Estuvo situada en la cabecera del río Magdalena, en el departamento del Huila, en el llamado valle de San Agustín (Colombia), junto a un río que siempre fue considerado como mágico. Este ámbito geográfico fue propicio para su desarrollo e irradiación, por los declives de la cordillera que bajan hacia la Amazonía, los caminos naturales hacia Nariño y Cauca y por lo tanto, al Ecuador y las vías de acceso al norte y occidente el país.
La civilización agustiniana fue tan aventajada que apenas admite comparación con la Azteca, la Maya y la Inca.
Esta cultura del periodo Formativo o Preclásico de América (correspondodiente al tercer periodo en que se divide la Prehistoria de América para efectos de estudio) se caracterizó por una copiosa e imponente estatuaria. Centenares de esculturas trabajadas en piedra volcánica. Hasta el momento se han descubierto mucho más de trescientas estatuas y aún se siguen desenterrando más.
De formas antropomórficas, son seres dotados de grandes colmillos, ojos y cabezas, y de cuyos autores no tenemos noticia alguna.
Se ignora su orígen. Dicen que los hombres de la cultura de San Agustín podrían ser celtas, pero podrían también ser indígenas, asiáticos, australianos. Es decir, no sabemos casi nada sobre ellos.
Las primeras noticias que existen de este centro megalítico datan del año 1757, cuando Fray Juan de Santa, en su obra Maravillas de la Naturaleza, menciona a esta cultura, incidiendo en su origen desconocido, pero sin prever que nadie se ocuparía de este emplazamiento en los siguientes doscientos años.
Estas enormes estatuas hechas de piedra, eran sorprendentes. Se caracterizan por su diseño y gran dimensión, algunas miden hasta 5 metros.
La mayorías de ellas comparten una mezcla de aspectos humanos y características animales, es decir, características antropomórficas y zoomórficas. Muchas de estas piezas escultóricas se puede observar en el Parque Arqueológico. En la década de los setenta hicieron las delicias de autores como Erich von Däniken, que creyeron ver en ellas representaciones de dioses extraterrestres. Hoy esa suposición ha sido superada, pero la polémica y las dudas persisten.
Si atendemos a las cronologías aceptadas, la llamada cultura de San Agustín emergió hacia el año 500 d.C., pues es en esa fecha en la que los pueblos andinos se extendieron hasta esta zona. Sin embargo, los análisis que se efectuaron mediante Carbono 14 arrojaron un resultado que situaba contra las cuerdas la primera versión. De acuerdo con este método de datación, las estatuas podrían datarse en el año 800 a.C.
Otro inquietante asunto son los rasgos de estas estatuas, cuyas cabezas son tan grandes como el resto del cuerpo. Quizá pudiera deberse a que son el mensaje de un pensamiento religioso que representa la génesis de la vida. Pero también podrían ser alusiones a las fuerzas de la naturaleza o a entes protectores. Lo único cierto es que cuando los conquistadores llegaron allí, los nativos habían perdido todo recuerdo de aquellos ancestros representados con enormes ojos abiertos y gigantescos incisivos. Son, quizá, los dientes del jaguar, el animal sagrado representado por casi todas las culturas precolombinas.
La civilización de San Agustín era eminentemente funeraria y sus construcciones tuvieron como objetivo convertirse en tumbas.
Son conocidos sus rituales funerarios complejos, donde el líder religioso fue un chamán, que llevaba una piel de Jaguar para representar su autoridad.
También fueron muy buenos trabajando los metales. Muchos artefactos con diseños sorprendentes se han encontrado en los últimos años en la región que habitaron. Lamentablemente, poco más sabemos.
Hasta nuestros días no ha llegado documento escrito alguno que aclare las interrogantes. Pese a ello, existen versiones para todos los gustos. Algunas muy atrevidas, como la formulada por el investigador francés Robert Charroux, quien comparó estas esculturas con otras europeas Y encontró muchas similitudes entre las de San Agustín y las efectuadas por los celtas de la Bretaña francesa. Tan seguro estuvo de ello que llegó a afirmar que celtas y preceltas emigraron a América del Norte, y que posteriormente se extendieron por todo el continente. Ciertamente, estudios genéticos efectuados en tiempos más recientes han confirmado que hace unos dieciocho mil años hubo Homo Sapiens de la zona sur de Europa que cruzaron el Atlántico y llegaron a América. Lógicamente, no todos los miembros de aquellos pueblos alcanzaron el otro lado del charco. Los que se quedaron aquí fueron ancestros de los futuros celtas. ¿Y los que emigraron? ¿Acaso son los inspiradores de la cultura de San Agustín?
Las conexiones entre las culturas de Europa y América siempre han sido objeto de sospecha. Ya nadie duda de que otros habitantes del Viejo Continente llegaron a América mucho antes que Colón. Sin embargo, las pruebas al respecto son poco concretas, pero la existencia de numerosas estatuas que representan hombres de raza europea en América nos obligan a persistir en la duda.
Las últimas investigaciones sobre esta cultura se han hecho públicas recientemente por parte de Víctor González, antropólogo del Instituto Colombiano de Historia. Las aportaciones efectuadas por él han resultado inquietantes y desmitificadoras.
Desmitificadoras porque parecen descartar la súbita desaparición de la cultura de San Agustín. Parece, y sólo parece, que los miembros de este culto cambiaron de costumbres hacia el año 900 d.C. y olvidaron sus estatuas y el porqué de ellas.
E inquietantes porque, probablemente, los indígenas que se encontraron los españoles eran descendientes de auténticos autores de las tallas. Lamentablemente, habían perdido la memoria sobre su pasado.
Por último señalaré que según el Instituto Colombiano de Historia, el origen de esta cultura enigmática se remonta al menos al año 1000 a.C., lo que ha obligado a los investigadores oficiales a retrasar en la cronología la aparición de la cultura de San Agustín, pese a que ello implicaba la ruptura de ciertos paradigmas sobre el pasado de América.
Por tanto, la cultura de San Agustín fue antiquísima. Sin embargo, según Víctor González, no se sabe quiénes fueron sus primeros representantes. Probablemente se trataba de grupos de cazadores-recolectores sobre los que no sabemos nada: ni de dónde vinieron, ni por qué se establecieron allí, ni si descendían de indígenas americanos, asiáticos o, por qué no, europeos.