitud. Por ello, la única forma de hacer un análisis serio, y que Uds. puedan tener datos objetivos para poder conformar un punto de vista propio, es poder exponerlo en toda su extension.
Les ruego –por tanto– no se formen una opinión adelantada antes de haber leído íntegramente este escrito.
Comenzaré comentando que muchos de los lectores tal vez sepan de la publicación relativamente reciente en los Estados Unidos de varios libros y vídeos sobre el tema, que han puesto de actualidad –nuevamente– esa curiosa teoría conspirativa, según la cual la conquista de nuestro satélite, el mayor hito de la historia de la exploración espacial, bien pudo ser un refinado engaño organizado y dirigido por la NASA.
Pero no adelantemos acontecimientos…
La NASA (National Aeronautics and Space Administration) comenzó a funcionar el 1 de octubre de 1958, aunque el acta fundacional fue firmada por Eisenhower el 29 de julio de ese mismo año. Referir los orígenes de esta organización tal vez sea útil para que el lector se explique muchas de las cosas, algunas inverosímiles a primera vista, que explicaré a lo largo del escrito.
En la década de los cincuenta los Estados Unidos desplegaban dos programas espaciales independientes, el Explorer, desarrollado por el Ejército, y el Vanguard, dependiente de la Marina. El interés de los militares por el espacio no era una cuestión que tuviera nada que ver con el avance de la ciencia. La potencialidad de los satélites en misiones de reconocimiento y comunicación se unía al desarrollo de cohetes propulsores cada vez más eficientes que, de paso, podían ser empleados como misiles intercontinentales. Si a eso le unimos la posibilidad de emplazar armamento nuclear en órbita a la Tierra, no resultará difícil comprender que para las fuerzas armadas estadounidenses el espacio era un objetivo estratégico de primer orden. Por todo ello la NASA, a pesar de la imagen pública amigable que tradicionalmente ha divulgado, fue desde su principio una de las agencias gubernamentales americanas en las que el sigilo ha estado más presente, incluyendo la ocultación de datos al público.
De hecho, la propia acta fundacional de la NASA ya recoge en uno de sus artículos que cualquier información sería susceptible de ser ocultada si así lo demandasen los intereses de la seguridad nacional. Esto no se refería solamente a cuestiones que tuvieran que ver directamente con la defensa, sino que incluía otro campo tenido muy en cuenta durante aquella época: la posibilidad de encontrar pruebas que demostrasen la existencia de vida inteligente de origen extraterrestre. Así, entre el desarrollo de modelos secretos y la realización de variados experimentos en órbita, se inició uno de los planes de investigación más fascinantes de la historia, que culminaría con la conquista de la Luna, un acontecimiento detrás del que hay mucho más de lo que cuentan las enciclopedias.
Para algunos autores, los astronautas norteamericanos, o al menos los del Apolo XI, nunca posaron sus pies sobre la superficie lunar, aportando una colección de pruebas que, si bien en la mayoría de los casos son circunstanciales, en su conjunto conforman ciertas sospechas.
En principio, y analizando la coyuntura de la época, tampoco hubiera sido extraño que el gobierno norteamericano recurriese a una farsa de semejante calibre. Recordemos que toda esta turbia historia tuvo lugar durante el momento más tenso de la Guerra Fría y que el programa espacial soviético, hasta aquel momento, se había confirmado como mucho más eficaz que su equivalente estadounidense. No solo se trataba de una mera cuestión de prestigio; llegar a la Luna, a cualquier precio, era una necesidad militar, si se quería evitar que la Unión Soviética, consciente de su primacía tecnológica, fuera ganando terreno e influencia en la política internacional de la época. Estos y otros planteamientos similares habrían motivado la creación del ASP (Apollo Simulation Program), que culminaría con el alunizaje ficticio del Apolo XI en algún lugar del desierto de Nevada.
¿Absurdo? Es posible, pero analicemos algunos detalles que cuando menos levantan la sombra de una duda razonable. El primero de ellos, y el más evidente, se puede observar en las fotos que el módulo aparece posado sobre la superficie de la Luna. Según nos cuentan, y tal como atestiguan las conocidas fotografías de la huella de Armstrong, el suelo de nuestro satélite está cubierto por una considerable capa de polvo fino. Sin embargo, no existe ninguna diferencia entre el terreno que hay bajo el módulo y el circundante. Ni un cráter, ni polvo adherido a las patas del aparato. Las pequeñas irregularidades del suelo que rodea a la nave espacial continúan uniformemente bajo ésta, como si en vez de haber alunizado violentamente utilizando sus potentes retrocohetes para amortiguar el golpe, hubiera sido depositada allí suavemente por una grúa.

No es ésta la única sorpresa que nos deparará un atento estudio de las fotografías y filmaciones del programa Apolo. Como señala el fotógrafo David Percy, una de las más elementales reglas de la fotografía es que las superficies planas son siempre iluminadas uniformemente por el Sol. Sin embargo, cualquiera puede comprobar que en muchas de las fotografías, los astronautas y el módulo lunar se muestran en un área intensamente alumbrada, mientras los alrededores permanecen en penumbra, lo que solo podría haber sucedido si éstas se hubieran tomado de noche utilizando focos, y no en pleno día lunar, como cuenta la versión oficial. Las sombras que proyectan algunos objetos, en vez de ir en paralelo –como correspondería a una iluminación solar– se extienden en trayectorias divergentes, indicando que las fotos fueron tomadas en la Tierra, utilizando la noche de algún remoto paraje desértico o bien un plató enorme para simular un alunizaje de utopía.
A pesar de todo, particularmente, estoy totalmente convencido de que la NASA sí alunizó. Pero que pudiera ser que el motivo de que haya tanta controversia con las fotografías es que algunas no sean las originales, sino un burdo montaje al que se vieron obligados por un descubrimiento especial que hicieron en su superficie y que de ninguna forma podría ser divulgado al público.
Y cuando de conspiraciones se trata, las cosas nunca son lo que parecen a primera vista, y un fraude como el de las fotos lunares puede ser solamente la punta del iceberg de una operación de encubrimiento mucho mayor. Desde aquel histórico 20 de julio de 1969 en que el hombre puso por primera vez su pie en la Luna, las historias de un supuesto encuentro con algo ajeno a nosotros han corrido como un reguero de pólvora por todo el planeta. Todo tiene su origen en un “extraño” fallo provocado por una ¿cámara sobrecalentada? que mantuvo interrumpidas a lo largo de dos minutos las imágenes y sonido que la NASA servía al mundo, no sin unos segundos de margen para poder cortar la emisión en caso de que sucediera algún imprevisto. Sin embargo, radioaficionados de todo el planeta seguían las transmisiones a través de sus propios equipos de VHF y muchos de ellos atestiguan haber sido testigos de esta comunicación.
Según Otto Binder, antiguo empleado de la NASA, esta es parte de la transmisión (traducida al español) que algunos de esos radioaficionados recogieron ese día:
...
Astronauta 1: ¡Pero! ¿Qué es aquello?

Astronauta 2: ¿Tenéis alguna explicación?

Houston: No tenemos, ¡no os preocupéis, seguid con el programa!
--BEEP--
Astronauta 1: Oh chico, es, es increíble! ¡Esto es fantástico, no lo habrías podido ni imaginar!
--BEEP--
Houston: Roger ¡Lo sabemos, id por el otro lado!
--BEEP--
Astronauta 1: ¿Pero qué tipo de maravilla es esto? ¡Es increíble! ...Dios... ¿qué es eso?
--BEEP--
Astronauta 1: ¿Me decís qué demonios es eso?
--BEEP--
Houston: ¡Usad Tango, Tango!
--BEEP--
Astronauta 1: ¡ah, ahora hay una especie de luz allí!
--BEEP--
Houston: Roger, ¡Cambiamos la comunicación, usen Bravo Tango, Bravo Tango,
y seleccionen Jezebel, Jezebel!
--BEEP--
Astronauta 1: ...¡Sí!... pero todo esto es increíble!

Ante la situación, Houston ordena a los astronautas que tomen todas las fotografías que puedan y actúen como si nada estuviera sucediendo, porque van a reanudar la transmisión al público.
El asunto era grave. A pesar del desmentido oficial, y la consideración como falsificaciones de todas las grabaciones de aficionados que recogían el diálogo, la NASA era consciente de que una información “potencialmente perturbadora” había escapado aquella noche a su control. Algo que se juraron no volvería a suceder. Para evitarlo, en misiones posteriores se estableció un código de emergencias para que lo utilizasen los astronautas en casos como el anterior. Este código -cuyo nombre en clave era KILO- fue utilizado en una conversación que tuvo lugar durante la misión del Apolo XVII:

Módulo lunar: ¡Hey! Puedo ver un punto brillante allí abajo,
en el lugar de aterrizake, deben haber quitado esa cosa resplandeciente que lo cubre todo.
- -
Houston: Roger. Interesante. Mucho… Pasa a KILO. KILO.
- -
M L: ¡Hey! Ahora es de color gris, y el número uno se está alargando.
- -
H: Roger. Lo hemos cogido y copiamos que está allá abajo. Pasa a KILO. KILO en este asunto.- -
M L: Cambiando el modo a HM. La grabadora apagada. Perded un poco las comunicaciones
ahí, ¿eh? OK, está BRAVO. BRAVO. Seleccionar OMNI. ¡Hey!, nunca creeríais esto.
Estoy justo sobre el borde de Orientale, Miro hacia abajo y puedo ver la luz resplandeciente de nuevo.
- -
H: Roger. Comprendido.
- -
M L: Justo al final del cerro.
- -
H: Hay alguna posibilidad de…
- -
M L: Está al este de Orientale.
- -
H: ¿No supondrás que se trata de un Vostok?…

Esta última frase es especialmente significativa. Vostok es el nombre de una serie de satélites rusos que fueron lanzados a principios de los sesenta. Por la fecha y porque estas naves jamás abandonaron la órbita terrestre, es imposible que una de ellas se encontrara en la Luna, por lo que debe tratarse de un nombre en código para designar otra cosa, probablemente una nave de origen desconocido.

Ruinas selenitas

En las fotografías de la superficie lunar tomadas por diversos vuelos, tanto rusos como norteamericanos, se puede apreciar la existencia de extrañas estructuras que por su forma y organización sugieren un origen artificial. Todas ellas forman un conjunto que de ser de origen alienígena tendría una considerable antigüedad, a juzgar por los evidentes signos de deterioro que muestran.

Los testimonios de Johnston y Hoagland

El 30 de octubre de 2007, una noticia acaparaba la atención del diario ruso Komsomolskaya Pravda: ”Dos ex trabajadores de la Nasa denunciaron que dicha institución había fraguado y ocultado imágenes tomadas en la misión Apolo XI por los astronautas Armstrong y Aldrin”.
Les aseguro que esta noticia hubiera sido pasada por alto si no fuera porque uno de los denunciantes era nada menos que el propio ex director de la Sección de Conservación de Fotografías del Laboratorio de la Nasa, Ken Johnston, vinculado directamente con el proyecto Apolo a finales de los sesenta.
Los dos ex trabajadores de la NASA, Ken Johnston y el asesor Richard Hoagland, revelaron que dicha institución tiene ocultas fotografías sobre evidentes vestigios no humanos en la Luna, captadas en el alunizaje del Apolo XI en 1969.
Según confesaron estos ex trabajadores, que participaron de manera directa en esta travesía, los dos astronautas norteamericanos que por primera vez pisaron el suelo lunar, Neil Armstrong y Edwin E. Aldrin, observaron y captaron imágenes de extrañas estructuras sobre la superficie del satélite terrestre.
Johnston asegura que una vez producido este hecho recibió órdenes directas de eliminar todo rastro de aquellas fotografías, no obstante, él las conservó secretamente evitando así perder tan importante y reveladores documentos.
El ex director de la Sección de Conservación de Fotos de la NASA aseguró además que las fotografías publicadas en la prensa no son más que fotos manipuladas que han sido editadas para borrar u ocultar las evidencias dejadas por las fotografías originales.Por su parte, el ex asesor de la NASA en ese entonces, Richard Hoagland, señaló que los astronautas trajeron también algunos productos artificiales que hoy forman parte de la tecnología de países como Estados Unidos, Rusia, China, India y Japón, coincidentemente, países que en estos tiempos disputan una nueva carrera espacial para llegar a la Luna.
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De la misma forma, hay que añadir que la sonda rusa ZOND 3, en julio de 1965, había obtenido una fotografía en la que se aprecia una imagen que tiene todo el aspecto de ser una cúpula semitransparente.

Al observar las fotografías realizadas por las primeras sondas lunares enviadas en los comienzos de la carrera espacial, entre ellas las fotografías del LUNAR ORBITER 3 (1966), hay una en la que se ve lo que puede ser una especie de construcción de dos kilómetros de altura, sumamente erosionada, a la que se denomina "SHARD", a cuyo lado se encuentra un enorme cubo brillante flotando a unos once kilómetros de la superficie lunar.
En otra fotografía del Apolo 16, se puede ver otra especie de torre. Gracias a la sombra es posible apreciar que tiene una altitud considerable.

En 1967, la sonda SURVEYOR 6 fotografió en la región lunar de SINUS MEDII una bruma luminosa sobre la superficie con forma semicircular que la NASA se apresuró a decir que era debida a una tormenta de partículas de arena provocada por cargas electrostáticas. Pero para otros observadores tiene toda la apariencia de una enorme estructura transparente en forma de cúpula.

Del extenso catálogo de imágenes de la NASA hay algunas de ellas en las que se distinguen extrañas formaciones.
Uno de los documentos más significativos es la fotografía 4822 de la misión Apolo 10, el vuelo que precedió a la llegada del hombre a la Luna. Pese a que Eugene Cernan y Thomas Stafford no llegaron a descender sobre nuestro satélite, sobrevolaron este en el módulo lunar, cuando se encontraban a apenas 24 kilómetros de la superficie tomaron esa imagen, en la que observando atentamente se pueden encontrar una serie de detalles que no encajan con lo conocido sobre la Luna. En ella se ve una serie de alineaciones pétreas rectilíneas o formando un cuadrado y sobre todo, lo que parecen dos extraños reflejos de algo que está a varios kilómetros de altura.

El alegato de Alan Davis

Alan Davis nació en Illinois el 13 de diciembre de 1934, se licenció en Ingeniería Electrónica por la Universidad de Hawai y más tarde se diplomó también en Ciencias Empresariales. Comenzó a trabajar en la NASA en 1959, justo un año después de su creación. Fue ingeniero de telecomunicaciones del proyecto Apolo y estuvo en la plantilla de la agencia aeroespacial hasta 1973. Después se encargo de la dirección de varias estaciones de radar y a principios de los noventa fue director de ITT en España.
Su testimonio es sin duda alguna excepcional, ya que su trabajo en el proyecto Apolo consistía en recibir las señales de radio de las naves, que llegaban a su puesto en la isla de Antigua, en el Caribe, y devolverlas después hasta el control central en Houston. Él, por tanto, era el primero en recibir las comunicaciones de los astronautas y era testigo directo de todo cuanto acontecía en los primeros viajes espaciales.
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Según sus declaraciones, en el primer viaje tripulado no ocurrió solamente lo que vimos por televisión. Armstrong avisó por el circuito interno de comunicación de que “sentía cómo alguien se estaba fijando en él y en su compañero; no veía a nadie, pero estaba convencido de que no estaban solos”. Desde la Tierra no se le dio mayor importancia al tema, y en todo momento pensaron que los astronautas estaban siendo presa de extraños pensamientos debido al insólito lugar en el que se encontraban.
Pero más tarde ocurrió algo que dejó helados a los miembros del control de Houston: “Los astronautas relataron que ante sus ojos habían aparecido ruinas de una construcción hecha por seres inteligentes”. En la entrevista, el propio Alan Davis incluso las describe, ya que él mismo afirmó haber visto las imágenes. Según sus palabras “allí no había un solo muro, sino varios, y por su morfología era completamente imposible que se tratara de un capricho de la Geología. Los bloques de piedras estaban muy erosionados, pero estaba claro que aquello era artificial. En alguna de las paredes, a algo más de un metro de altura, había agujeros que recordaban a lo que hoy son nuestras modernas ventanas; también había otro tipo de huecos que estaban cerca del suelo, como si fueran puertas. La NASA investigó a fondo aquellas ruinas pero no fueron capaces de precisar su antigüedad. Sin embargo la conclusión a la que llegaron fue clara, una civilización desconocida tuvo hace miles de años una base sobre la Luna, incluso es posible que estuvieran allí antes del nacimiento de la raza humana”. .
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Según comento Alan Davis, la NASA ya tenía constancia, mediante otro tipo de pruebas, de la evidencia de visitas extraterrestres y de la existencia de vida fuera del Sistema Solar, antes de la aparición de las ruinas sobre nuestro satélite. Él mismo afirma que está “convencido de la existencia de visitas de otras civilizaciones, desde hace miles de años, a nuestro planeta”.
La pregunta que surge siguiendo el hilo de esta declaración es prácticamente obligada. Si la NASA tiene esta información, cuya importancia cambiaría por completo la comprensión de nuestra Historia, ¿por qué no la revela? Para Davis la respuesta es sencilla: “Aunque la NASA se creó para la exploración del espacio exterior y en un principio estuvo compuesta exclusivamente por civiles, los militares controlan en secreto la agencia desde muy poco tiempo después de su creación. Por encima de la investigación científica se encuentran los intereses militares y los de la seguridad nacional de EE.UU., y la restricción sistemática de cualquier información que lleve a la opinión pública a pensar que existen otras civilizaciones que vienen a la Tierra”.
Las valientes declaraciones del profesor Davis no son algo que podamos considerar usual y la valoración de lo que expresó ante las cámaras no se puede realizar en pocos minutos. Pero sus declaraciones no son las únicas expresadas por técnicos de la NASA que apuntan a que hubo mucho más de lo que salió en televisión aquel mes de julio de 1969. Un antiguo jefe de comunicaciones de la agencia, Maurice Chatelain, también comentó hace varios años que “todos los vuelos Apolo y Gemini fueron seguidos a distancia –y a veces de cerca– por vehículos de origen extraterrestre. Cada vez que esto ocurría, los astronautas informaban al control de la misión, que inmediatamente les ordenaba silencio absoluto”. Hay, por tanto, demasiadas coincidencias en las afirmaciones de varios científicos de la Agencia, como para suponer que el asunto no es más que un simple fraude.
La lista de testimonios de empleados de la NASA que aseguran haber visto evidencias de vida extraterrestre cerca de la Luna es mucho mayor, pero su enumeración no nos llevaría a una conclusión tajante acerca de lo que todavía nos queda por descubrir acerca de nuestro satélite.
Para finalizar, comentar que Edwin E. Aldrin, confesó recientemente en un programa de televisión llamado Science, de los Estados Unidos, que había visto y filmado un OVNI en el cielo lunar, que según él, parecía como si estuviera atestiguando o vigilando lo que los hombres de la Nasa estaban realizando en su superficie.
De la misma forma, hay que hacer mención a las últimas declaraciones de Edgar Mitchell, ex astronauta del Apolo-14, quien ha asegurado que seres extraterrestres visitaron el planeta Tierra durante los últimos 60 años y han tenido contacto con funcionarios de la NASA.
Mitchell reveló durante una entrevista con la radio Kerrang de EEUU que en su carrera de astronauta los OVNIs (objetos volantes no identificados) visitaron en varias ocasiones la Tierra, sin embargo, todos los contactos entre los extraterrestres y los seres humanos han sido ocultados por la NASA.
Mitchell, que tiene un doctorado en Aeronáutica y Astronáutica del prestigioso MIT y que fundó el Institute of Noetic Sciences para investigar fenómenos que considera abandonados por la ciencia tradicional, dijo haber recibido información de "círculos militares y de espionaje que saben que bajo la superficie de lo que ha sido conocido públicamente hemos sido visitados".
Mitchell ha asegurado que, "algunas de esas visitas se han ido filtrando y unos pocos hemos tenido el privilegio de conocerlo".
El ex astronauta ha descrito a los extraterrestres como seres pequeños y con los ojos y la cabeza grandes.
Dice estar convencido de que los gobiernos de todo el mundo saben que se están produciendo estas visitas, pero tienen un motivo fundamental para negarlo: el miedo.
A lo ya expuesto, se pueden añadir todas las demás anomalías no resueltas por la Agencia Espacial norteamericana en el transcurso de sus proyectos Lunar, Orbiter y Apolo, de las que hizo acopio el investigador norteamericano William Corliss en su obra «The Moon and the Planets» (The Sourcebook Project, 1985).