Incógnitas de la evolución: La desaparición de los neanderthales

En Europa, hace treinta mil años, desde España hasta más allá de los Urales, en la batalla evolutiva, los Homo sapiens y los neanderthales convivimos durante miles de años. Ellos lo tenían todo a su favor para subsistir y, sin embargo, desaparecieron, ¿por qué?
Fueron cazadores diestros, manejaron el fuego, inventaron los primeros instrumentos musicales, trabajaron con destreza la piedra para convertirla en herramienta... Ninguno de los homínidos de la evolución enterró a sus muertos hasta que ellos lo hicieron. Sabían qué significaba la muerte, la temían, y por ello desarrollaron una mente simbólica como la actual. Gobernaron en solitario Europa y parte de Asia durante cientos de miles de años.
Los primeros fósiles de neanderthales aparecieron en Gibraltar y Alemania a mediados del siglo XIX. Se trataba de los primeros restos fósiles de homínidos que encontraron los científicos. El de Gibraltar pasó desapercibido durante un tiempo, y el alemán, descubierto en el valle de Neander, de ahí el nombre que le dieron a la especie se convirtió en un reto para los científicos de la época. Al principio hubo dudas y polémica. ¿Se trataba de un "deforme" o de un ancestro humano? Finalmente se averiguó que quienes defendían la segunda hipótesis estaban en lo cierto.
Se convirtieron en los dioses de la evolución, y como tales se les consideró siempre: el puente entre los cavernícolas simiescos y los primeros humanos.

Los expertos, durante décadas, no dudaron en considerarlos antepasados nuestros.
Sin embargo, las últimas investigaciones apuntan a que el hombre moderno no desciende de los neanderthales. Pertenecían a otra humanidad que desapareció, por causas desconocidas, hace poco menos de treinta mil años. Nadie sabe por qué.
Eran tanto o más aptos para la vida que nosotros. Se ha llegado a pensar que estaban menos evolucionados y adaptados que los Homo sapiens, pero se sabe que no. Por ejemplo, se llegó a dudar de que hablaran, no obstante, ya se sabe que sí lo hacían. Se averiguó tras unas excavaciones efectuadas en Israel, donde se descubrieron cráneos de esta especie que disponen de hioides, un pequeño hueso de cuatro centímetros ubicado en la laringe y que facilita el habla a los humanos modernos. Sólo el hecho de que tuvieran el aparato fonador en una situación diferente a la nuestra ha servido para que se teorice sobre la lentitud de su modo de expresión.
Los neanderthales descienden de los homínidos que abandonaron África hace más de un millón de años. Al contrario, nosotros, los Homo sapiens, somos hijos evolutivos de quienes se quedaron en el continente africano. Aparecimos en escena tal cual somos hace ciento cincuenta mil años y hace sólo cuarenta mil nos extendimos por todo el planeta.
Llegamos a Europa y aquí nos encontramos con ellos. Los neanderthales estaban más preparados para soportar las duras condiciones climáticas de la época.
Fueron una especie bien adaptada al frío extremo. Tenían un cráneo alargado y amplio, complexión robusta, y nariz amplia de aletas prominentes; rasgos que denotan adaptación a climas fríos, como se puede observar actualmente en las poblaciones del Ártico. Vivían en grupos organizados.
Habían perdido algo de altura, un neandertal promedio tendría una altura entre 1,65 y 1,70 m, de contextura pesada, unos 84 kg. de puro músculo, pero se desenvolvían sin el menor problema en el duro ambiente en el que vivían.
Si bien su estructura ósea no los hacía corredores de largo alcance, sí eran caminantes de extensas distancias.
Estudios genéticos indican que es muy probable que sus cabellos hayan sido entre rubios y pelirrojos, y de piel clara, como algunos humanos modernos que hoy habitan el hemisferio norte del planeta, así que parecía razonable elegir azul para sus ojos. Un estudio de Hans Eiberg y de sus colegas de la Universidad de Copenhague señaló que la primera vez que aparecieron ojos azules como mutación autónoma fue hace 6.000 a 10.000 años, por los menos 18.000 después de la extinción de los neanderthales. Los ojos azules pues no parecían razonables, tenían que cambiar. Pero, ¿qué color deberían de tener? Pues un tono marrón podría ser una elección atinada, según los expertos. Claro que un color marrón verdoso probablemente también sería una buena elección.
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Un nuevo estudio refuta además la supuesta superioridad intelectual de los primeros Homo sapiens sobre el Hombre de Neandertal, y echa por tierra una vez más el mito de que los neanderthales eran estúpidos. Comentar que su capacidad craneal era de 1.500 cm³, frente a los 1.300 del hombre moderno.
El estudio fue publicado por la revista «Journal of Human Evolution», por parte de científicos de la Universidad de Exeter, de la Universidad Metodista del Sur y de la Universidad Estatal de Texas, que dicen que no existe diferencia en la eficacia de las tecnologías de sapiens y neanderthales. Y agregan que es posible que las herramientas usadas por los neanderthales hayan sido mejores o más eficientes que las del Homo sapiens. (Fuente en inglés: «Science Daily»)



En conclusión, lo tenían todo a su favor para subsistir, y a pesar de haber convivido con ellos durante más de diez mil años, los neanderthales se extinguieron y nosotros no.
Se sospecha que no hubo cruces entre ambas especies, y que si existieron, probablemente los híbridos resultaron estériles. Genéticamente, siempre según las teorías imperantes, éramos incompatibles.
Se cree que posiblemente nuestros genes se extendieron poderosamente por alguna razón anulando los de los neanderthales. O que nuestra cultura era tan superior que los fornidos hombres del frío acabaron colapsándose.
Lo único cierto es que aquel encuentro entre dos humanidades no fue violento. No hubo enfrentamientos ni batallas. Entre los neanderthales y nosotros dominó la paz, pese a que parece que unos y otros habitábamos los mismos lares, aunque quizá fuimos nosotros quienes ocupamos las mejores viviendas y ellos las peores. Es como si hubiéramos estado tocados por un "don especial" que a los neanderthales no les tocó en suerte.
Sin embargo, quedan múltiples incógnitas por responder. Una la planteaba el reciente hallazgo en Portugal de un fósil de Homo sapiens de hace veinticuatro mil años, es decir, datado en varios miles de años después de la presunta extinción de los neanderthales.
De acuerdo con los investigadores que lo analizaron, aquel fósil presentaba rasgos híbridos propios tanto de los neanderthales como de los Horno sapiens. A partir de este descubrimiento, algunos especialistas han vuelto a plantearse la posibilidad de que entre las dos especies hubiera existido algún tipo de hibridación.

Se han efectuado exámenes de ADN de dos neanderthales, y los resultados son claros en el sentido de que no hemos heredado nada de ellos. Por el contrario, los restos fósiles, el hallado en Portugal es el mejor ejemplo, parecen indicar lo contrario.
La ciencia está, pues, ante un callejón sin salida. ¿Se extinguieron los neanderthales?, ¿heredamos algo de ellos, aunque sólo fuera morfológicamente?, ¿nos enseñaron algo que luego engrosó el corpus cultural de los sapiens, ¿vivieron más tiempo del que pensamos?, ¿nos faltan piezas para armar el puzzle del que fue el último capítulo de la evolución?
Como la idea dominante entre los científicos –y ojo, que algunos, y muy destacados, piensan que sí heredamos algo de los neanderthales– es que de aquella otra humanidad no quedó nada, tendríamos que aceptar que su presencia entre los vivos, y entre los homínidos en particular, supuso para la evolución lo mismo que un cero a la izquierda.
Y después de haber analizado las casi dos decenas de homínidos conocidos, desde el Toumai que habitó en el Chad hace siete millones de años y que podría ser el más lejano de nuestros antepasados hasta el Homo sapiens, podríamos llegar a la conclusión de que todos ellos, aunque se extinguieran, tuvieron un participación directa y decisiva en los siguientes capítulos evolutivos del Hombre.
Si eso ocurrió con todos los pasos de nuestra larga historia, ¿por qué no habría de haber sucedido lo mismo en el último capítulo? Hasta la fecha, esas razones se nos escapan, aunque seguro que las hay.