Los guerreros que vencieron al tiempo

Poco o nada conocemos de Qin Shi Huang, un emperador legendario que vivió hace 2.300 años y que pasó a la historia por construir dos de las ocho maravillas de la humanidad: la Gran Muralla y el Ejército de Terracota.
El hallazgo de este último se realizó en la primavera de 1974, a 30 kilómetros de Xian, la antigua capital china, en el que fuera el mausoleo del citado emperador.
Parecía una colina natural pero no, resultó ser la cuarta pirámide más grande del mundo. Además, ocultaba la mayor obra escultórica de todos los tiempos.
Los trabajadores de la comuna de Yanzhai sólo pretendían salvar su cosecha, amenazada por una pertinaz sequía. Por ello decidieron realizar unas obras para el abastecimiento de aguas de regadío. Realizaron un pozo bajo un campo de melocotoneros con el objetivo de encontrar esa vía de agua. Cuando los agricultores habían cavado hasta una profundidad de más de cuatro metros, encontraron una serie de figuras de terracota o arcilla representando lo que parecían ser guerreros de la antigua y legendaria China (siglo III a.C.).
Son una multitud formada por guerreros, carros y caballos...

Todas las esculturas están trabajadas a tamaño natural. Se trata de una auténtica horda de miles de figuras pulcramente elaboradas que desenterraron del olvido las leyendas y misterios que rodearon la vida y obra del llamado "emperador amarillo".
Están fabricados en terracota con tanto realismo que los campesinos se asustaron. Este descubrimiento llenó de inquietud y desazón a la aldea. De hecho, muchos ancianos del lugar creían que se había ofendido al espíritu de algún ser inmortal y éste resurgía para traerles algún castigo.
No obstante, alguno de aquellos viejos aldeanos afirmaba que de pequeño había visto a sus padres desenterrar figuras muy parecidas cuando excavaban sus pozos en busca de agua. En todo caso, estaban considerados como objetos de mal agüero, y los rompían o los colgaban de los árboles para azotarlos antes de volver a enterrarlos lo más profundo posible, ahuyentando así los malos presagios.
Lo cierto es que esta vez no parecía tratarse de una leyenda. En seguida corrió la voz de tan inquietante descubrimiento, hasta el punto de que el gobierno mandó de inmediato un equipo de arqueólogos para iniciar las excavaciones.
Se han encontrado ya 8.000 de aquellas esculturas. Representan el ejército que acompañaría al reino de los cielos a un emperador que accedió al trono con tan sólo trece años. Creó un estado totalitario, dentro del cual él mismo encarnaba la figura más salvaje y tirana. No quiso esperar a que la muerte le acechara para comenzar a planificar el escenario de su último viaje y puso a trabajar en su mausoleo a 700.000 personas.

La tumba está situada bajo lo que en tiempos fue una enorme pirámide, más grande incluso que la de Keops en Egipto. De hecho, en la obra egipcia trabajaron diez veces menos obreros.
Bajo la pirámide se extiende hacia abajo y en todas direcciones un entramado de cientos de galerías subterráneas que llegan hasta los 700 metros de profundidad. Todo este mundo interior, este reino del inframundo, es lo que se está investigando y desenterrando en la actualidad. Ya hace más de un cuarto de siglo que comenzó a excavarse.

Lógicamente, quedan muchas cosas por ver la luz. Hay décadas de trabajo por delante para, por ejemplo, descubrir la cámara funeraria del "emperador amarillo". Por lo que sabemos -en función de lo que señalan los textos de la época- dicha tumba es majestuosa, con un techo decorado de perlas a modo de estrellas y un mapa tallado en el suelo que representaba su territorio y en el cual, entre otros órdagos al lujo, por el cauce de los ríos chinos discurre mercurio.
Los emperadores chinos, como los faraones y otros muchos mandatarios a lo largo de la historia, buscaban la inmortalidad para gozar eternamente de su inmenso poder y de la vida regalada y suntuosa que les rodeaba. El emperador Qin no quiso ser menos, y para construir su mausoleo eligió la montaña Lishan, rica en oro y jade, pues en la cultura china el oro representa al yin y el jade, al yan.
Sin embargo, sospechando que la construcción de tan fastuoso mausoleo no le reportaría la deseada inmortalidad, Qin Shihuang solía mandar de vez en cuando a su mejor general, Shui Fu, al que acompañaban miles de niños en busca de las montañas inmortales de Yingzhou, en el mar de Oriente, donde se decía que habitaban magos que conocían los secretos para elaborar pócimas que potenciaban extraordinariamente la longevidad.
En diciembre de 1980, a unos 18 metros del túmulo piramidal funerario del emperador, fue cuando se descubriría un par de carros de bronce, con sus aurigas y caballos, uno de los elementos más fascinantes del conjunto. Este hallazgo inquietó a los expertos porque las tallas mostraban, si cabe, mayor perfección que las del mismo ejército de terracota. Y si éstas ya resultaban difíciles de reproducir hoy en día pese a lo avanzado de nuestros procesos de cocción del barro, aquélla, sobria y de perfecta ejecución, pasaba del difícil a casi imposible.

Todo apunta a que Qin Shi Huang bebió de algunas fuentes que dieron al imperio amarillo una tecnología muy superior a la de épocas precedentes. Se ha sabido, gracias a las miles de estatuas de terracota, que la técnica anticorrosiva de sus armas era la mejor de la época en todo el mundo. Es más, nunca fue igualada hasta que fue descubierta, más bien redescubierta, en la Europa de hace escasamente unas décadas.
Hoy en día aún no nos podemos explicar cómo Qin Shi Huang fue capaz de levantar sus prodigiosos monumentos, muchos de los cuales aún no han sido descubiertos en su totalidad.
El ejército de terracota fue en parte destruido y enterrado por el general rebelde Hsiang Yu tres años después de la muerte del emperador. La disposición en la que han aparecido los guerreros no es aleatoria, sino que corresponde a la habitual de las formaciones de las antiguas hordas chinas.

Consta de tres fosas construidas a cinco metros de profundidad, y que fueron bautizadas como "fosa 1", "fosa 2" y "fosa 3", en función del orden en el que fueron excavadas. En todas ellas, los "terracotas", como se les conoce mundialmente, se sitúan en perfecta formación militar sobre un suelo de cerámica y cubiertos por una tejavana de madera que todavía se conserva -aunque hundida- en muchas zonas.
En la "fosa 1", la más grande, se ubica un numeroso cuerpo del ejército con sus formaciones (vanguardia, alas y retaguardia), separadas por muros de tierra de tres metros de altura.
Las tres primeras filas constituyen la vanguardia: 200 guerreros armados con arcos y flechas, los más valerosos, los que nunca podían retroceder. A sus espaldas se combinan columnas de soldados y carros pesadamente pertrechados con corazas y lanzas: el cuerpo central del ejército, el más temido.
En los laterales, los flancos de la tropa, cuyos guerreros miran a norte y sur para vigilar y repeler los ataques laterales. Al fondo, cerrando la formación, los soldados de retaguardia miran hacia atrás, protegiendo al cuerpo principal de los ataques por la espalda.
Los chinos eran temibles guerreros y grandes estrategas. Para ellos, la guerra era un "arte" en el que podían desarrollar toda su fuerza e ingenio. Desde la antigüedad fueron maestros en el combate, y de sus técnicas aprendieron posteriormente muchos ejércitos modernos. Una de sus lecciones más llamativas es la que dice que la retaguardia es a una división lo que el mango a la espada, dando a entender su importancia.
En la "fosa 2" se encuentra un regimiento de infantería y caballería con numerosas figuras de soldados, caballos, carros y sus conductores. Al frente, la vanguardia de arqueros, como siempre, y detrás, tres compañías de guerreros llevando de las riendas a sus animales, como si estuvieran preparados para lanzarse al galope en cualquier momento.
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La "fosa 3" es la más pequeña y parece que cobija al mando del ejército: el cuartel general. Las figuras de soldados se encuentran colocadas en formación más protocolaria, alineadas de manera ceremonial.
Un detalle importante: no hay dos figuras iguales.
La razón es sencilla y, a la vez, sobrecogedora, cada guerrero de barro representa a un hombre que en su día fue de carne y hueso, hasta que el emperador decidió que pasaran al reino de los muertos. Gracias a este detalle se ha podido reconstruir cuán importante era la diversidad racial en la antigua China.

Recordemos que también fue obra suya la Gran Muralla, de la cual siguen apareciendo tramos. Y que también fue el responsable de erigir descomunales pirámides. Resulta ciertamente sospechoso que el gobierno chino mantenga un mutismo sepulcral acerca de una serie de 16 de estas pirámides, que se alzan cerca de la antigua capital china, Xian.
Sobre estas pirámides apenas tenemos unos pocos datos y unas cuantas imágenes mal hechas.
Sabemos que la más importante tiene una altura de 56 metros y una base de 350 metros de lado, lo que le otorgaba un perímetro dos veces y medio mayor que el de la Gran Pirámide de Keops, aunque el volumen de esta última es mayor. Tras las dos más grandes de Gizeh y la de Cholula en México, la china es la cuarta mayor del planeta en metros cúbicos.
El secretismo es tal que el acceso a esos conjuntos piramidales, fotografiados por las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, está totalmente prohibido a personal no autorizado expresamente ... ¿Por qué? ¿Guardan algo?
Un enigma que en su momento el emperador Qin Shi Huang se encargó de ocultar. No tuvo reparos en hacerlo: asesinó a los cientos de miles de personas que trabajaron en la majestuosa obra para que nunca contaran los detalles de la construcción y sobre la pirámide plantó árboles con objeto de que, con el paso del tiempo, adquiriera forma de colina natural y así pasara desapercibida.
Por cierto, el ejército de terracota mira hacia el este porque desde poniente, creía el emperador, llegaría una gran potencia que ocuparía China en un futuro. Pero hacia el este del mausoleo sólo encontramos el Pacífico. ¿Acaso existía allí algún pueblo del que no tenemos noticias?
El ejército de terracota del emperador Qin es considerado la octava maravilla del mundo, y en el año 1987 fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.