REFLEXIONES SOBRE LA PARAPSICOLOGÍA

En muchos diccionarios enciclopédicos podremos leer que Charles Richer fue un famoso fisiólogo cuyos descubrimientos le valieron el Premio Nobel. Quizá uno logre enterarse también que probó como literato. Pero lo que ocultan casi todos los diciconarios de consulta es que Richer, y no como tarea menos importante, trabajó como parapsicólogo y que la Parapsicología le cuenta como uno de sus primeros promotores, y toda esta omisión, probablemente, fue debida a un extraño pudor, que merece ser estudiado desde un punto de vista social. Y Richer no es sino uno de muchos ejemplos.
La primera determinación que debemos tomar entonces para adentrarnos en esta disciplina es que el significado de Parapsicología, como un método científico, social y académicamente integrado, tenemos que delimitarlo de los campos del ocultismo, el esoterismo y la fe religiosa.
La segunda, es que si nos enfrentamos a las informaciones procedentes de estos hechos con incredulidad no atestiguará la existencia de un sano escepticismo científico, como sería deseable, sino que sería una expresión de estrechez de miras. Para decirlo con palabras de Henry Sidgwick, en su Presidential Address, a raíz de la fundación de la Society for Psychical Research el 17 de julio de 1882:
“El actual estado de este campo es un escándalo si tenemos en cuenta la época ilustrada en que vivimos. Es totalmente imposible negar la importancia científica de estos sorprendentes fenómenos, aún en el caso de que sólo pudiese demostrarse como cierta la décima parte de lo que ha sido dado a conocer por testigos, que en su mayor parte son dignos de todo crédito. Y digo que es un escándalo que se siga discutiendo la realidad de estos fenómenos si se tiene en cuenta que han sido reconocidos por tantos testigos competentes y que hay tantos otros que están ardientemente interesados por la solución del problema. Es un escándalo que a pesar de ello el mundo culto siga permaneciendo en un estado de neta incredulidad”.
En las últimas décadas la literatura especializada, lo mismo que la popular y los medios de comunicación han dado a conocer, por lo menos en parte, informaciones verdaderamente objetivas sobre los fenómenos investigados por la Parapsicología. Con ello se dio satisfacción al afán de conocimiento mostrado por el gran público. El interés manifiesto que muestra la gente por los fenómenos paranormales no se debe exclusivamente a sentimientos de inseguridad interna, temores o esperanzas en un más allá, sino también a un justificado escepticismo frente a una imagen del mundo, que ha sido considerada muchas veces por la sociedad como la única válida. El hecho de que las diversas categorías del entendimiento humano estén condicionadas por la Cultura es una realidad a veces incómoda, pero siempre importante. Y que precisamente, se ha impuesto con gran fuerza en los últimos años. Porque el interés del gran público no está enfocado solamente hacia lo extraño de nuestro mundo, sino hacia otras cuestiones fundamentales relacionadas con el Hombre y la Ciencia que tienen una importancia creciente.
Como dijo Flourny, el más grande y comprensivo psicólogo ginebrino, al término del siglo XIX, en referencia a la Parapsicología:

“Hay famosos maestros de la moderna psicología que no ocultan su aversión hacia este terreno, que al parecer es muy especialmente el de la ilusión y el del fraude. Son de la opinión de que pertenece a aquellos temas, de los cuales una Ciencia seria debería abstenerse muy escrupulosamente con el fin de no comprometer su dignidad. En todos aquellos casos relacionados con las diversos campos que estudia la Parapsicología es demasiado grande la probabilidad de error o el riesgo de perdición para que un investigador que se precie como tal pueda exponerse justamente al mismo.
Casi habría que creer que en el fondo temen encontrar algo de verdad en todas estas nebulosas quimeras; no se sabe muy bien lo que es, pero a fin de cuentas, algo que podría poner en peligro el edificio de nuestras ciencias positivas, erigido con tanto cuidado en estos últimos decenios.
No comparto estos temores o prejuicios; y hasta parece que se van desvaneciendo poco a poco en círculos oficiales y académicos. Lo que si quiero manifestar es que soy de la opinión de que la Ciencia no consiste por encima de todo en sus resultados, que continuamente están expuestos a modificaciones debido a la creciente extensión de la experiencia humana, sino en su método. Por tanto, no existe ninguna razón para trazar fronteras arbitrarias que limiten su aplicación, prohibiéndose pisar determinados terrenos vírgenes con el pretexto de que contienen maleza peligrosa“.
Esto es bastante chocante, si se tiene en cuenta que el método es precisamente el medio para trazar una senda impersonal a través de lo complicado de los hechos. Es extraño, por tanto, que se le quiera excluir en aquello que lo necesita con mayor perentoriedad.
Se trata de un estado de cosas deplorables. Aquellos que poseen métodos no se interesan por el estudio de la psicología oculta y aquellos otros que si se interesan ponen de manifiesto, con demasiada frecuencia, una lamentable ignorancia de todo método.Aunque hoy, afortunadamente, podemos observar signos favorables que parecen anunciar la proximidad de un nuevo tiempo en el que empezarán a resolverse todos estos problemas gracias a la progresiva ampliación y cada vez mayor entendimiento mutuo de unos puntos de vista que hace poco parecían irreconciliables.