Alex Guerra Terra (ESPAÑA)
http://alexguerraterra.blogspot.com
Antes de Clovis: México, Brasil, Chile, Bolivia, Colombia, Perú… El debate sobre el primer poblamiento de América
¿Cómo llegó el hombre a América? ¿Cuándo? Hasta hace algunos años era imposible encontrar literatura seria sobre el poblamiento de América que no afirmara que éste había ocurrido hace unos 13.000 años desde Asia por el estrecho de Bering, aun existiendo numerosos yacimientos excavados hace decenios y bien documentados, que indicaban fechas mucho más remotas. A mediados del siglo XX, esta teoría del poblamiento tardío único, era aceptada por la mayor parte de la comunidad científica, especialmente vinculada al Instituto Smithsonian, y sólo cuestionada en ocasiones, pero nunca definitivamente como para cerrar el “debate Clovis”. Los últimos hallazgos en el Parque Nacional Serra de Capivara, al sudeste del estado de Piauí, en Brasil, confirman definitivamente la presencia humana en América mucho más allá de lo aceptado hasta el momento. El equipo arqueológico dirigido por Eric Boëda y Christelle Lahaye, hallaron herramientas de piedra que, según la datación por luminiscencia ópticamente estimulada, tendrían hasta 25.000 años de antigüedad.
América del Norte: la cultura Clovis
Las famosas puntas de lanza y otras piezas halladas en los años ‘20 y ‘30 cerca de la localidad de Clovis, en Nuevo México (Estados Unidos), y que tenían unos 13.000 años de antigüedad, fueron atribuidas a la a partir de entonces llamada cultura Clovis, que fue considerada la más antigua del continente americano durante varios decenios. Esta teoría, sostenía que pueblos cazadores-recolectores y nómadas procedentes de Asia, habían cruzado a pie el estrecho de Bering durante el último período glacial, en que se produjo el descenso del nivel del mar y se despejó un camino el estrecho. Los pueblos asiáticos, habrían atravesado este puente de tierra que unía ambos continentes, avanzando por el corredor libre de hielo hasta el interior de América. Esta teoría, fue aceptada durante mucho tiempo como la única migración posible hacia América, de los primeros pobladores, y si el poblamiento del continente se había efectuado de norte a sur, era evidente que los asentamientos más antiguos deberían localizarse en el norte del continente. Sin embargo, en la propia América del Norte comenzaron a aparecer muchos sitios arqueológicos que tenían más de 13.000 años y, por tanto más antiguos que los de la cultura Clovis. El descubrimiento en Texas, por ejemplo, de un yacimiento arqueológico de 15.500 años, hizo retroceder más de 2.000 años la fecha en la que se creía que habían llegado los primeros humanos a América, cuestionando la teoría oficial sobre la colonización del continente. Según esta hipótesis, en su momento controvertida de Michael Waters, los portadores de esta cultura caracterizada por una técnica muy particular de puntas de sílex bifaces, habrían venido de Asia hace alrededor de 15.500 años por el Estrecho de Bering durante las glaciaciones. Se habrían extendido a continuación sobre todo el continente, llegando a América del Sur. Pero no fue el único caso. Cuando era un joven arqueólogo, en los años ’70, Jim Adovasio halló evidencias de que seres humanos habían visitado un sitio en Meadowcroft (Pensilvania) hace 16.000 años. Para los arqueólogos fue un descubrimiento resonante que contradijo una vez más la llamada primera teoría de Clovis, que databa el primer asentamiento en las Américas hace sólo 13.000 años. Más tarde, el arqueólogo Dennis Jenkins (Universidad de Oregón), encontró en los sedimentos de las cuevas Paisley excrementos humanos fosilizados (coprolitos) y artefactos (puntas líticas conocidas como Western Stemmed), distintos de las puntas aflautadas, más anchas, de la cultura Clovis. Muchos investigadores, reacios a desechar la teoría Clovis, sostuvieron que esa tecnología no era más que una evolución directa de la de los Clovis, pero la datación con radiocarbono de los artefactos de Paisley sugería que esto no era posible, ya que los restos databan de hace aproximadamente 14.000 años, lo que significaba que sus creadores precedieron o convivieron con ellos. Incluso los análisis revelaron ADN humano perteneciente al haplogrupo A -un genoma antiguo que llegó a América proveniente de Asia- y que también data de tiempos anteriores. Ninguna evidencia de tecnología Clovis apareció en las cuevas.
Punta de flecha Clovis
Pero no sólo en Estados Unidos se encontraron sitios anteriores a la llamada cultura Clovis. Varios sitios en México, como por ejemplo Hueyatlaco en Valsequillo (Puebla), también indican la presencia de comunidades de decenas de miles de años atrás. Eran épocas en que el paradigma Clovis era inamovible. No obstante, los sitios arqueológicos más arcaicos siguieron apareciendo, y no sólo en América del Norte, sino también en el Sur, lo que definitivamente, hizo que la teoría “Clovis” fuera perdiendo peso. Estos sitios, han llevado a los arqueólogos a especular cada vez con más convicción a que los primeros pobladores del continente americano realizaron varias rutas para llegar al mismo, y en diferentes etapas.
América del Sur: Brasil, Chile, Bolivia, Colombia, Perú. Lo cierto es que la presencia del hombre en el continente americano es mucho más antigua de lo que afirmaba la rígida teoría Clovis, y en los últimos cuarenta años han proliferado tanto los yacimientos arqueológicos que lo confirman, que ya es casi imposible seguir hablando de que los primeros pobladores llegaron únicamente por el estrecho de Bering hace 13.000 años. Cada vez resulta más evidente que la presencia humana en América es mucho más antigua que eso, y el paradigma Clovis está más que superado.
Brasil: los últimos hallazgos. Los últimos hallazgos en el Parque Nacional Serra de Capivara, al sudeste del estado de Piauí, en Brasil, confirman definitivamente la presencia humana en América en tiempos muy remotos, e incluso la remontan más allá de lo aceptado hasta el momento. En el yacimiento arqueológico de Toca da Tira Peia, situado en un abrigo rocoso de este parque, se han encontrado vestigios que atestiguan la presencia humana en la zona desde muy antiguo. El equipo arqueológico dirigido por Eric Boëda y Christelle Lahaye, hallaron herramientas de piedra que, según la datación por luminiscencia ópticamente estimulada (un método de datación totalmente fiable), tendrían unos 22.000 años de antigüedad. Algunos críticos, partidarios de la teoría del poblamiento tardío, opinaron que las piedras talladas que se han descubierto podrían ser el resultado de un deslizamiento de rocas o incluso podrían haber sido elaboradas por los monos capuchinos. Pero son críticas que carecen de fundamento científico: en Toca da Tira Peia nunca hubo sedimentos marinos y, por tanto, no pueden haber piedras de cantos rodados que caen o que vuelan como pájaros. Por otro lado, se demostró un profundo desconocimiento de los estudios etológicos sobre los monos capuchinos del Parque Nacional Serra de Capivara, que se desarrollan desde hace apenas una década. Además, estudios etológicos demuestran que los monos no fracturan voluntariamente la roca para producir cantos rodados. La fracturación existe, pero como consecuencia de un acto de escarbar o partir frutos y no con la intención de tallar una roca de forma uniforme. El equipo de Boëda sigue excavando en tres sitios arqueológicos pleistocénicos que atestiguan una edad de entre 25.000 y 17.000 años. Se ha escrito un artículo sobre otro de estos sitios, llamado Vale da Pedra, en el que han realizado más de veinte dataciones, utilizando dos métodos distintos. Además, disponen de resultados de análisis de huellas de uso sobre filos de útiles, que demuestran que los artefactos sirvieron para cortar vegetales, descarnar y rascar hueso. En palabras de Boëda, “si funcionas con un solo esquema o modelo nunca verás lo que es diferente”.
Sierra de Capivara (Brasil)
Pero los vestigios más antiguos de habitantes de las Américas se remontan a 50.000 años y habrían llegado de África. La arqueóloga francobrasileña Niède Guidon, que ha dedicado su vida a investigar la Serra de Capivara en Brasil, repleta de pinturas rupestres, así lo asegura. Los artefactos estudiados en el sitio, incluyen pinturas rupestres y arte de cerámica, representando animales, ceremonias, expediciones de caza, e incluso escenas de la vida sexual de este antiguo grupo de americanos. Otros vestigios de la civilización incluyen restos de carbón de incendios estructurados. Algunos arqueólogos argumentaron que los fragmentos de piedras encontrados no son evidencia de fuego hecho por el hombre, sino que son más bien geofactos, una formación de piedra natural, no antrópica o hecha por el hombre.
Pero Guidon responde que el arte rupestre (relacionado con el resto de elementos) es el que proporciona pruebas concluyentes de las primeras actividades humanas. Las pinturas se estima que datan de hace unos 29.000 años. De acuerdo con Guidon, los Sapiens de Piauí llegaron directamente de África y su navegación (quizás debido a causas fortuitas), fue ayudada por el hecho de que hace 60 mil años el nivel del mar, debido a la era de hielo en curso, era mucho más bajo que el actual. Pedra Pintada, en el estado de Pará, Brasil (9.310 a.C.), Lauricocha (Perú, 10.000 a.C.) y El Abra (Colombia, a 11.000.C.), los Llanos Moxos (Bolivia), evidencias de asentamientos de personas que vivían en el Pleistoceno tardío-Holoceno temprano.
Chile: Monte Verde, desde los años ’70. El sitio de Monte Verde se encuentra cerca de Puerto Montt. En 1975, un estudiante de la zona encontró algunos huesos de animales extraños (que luego resultaron ser de mastodonte), por lo que el geólogo Mario Pino y el antropólogo Tom Dillehay comenzaron a llevar a cabo excavaciones, verificando que el sitio había sido habitado por unas 20 personas. Huesos de mastodonte, restos de comida, carbón, cuerdas, madera, se encontraron en el sitio, bien conservado, sumergido en un estrato de turba y otros restos de plantas. Los restos de carbón encontrados fueron datados utilizando el método del carbono 14, en 12.800 a.C. Más tarde, en otras excavaciones realizadas en 1997, se encontraron restos de fogatas, cuyo carbón fue fechado en 31.000 a.C.
Yacimiento de Capivara (Brasil)
La mayoría de científicos hasta ahora ha aceptado la datación de Monte Verde, indicándolo como el sitio más antiguo de América habitado por seres humanos hasta ese momento; sin embargo, indicaban que sus habitantes habían llegado desde Bering, navegando a lo largo de la costa del Pacífico por más de 10.000 kilómetros, para establecerse finalmente en el sur de Chile. Esta teoría, conocida en campo científico como la "Teoría de la migración a lo largo de la costa Pacífica de América", no hacía más que volver a afirmar que los antiguos habitantes de Monte Verde eran todavía descendientes de asiáticos que vinieron a América del Norte. Sin embargo, con los nuevos hallazgos por otros sitios de América del Sur, es evidente que ya es hora de abandonar la hipótesis de Bering y empezar a considerar que fue América del Sur, y no América del Norte, la que inicialmente fue habitada por los primeros pobladores.
La teoría solutrense: ¿desde Europa? Una polémica hipótesis apunta que cazadores de la Edad de Piedra alcanzaron el Nuevo Mundo desde el Golfo de Vizcaya. En 1999, los arqueólogos Dennis Stanford y Bruce Bradley lanzaron una hipótesis revolucionaria que señalaba que los europeos del suroeste de Francia y la cornisa cantábrica fueron los primeros en llegar a América a través del Atlántico hace entre 17.000 y 15.000 años. La teoría solutrense, como es conocida, no obtuvo gran respaldo de la comunidad científica por varias razones: la dificultad de cruzar el océano con la tecnología de la época, la ausencia en la cultura Clovis -supuestamente la más ancestral americana- de arte parietal y las escasas pruebas arqueológicas para sostenerla. Sin embargo, los científicos que la propusieron siguen convencidos. Sus nuevos argumentos son una serie de herramientas de piedra de estilo europeo de 19.000 a 26.000 años de antigüedad encontradas en seis lugares diferentes en la costa este de Estados Unidos. Estos hallazgos podrían aumentar considerablemente nuestra comprensión de la propagación de la humanidad alrededor del mundo.
Puntas de flecha soloutrenses
Dennis Stanford, del Instituto Smithsonian de Washington, y Bruce Bradley, profesor de la Universidad de Exeter, los dos principales arqueólogos que han analizado todas las pruebas, proponen que los europeos occidentales viajaron a América del Norte atravesando el filo de la parte congelada del norte del Atlántico con un bote o sobre el hielo. Con la Edad de Hielo en pleno apogeo, alrededor de tres millones de kilómetros cuadrados del Atlántico Norte estaban cubiertos de hielo toda o buena parte del año. Algunos cráneos hallados por ejemplo cerca de ciudad de México, presentan rasgos evidentemente caucásicos. Por no hablar de las leyendas que se extienden por todas las culturas primigenias americanas, que hablan de hombres barbudos y mujeres de piel blanca y cabellos rojizos.
Luzia: ¿aborígenes australianos? Los resultados de la revisión de numerosos cráneos procedentes de América central y del sur, sugieren a Walter Neves (biólogo evolutivo de la Universidad de San Pablo, Brasil), que la colonización del continente americano pudo haberse realizado por dos grupos de población diferentes. Una de ellas, relacionada morfológicamente con los aborígenes australianos, y la otra, vendría del norte y este de Asia (Siberia y Mongolia), cruzando el estrecho de Bering hacia el 10.000 a.C. y dando lugar a los grupos Clovis (que es la teoría comúnmente aceptada). Uno de los restos que han dado lugar a la interpretación sobre los aborígenes australianos, es “Luzia”, un esqueleto femenino excavado en el yacimiento brasileño de Lapa Vermelha (Minas Gerais) por Laming Emperaire en la década de los ‘70, y con una datación imprecisa que rondaría los 11.000 años, y características físicas australoides y africanas, y no únicamente asiáticas.
Cráneo Luzia (Brasil)
Los estudios genéticos. De acuerdo con una investigación reciente, la estructura genética existente de las poblaciones nativas actuales de América del Sur, se desacopla en gran parte de las relaciones lingüísticas y geográficas continentales. El estudio también aporta evidencias científicas para reformular el modelo tradicional y definir escenarios alternativos para el poblamiento de América. El catedrático Daniel Turbón, del Departamento de Biología Animal de la Universidad de Barcelona, es uno de los autores de esta investigación internacional, liderada por Lutz Roewer, de la Universidad Charité de Berlín, y que también firman Eduardo Arroyo Pardo y Ana María López Parra, de la Universidad Complutense de Madrid.
Daniel Turbón
El trabajo se basa en el estudio de marcadores genéticos del cromosoma Y masculino en casi un millar de individuos de cincuenta tribus nativas de América del Sur. Según los autores, hay un desacoplamiento entre genética, lenguaje y geografía en las comunidades nativas del sur del continente americano. Todo apunta a que, en el primer poblamiento de América, no hubo una sola migración (independientemente de que fuera o no por el estrecho de Bering), sino entradas rápidas y largos períodos de aislamiento. Tal como explica Turbón, América es, probablemente, uno de los ejemplos más recientes de poblamiento de un gran continente por la especie humana. Según él, es un laboratorio excelente para contrastar herramientas metodológicas de estudios genéticos y poblacionales. Aunque la hipótesis de la migración única como explicación del origen de los pobladores de América está bastante arraigada, es una visión reduccionista cada vez más cuestionada científicamente. Los autores analizan la variabilidad genética de cada individuo mediante una serie de marcadores genéticos del cromosoma Y masculino: en concreto, en 919 individuos (91 %) de la muestra, se han estudiado los dieciséis polimorfismos de nucleótidos simples (SNP) más frecuentes en América del Sur, y las diecisiete secuencias cortas y repetidas en tándem (STR) más empleadas en todo el mundo en antropología forense. El análisis de los polimorfismos genéticos ha permitido determinar el origen geográfico de cada individuo y, además, comparar los datos con otras poblaciones del centro y el norte del continente americano. El estudio publicado en PLOS Genetics también identifica un linaje genético no descrito hasta ahora en poblaciones de América central y del norte: es el haplotipo C-M217 (C3*), que es frecuente en el continente asiático. Los expertos, además, han detectado linaje genético de origen polinesio en Perú. Descubrir el origen de los ancestros de los primeros pobladores de América plantea un gran desafío a la comunidad científica internacional. El nuevo artículo perfila escenarios alternativos a la hipótesis de una única migración (que niega cualquier flujo transpacífico con efectos significativos sobre la genética de poblaciones) como modelo de población del continente americano.
¿Y antes de Colón? Polinesios, Vikingos, Templarios, Chinos… El debate sobre el re-descubrimiento de América
Aún a pesar de todas las nuevas y no tan nuevas evidencias, el debate del poblamiento de América continúa, y revive año a año con la aparición de nuevos yacimientos en América del Sur, mucho más antiguos que los primeros yacimientos con presencia de la cultura Clovis en América del Norte, como hemos visto. Pero por otra parte, la discusión sobre el re-descubrimiento de América en tiempos más recientes, a partir del siglo X, no es menor motivo de encendidas controversias, ya que cada vez más las evidencias demuestran que Colón, si no el último, fue uno de los últimos en llegar. Sin querer entrar en debate, en este escueto artículo sólo queremos enumerar algunas de estas evidencias, que nos permiten adelantar la llegada de otros grupos humanos a América desde Europa, Polinesia y Asia, siglos antes que Cristóbal Colón, sin querer desmerecer que los conquistadores españoles, a pesar de no haber sido los primeros en llegar al continente, sí fueron los que cambiaron la realidad del mismo (en términos negativos y también positivos).
Asiáticos: siglo V
La misión original del proyecto buscaba entender la respuesta humana al cambio climático en el Cabo Espenberg, Alaska, entre los años 800 y 1400, un período crítico en el Ártico debido al llamado Período Cálido Medieval, en que la Tierra experimentó un alza de la temperatura entre los años 950 y 1250. Pero desenterrando una vieja casa esquimal de hace 1.000 años, Jeremy Foin, uno de los expertos a cargo de la investigación, se topó con un extraño objeto: una hebilla de bronce. Sabía que tenía entre sus manos algo extraño: los inupiat, como se conoció a los esquimales que habitaron la zona, ni ninguna cultura ártica, conocían el bronce. La explicación más plausible era que la pieza -datada en 1.500 años- había sido fabricada en Siberia, Corea, Manchuria o incluso el sur de China, donde el bronce es conocido hace miles de años. Lo que falta responder es cómo esta pequeña pieza llegó ahí.
Pieza encontrada en Cabo Espenberg (Alaska)
John Hoffecker, de la U. de Colorado, y quien dirigió el proyecto, tiene dos teorías: la pieza pudo ser comercializada a través del Estrecho de Bering por otros inupiat que se encontraban en la costa asiática, o los ocupantes del Cabo Espenberg llegaron desde Siberia a Alaska hace unos 1.500 años y trajeron el objeto con ellos desde Asia. El hallazgo habla de un nutrido intercambio cultural entre Asia y América, 1.000 años antes de la llegada de Colón. Las personas que vivían a cada lado del estrecho eran un solo pueblo (inupiat), hablaban el mismo idioma y tenían lazos familiares. Esto sigue siendo así incluso hoy, a pesar que la guerra fría separó familias. Los arqueólogos creen que la pieza podría ser parte del ornamento de un mazo o del arnés de un caballo.
Polinesios: siglo X
Desde hace casi un siglo se vienen proponiendo contactos transpacíficos de los polinesios con distintas culturas de la América precolombina, a partir de paralelismos en una larga lista de rasgos culturales (canoas de tablas cosidas, anzuelos compuestos, clavas, las mandíbulas “rocker jaw”, paralelismos culturales, estéticos y lingüísticos sin demasiado peso empírico). Sin embargo, frente a la debilidad de la data empírica y de los argumentos teórico-metodológicos tradicionales, la evidencia genética parece incontrastable. El hallazgo en Arauco (área mapuche del sur de Chile) de restos de gallina polinésica en un contexto prehispánico, ha obligado a reevaluar las pruebas de la presencia polinesia en América mucho antes de la llegada de Colón. Un equipo de arqueólogos liderado por José Miguel Ramírez y Elisabeth Matisoo-Smith trabajan en este sentido desde el año 2005, en un proyecto aún en desarrollo que de una vez por todas obligará a cambiar definitivamente los libros de Historia.
Clavas polinésicas (arriba) y mapuches (abajo)
El análisis de ADN en huesos de gallina recuperados, permitió detectar genes polinésicos en los mismos, y la datación (AMS) entregó un rango entre 1304 y 1424 d.C. para la presencia de gallina polinésica en el centro sur de Chile, como mínimo, aunque hay dataciones anteriores para otros elementos encontrados. Hay que tener en cuenta que los límites del poblamiento del Pacífico, para los mayores navegantes de la prehistoria, no podían ser sino los bordes continentales de la cuenca del Pacífico. Dado el extremo aislamiento geográfico de Rapa Nui, resulta mucho más excepcional que haya sido encontrada por exploradores polinesios en sus viajes hacia el este. En cambio, bajo ciertas condiciones y dentro de los márgenes de su capacidad de carga, no habrían podido evitar las costas de América, y por supuesto, se pudieron haber topado con la isla tanto de ida, como de vuelta.
Vikingos: Leif Erikson, siglo X
El poblado vikingo descubierto en 1960 en L’Anse aux Meadows, en Terranova (Canadá), con casas y artefactos estilo escandinavo, y textos medievales islandeses, como la Saga de los groenlandeses y la Saga de Erik el Rojo, escritas en el siglo XIII, apuntan a que estos incansables exploradores comenzaron a llegar a la costa norteamericana a partir del siglo X. Pero además existen estudios genéticos que sugieren que fue una mujer que llevó los genes amerindios a Islandia (encontrados en cuatro islandeses con el linaje mitocondrial C, típico de los indígenas americanos y del este de Asia, y ausente en Europa), porque el linaje encontrado en las cuatro familias islandesas, denominado C1e, es de la mitocondria, un orgánulo de la célula, externo al núcleo e implicado en los procesos de producción de energía, que se hereda exclusivamente por vía materna. Como la isla quedó prácticamente aislada desde el siglo X, la hipótesis más factible es que estos genes correspondiesen a una mujer amerindia llevada desde América por los vikingos cerca del año 1000, según Carles Lalueza-Fox, investigador del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-Universidad Pompeu Fabra).
L'Anse aux Meadows, Terranova (Canadá)
La investigación se ha realizado en colaboración con la Universidad de Islandia y la empresa farmacéutica Decode Genetics, ambas de Reikiavik, y en un principio se pensó que el linaje procedía de familias asiáticas establecidas recientemente en Islandia, pero cuando se estudiaron las genealogías familiares, se descubrió que las cuatro familias provenían de cuatro antepasados situados entre 1710 y 1740 y que procedían de la misma región del sur de Islandia. Este hallazgo fue el punto de partida de la investigación que ha llevado a estudiar a la mujer que viajó con los vikingos hace quizá mil años.
Templarios: siglo XIII
Sobre los templarios no hay pruebas definitivas por el momento, pero sí varios paralelismos estilísticos o culturales en algunos elementos como uno de los monolitos de Tiahuanaco o cruces templarias que aparecen en un códice mexica y en un disco de la cultura Aguada de Argentina, así como algunos mapas que mencionan América antes de la llegada de Magallanes al estrecho que lleva su nombre. Sin embargo no existen pruebas concluyentes, por lo que este apartado lo incluimos solo para mencionar que también se especula con la presencia de templarios antes de la llegada de Colón a América. Y no una ni dos veces, sino de forma repetida, sobre todo por motivos económicos, según se dice, para comerciar con la plata.
La Carta Marina de Martín Waldseemüller (1516)
Esta Carta Marina de 1516 supone un notable cambio respecto a sus anteriores concepciones. Rompe con la tradición ptolemaica y pasa a tomar como modelo el planisferio de Caverio.
Asigna el descubrimiento de América a Cristóbal Colón en vez de a Vespucio, elimina el nombre de América para el Nuevo Mundo y, siguiendo las tesis colombinas, parece dudar de que se trate realmente de un continente diferenciado, colocando en América del Norte una inscripción que dice «Terra de Cuba-Asie Partis», retornando al tiempo a la concepción peninsular de la isla de Cuba y a la división del continente por un paso interoceánico influido quizá por la mayor ortodoxia ptolemaica de los cartógrafos italianos o por faltarle nuevos informes de los marinos portugueses.
Chinos: Zheng He, siglo XV
Gavin Menzies, un polémico escritor e historiador británico, asegura en un nuevo libro que los chinos descubrieron América al menos 70 años ante de que lo hiciera Colón. En su nuevo libro “Quien descubrió América: La historia no contada del poblamiento de las Américas”, Menzies se apoya en un mapamundi de 1418 como nueva evidencia que demostraría que en 1421 el marino y explorador chino Zheng He pisó el Nuevo Continente. La comunidad científica se toma con cautela la propuesta de Menzies, al que suelen referirse como pseudo-historiador. No en vano, el mapa ha sido rechazado como falsificación por algunos expertos.
Flota de Zheng He (China)
Los especialistas conocedores de este ámbito han refutado esta afirmación sin ningún margen para la duda. Menzies también asegura que los chinos fueron los primeros en poblar el hemisferio occidental tras cruzar el Pacífico hace 40.000 años.
Conclusiones
El problema de los contactos transpacíficos es muy antiguo y de amplia repercusión en la prehistoria de América, lamentablemente desprestigiado por una serie de razones. En primer lugar, la difusión masiva de hipótesis sin fundamentos, absurdas algunas, pero también el hecho de que el material empírico por sí mismo no permitía hasta hace algún tiempo probar que las similitudes observadas correspondían a desarrollos independientes, a adaptaciones convergentes, o a préstamos derivados de algún tipo de contacto. Por otro lado, tampoco ayudan los prejuicios etnocéntricos respecto de la autonomía de las culturas americanas ni los modelos teóricos reduccionistas. Así, no había sido posible discriminar de manera concluyente si esas similitudes corresponden a préstamos derivados de alguna clase de contacto o constituyen, simplemente, desarrollos independientes o convergentes. Por lo tanto los círculos académicos oficiales, eran reticentes a aceptar estas evidencias. No olvidemos que el tránsito por mar no deja huellas, al mismo tiempo que resulta mucho más eficiente para recorrer grandes distancias, hasta la próxima tierra firme. Provoca menos roce, es más económico en términos del gasto de energía y es más rápido que el medio terrestre, en donde hay que atravesar selvas, montañas, desiertos y grandes ríos, sin medios de locomoción tan eficientes como una canoa polinésica. ¿Por qué entonces, nos cuenta tanto aceptar que los grandes océanos fueron transitadísimas autopistas durante toda la Prehistoria?
ALGUNOS APUNTES SOBRE LA AUTORA:
Estudió Historia en la U. de Barcelona y Arqueología en la U. Autónoma de Barcelona, a partir de lo cual participó en numerosos proyectos de investigación arqueológica en España, Uruguay, Chile y la Isla de Pascua, ligada a diversas universidades y museos, que la llevó a residir en Latinoamérica y Polinesia por años. Trabajó activamente en la difusión de los resultados a través de programas de radio y televisión, conferencias, cursos, y artículos publicados en prestigiosas revistas internacionales, científicas y de divulgación. Actualmente, trabaja como colaboradora en diversos programas radiofónicos y televisivos, siendo entrevistada con asiduidad en varias de ellas, sobre distintas temáticas, y escribe en revistas culturales, de investigación y viajes. Autora de las novelas de índole histórica “Rongorongo” (2012) y “La sombra de Gaudí” (2014).
• Publicado con permiso de la autora