Experiencias cercanas a la muerte

Las experiencias cercanas a la muerte o ECM (en inglés, near-death experiences, NDEs) son percepciones del entorno narradas por personas que han estado a punto de morir o que han pasado por una muerte clínica y han sobrevivido. Hay numerosos testimonios, sobre todo desde el desarrollo de las técnicas de resucitación cardiaca, y según algunas estadísticas, podrían suceder aproximadamente a una de cada cinco personas que superan una muerte clínica. Y es que -a pesar de todo- las ECM no son una rareza.
Constituyen uno de los grandes enigmas a los que se ha enfrentado la ciencia hasta nuestras fechas. Sobre estas experiencias se ha escrito y hablado desde tiempos remotos, pero se han popularizado en nuestro tiempo. En los hospitales -como digo- los médicos están acostumbrados a oírlas de boca de sus pacientes, de aquellos que, aunque fuera por instantes, habían entrado en muerte cerebral. Sin embargo, hasta la década de los setenta, el enigma pasó desapercibido.
El caso que voy a narrar seguidamente ocurrió en Holanda en 1996.
Un hombre sufre muerte cerebral tras una parada cardiaca. Mientras los doctores tratan de reanimarle, él está viviendo una singular experiencia que para el jefe del equipo médico que le trató podría ser la prueba de la existencia de vida más allá de la muerte.
Un infarto fulminó a aquel hombre de cuarenta y cuatro años de la ciudad holandesa de Arnhem. Viajaba tranquilamente en un autobús urbano cuando le sobrevino el colapso. Minutos después, como pasajero de otra línea, la que separa la vida de la muerte, se encontraba en una ambulancia que le trasladaba al hospital Rinjstate. Allí entró con todas sus funciones vitales al mínimo. Ya en el quirófano, se diagnosticó que el paciente había entrado en muerte cerebral.
El equipo de médicos y asistentes del cardiólogo Pim van Lommel intentó por todos los medios rehabilitarle. Una de las enfermeras procedió a entubarle; Lo hizo con destreza y sin titubeos, pero al mismo tiempo con delicadeza. Le extrajo con mimo la prótesis dental que tenía el paciente, cuyo electroencefalograma plano se prolongaba ya varios minutos. Luego se procedió a la desfibrilación y minutos después, tras varias descargas eléctricas sobre su pecho, la línea vital del paciente volvió a palpitar.
¡Había revivido!.
Días después, aquel hombre salió del coma. En cuanto pudo articular palabra, a la primera persona a la que se dirigió fue a la enfermera que le entubó. Le agradeció su ayuda y el esmero con que le había atendido y el cuidado con el que extrajo su prótesis.
La enfermera, lógicamente, enmudeció.
No era para menos: cuando había atendido a aquel hombre, éste se encontraba en estado de muerte cerebral y no podía conocer ni el rostro de la persona que le atendió ni cómo lo hizo.
Él, en ese momento, le explicó que lo recordaba todo y le contó que cuando estaba en el quirófano sintió que salía de su cuerpo ...
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Vio la escena con todo lujo de detalles.
Y como si hubiera estado escondido en uno de los rincones de la habitación la vio a ella, intentando devolverle la vida.
El paciente explicó que su alma, su espíritu o lo que fuera, atravesó posteriormente un oscuro túnel al final del cual había una poderosa luz y en cuyo final se encontraba la frontera de la muerte. Recordó que llegó hasta ella, pero justo antes de atravesarla, decidió regresar.

Hipótesis explicativas

Quiero aclarar, antes de nada, que existen desacuerdos y airadas discusiones en cada una de las distintas hipótesis que voy a exponer seguidamente:

Espiritual

Para algunos, las ECM son una prueba de que la mente o el alma, como entidad inmaterial, se separa del cuerpo físico que actúa como mero soporte material, para dirigirse a otro reino.
No obstante, ninguna OBE (out-of-body experience) o experiencia extracorporal ha podido ser confirmada científicamente como tal, a pesar de haberse intentado experimentalmente.

A pesar de que existe la evidencia de los relatos vividos por las personas que experimentaron el fenómeno, que narran detalladamente el entorno físico (personas, situaciones, objetos, etc.) en los cuales se encontraban en el momento de la experiencia, hay una prueba aún no superada. Fue un ensayo experimental en el que se colocó un cuadro en el techo, con el dibujo mirando hacia arriba; ninguno de los pacientes que “abandonaron” su cuerpo fue capaz de adivinar lo que había pintado en el cuadro.

Psicoanalítica

En 1976 se sugirió que la ECM era una forma de despersonalización, de disociación, que actúa como defensa ante la amenaza de muerte en situaciones de extremo peligro. Psiquiátricamente, la disociación se define como una respuesta adaptativa a un trauma físico o emocional intolerable y no debe ser considerada patológica por sí sola.
La disociación es la capacidad de abstraerse de la realidad (ej. alguien que está concentrado viendo al televisión); este tipo de respuesta aparece en algunas víctimas de trauma que, inconscientemente, intentan evitar esta realidad desagradable con fantasías más apacibles.

Respecto a esta teoría disociativa, Bruce Greyson publicó en el Lancet (2000) un artículo en el que busca una relación entre los trastornos disociativos, como patología psiquiátrica, y las ECM. Concluye que las personas que han sufrido una ECM obtienen mayores puntuaciones en los test DES (Dissociative Experiences Scale o Escala de Experiencias Disociativas, en español) que aquellas que no han tenido ninguna, si bien los valores se mantienen siempre por debajo del umbral de lo patológico. Otro estudio de Greyson, publicado en 2003, afirma que existen personalidades “proclives” a la ECM y, lo que es más curioso, que esta tendencia es independiente de la religiosidad.
De todas formas, y a pesar de esta aparente correlación entre ECM y disociación, no se trata del mismo tipo de fenómeno, ya que las ECM son percibidas como completamente reales, al contrario que la despersonalización típica. Así mismo, las ECM se diferencian de la despersonalización en que lo alterado no es el sentido de la identidad propia (la “yo-idad”), sino la asociación de esta identidad con las sensaciones corporales.
Otra hipótesis psicológica relacionada con las ECM mantiene que la luz al final del túnel es una regresión al momento del parto: la salida del útero, donde no hay luz, al exterior, fuertemente iluminado, a través del canal del parto. No obstante, esta teoría es inválida por dos razones: la primera es que un niño nunca nace mirando hacia delante sino exponiendo la coronilla, y la segunda es que la experiencia del viaje a través del túnel la han sufrido también personas que han nacido por cesárea.

Fisiológica

Primeramente se estableció la hipótesis de la anoxia. Esta analogía se dedujo por las similitudes entre las ECM y las G-LOC (Gravity-induced Loss Of Consciousness): cuando un piloto de avión de caza hace un pull-up, tirando fuertemente de los mandos para ascender, la fuerza centrífuga les empuja contra el asiento con una magnitud que es varias veces la de la gravedad, por lo que la sangre se les baja a los pies. Así, el cerebro se queda sin oxígeno y se produce lo que se llama un black-out: va desapareciendo la visión periférica, cerrándose el campo visual en un túnel hasta que, por fin, se pierde el conocimiento.
Así mismo, en una situación de hipoxia cerebral, la corteza visual se desinhibe, de modo que las neuronas empiezan a dispararse anárquicamente. Dado que el 90% de las células de la retina (y, por tanto, del córtex visual) están en la fóvea, en la región central del campo visual, la percepción que se tiene de ese disparo aleatorio es la visión de un centro más iluminado que se va ampliando según más células empiezan a descargar.

Se ha intentado refutar esta teoría de la anoxia basándose en que las personas que han sufrido una ECM han sido capaces de razonar con claridad, mientras que en la hipoxia sabemos que ocurre lo contrario, pues se caracteriza por una capacidad de juicio reducida y un pensamiento errático. Sin embargo, quien dijo esto no tuvo en cuenta que esa clarividencia no se ha determinado objetivamente, sino que se basa en la impresión subjetiva de quien ha sufrido la ECM, en cuyo caso sí concordaría. De hecho, ese es el principal problema de los pilotos que vuelan en condiciones de bajo oxígeno: su capacidad mental está disminuida, pero ellos se sienten eufóricos, “iluminados” (parecido a una borrachera).
En cualquier caso, de momento podemos explicar la visión de túnel, pero no otros fenómenos como las visiones divinas y los flashbacks de memoria. En este sentido, ciertos trastornos epileptiformes del lóbulo temporal se han asociado con la aparición de sentimientos místicos, los mismos que en la ECM. Y esta región cerebral es especialmente sensible a la anoxia que ocurre en una situación de hipoperfusión, lo cual apoyaría la teoría.
Respecto a las sensaciones de bienestar y paz, se ha especulado con la secreción endógena de endorfinas. Esto concordaría con el hecho de que aquellas personas en las que se ha empleado naloxona (un antagonista de endorfinas) durante la reanimación reportan ECM’s más bien desagradables.
Y, por último, algunos investigadores han relacionado las ECM con la secreción de serotonina, que explicaría las OBE’s y las alucinaciones místicas. Otros, por su parte han dicho que podía tratarse de un trastorno disociativo análogo al producido por la ketamina, pasando por alto que las alucinaciones de ésta tienden a ser terroríficas e irreales.
En cualquier caso, de todas las explicaciones proporcionadas sobre una base fisiológica, no todas parecen plausibles, y, de las verosímiles, ninguna cubre todos los sucesos que ocurren en una ECM. Además de que también hay descritas ECM’s en ausencia de daño físico, donde la relevancia de estos mecanismos fisiológicos quedaría muy en entredicho.

Fases

1 - Los pacientes que han asegurado vivir este tipo de fenómenos coinciden en un patrón general, aunque no todos atraviesan todas estas fases:
El paciente se siente flotar sobre su cuerpo, y ve el dormitorio, el quirófano o el lugar en el que se encontraba (out-of body experiences, OBEs, experiencia extracorporal), e incluso oye la declaración de su propio fallecimiento.
2 - Después, siente que se eleva y que atraviesa un oscuro túnel mediante una escalera o flotando en el vacío, y con una relativa rapidez.
3 - Ve aparecer una figura al final del túnel (que suele describirse como hermosa, blanca o transparente; a veces hay paisajes, voces o música).
4 - El paciente pasa a ser espectador, no siente dolor ni molestias: sólo percibe una paz interior.
5 - Algunas personas, sin embargo, aseguran haber tenido experiencias terroríficas en el más allá.
6 - Familiares o amigos difuntos van a su encuentro.
7 - Aparece una presencia o voz que se define en función de las creencias religiosas del paciente (puede tratarse de Jesucristo, de un ángel, etc.), y se establece un diálogo sin palabras con ese ser que parece conocer todo sobre el moribundo.
8 - Se presenta una visión global pero íntegra de lo vivido, como si viese “su película”.
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9 - El sujeto se ve delante de un obstáculo: una puerta o un muro y toma conciencia de que aún no ha muerto, y aunque sigue sintiendo una paz y tranquilidad indescriptibles y acogedoras, se da cuenta, y también eso le indican sus acompañantes, de que debe volver.


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La opinión de Van Lommel

Van Lommel, además de ser el cadiólogo que atendió el caso que cito al comienzo de este escrito, es el responsable del estudio más sofisticado efectuado para desentrañar el misterio. Durante su investigación siguió el curso de 344 pacientes que habían atravesado el mismo ciclo: infarto, muerte cerebral confirmada y posterior reanimación.
De los 344 enfermos, 62 de ellos, un 18 por ciento, dijeron haber vivido una ECM durante el trance.
Su fascinante estudio, admitido por la comunidad médica, reveló que dichas experiencias, descritas ya en relatos del antiguo Egipto, en crónicas de las civilizaciones precolombinas y en tratados de la Edad Media, son reales.
En cuanto a la anoxia, el estudio de Van Lommel demuestra que esa falta de oxígeno que sufre el cerebro en determinadas circunstancias (Al producirse se activarían el hipocampo y el lóbulo temporal, que de inmediato empezarían a fabricar escenas alucinatorias) no es la causante de esas visiones, porque entre otras cosas, los pacientes, al vivir sus experiencias, no registraban ninguna actividad cerebral.
Por tanto, dedujo el médico, lo que habían visto y vivido era inquietantemente verídico.
No sólo eso, sino que para que se sintieran estas experiencias, era necesaria una premisa: que la conciencia siga trabajando aun cuando el cerebro no tenga actividad y que, por tanto, la conciencia sobrevive a la muerte del cerebro.
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El estudio de Pim Van Lommel fue publicado en el año 2001 por la revista médica «The Lancet», que no se trata de una publicación cualquiera, sino de una obra de referencia científica para expertos de todo el mundo. El equipo de médicos de la publicación examina los informes que envían científicos como Van Lommel y los someten a un duro examen. Tras el arbitraje, se aprueba o desestima la publicación de la investigación. En caso de admitirse, se considera que su contenido pasa a engrosar el saber humano y entra en los cauces de la ciencia oficial.
"La publicación en «The Lancet» del informe, demuestra que mi aproximación científica al enigma de las ECM es admitida por el mundo médico. No sé si ello implica que el alma existe o no, todo depende de la definición de alma que se tenga; lo que sí significa es que nuestra conciencia sobrevive a la muerte", aseguró el médico holandés que nos ha abierto la esperanza de que exista una puerta que conduzca a la inmortalidad.