Para aquellos cuyos criterios y preceptos propios de la religión no les permitan aceptar nada más que los parámetros clásicos predominantes en la Iglesia Católica, leer este artículo, tal vez, le desconcierte y hasta le considere herético, pero esto no puede ser un impedimento para que exponga un enigma que puede ser uno de uno de los más grandes arcanos de la humanidad.
Rennes-le-Château en idioma francés oficial, Rènnas le Castèlh en idioma occitano, es un pueblo y una comuna francesa en el departamento de Aude, en el área del Languedoc. Situado en la cima de una montaña.
Desde finales de los años 70 del pasado siglo, y a raíz de la publicación de un libro de Gérard de Sède, El oro de Rennes (1967), este pueblo ha recibido gran cantidad de turismo, asociado a una leyenda moderna sobre el antiguo párroco Francois-Bérenger Saunière.
A comienzos del siglo XXI, y gracias al éxito del libro de Dan Brown El código da Vinci, ese interés no ha hecho sino aumentar ya que el argumento de esta novela tiene numerosas conexiones con la leyenda del párroco de Rennes.
«Terribilis est locus iste» (Este lugar es terrible) es la inscripción que da la bienvenida al visitante en la iglesia de Rennes-Le-Château, un presagio de lo que han de encontrar aquellos que ingresan esperando hallar un sitio de recogimiento. Y es que entrar a un santuario religioso donde quien le recibe es precisamente el diablo, no es precisamente un presagio de una buena acogida.
No obstante, aunque a primera vista esto pueda parecer extraño, al adentrarnos en la historia de la región ya no lo parece tanto.
Antiguamente llamada Aereda, era una ciudad ubicada en las inmediaciones de los ríos Aude y Sals, fue fundado por los godos. En tiempos fue una capital visigoda, posteriormente habitado por árabes, y luego cátaros. Hoy apenas quedan rastros ni memoria. Destruido casi en su totalidad durante el siglo XIV fue reconstruido a finales del XIX, pero para entonces su población no superaba los doscientos habitantes, unas cuantas casas a lo largo de la montaña, y una iglesia casi en ruinas.
La ruta nos llevará allí partiendo de la ciudad medieval de Carcasonne, toda ella amurallada, mágica, bella, fascinante, mistérica, la capital de este entorno enigmático como ninguno en Europa. A 40 kilómetros de allí se encuentra Cuiza, un pueblo frío, húmedo, de una belleza sin igual, hierática, inspiradora...
Allí, en un castillo del siglo XVI, que en tiempos perteneció a la familia Le Joyeux, es hoy una posada convertida en centro de "operaciones" de los más intrépidos buscadores del tesoro de los cátaros.
El enigma de Rennes-le-Château se inicia en la época romana. Después de que los soldados del Emperador Tito saqueasen y destruyesen el Templo de Jerusalén en el año 70 de nuestra era, el botín -el tesoro del Templo de Salomón- fue trasladado a Roma, donde permaneció durante más de tres siglos, hasta que el Imperio empezó a derrumbarse. En el año 410 los visigodos, acaudillados por Alarico, saquearon Roma, llevándose "El Tesoro del Templo". Dos años después desembarcaron en las costas meridionales de las Galias. La región de Rennes-Le-Château les agradó, estableciéndose y fundando un reino permanente que no tardaría en saltar los Pirineos y extenderse por el norte de España. No sabemos si es cierto que el tesoro "El Arca de la alianza y las Tablas de la Ley de Moisés" llegó o no a las Galias, pero nunca más se supo de él. Y no se descarta que pudiera hallarse oculto en los alrededores de Rennes-Le-Château. De hecho, no falta quien ha querido ver una relación entre el Arca y la población de Arques, no lejos de Rennes.
Tras la llegada de los visigodos a Rennes hubo dos siglos de relativa estabilidad, hasta que en el siglo VI llegaron procedentes del norte los merovingios, que extendieron su dominio sobre el reino visigodo. Estos invasores eran portadores de una cultura sofisticada y enterraban a sus soberanos con joyas y tesoros.
Estos rastreadores de leyendas han puesto sus ojos en este destino. Del castillo convertido en hospedería hasta Rennes-Le-Château, sólo nos separan tres kilómetros.
Para alcanzarla no hay más que una ruta: una endiablada carretera empinada que parece conducir hasta el cielo y que, sin embargo, nos lleva a un lugar que bien parece demoniaco, pero que, pese a todo, podría ocultar el legendario tesoro de los heréticos cátaros.
Para ello hay que volver los pasos sobre sus habitantes; en el año 679 es asesinado el último rey merovingio Dagoberto II quien había contraído matrimonio con la princesa visigoda Gizelle de Razas, en la iglesia de Santa María Magdalena.
Cráneo de Dagoberto II
Al rey le sobrevivió un hijo Sigisberto IV, el cual fue escondido en Rennes-Le-Château y de ahí es en gran parte de donde se desprende el misterio que rodea el pueblo, junto a la de la legendaria riqueza de los merovingios, bien documentada por la arqueología, dando pie a relatos de fabulosos tesoros aún por descubrir en la región.
Según la leyenda “El linaje cripto-merovingio se perpetuó en la sombra hasta nuestros días, de modo que el “Rey Perdido”, el “Gran Monarca”, está presente de incógnito entre nosotros. “Cuando llegue el momento, se manifestará”. Basados en este relato se arrastró hasta nuestros días la creencia de que allí estaba ubicada la tumba de María Magdalena así como la de su estirpe, entre los que se cuenta el Maestre de los Templarios Bertrand de Blanchefort, familia a la que pertenecía Marie de Hautpoul de Blanchefort, quien supuestamente poseía un gran secreto que había pasado de generación en generación y ella por no poseer heredero entrega el secreto a su confesor, Antoine Bigou a quien le encarga trasmitir dicho legado a alguien digno de confianza.
Bigou esconde los documentos y coloca una misteriosa baldosa en la lápida de la marquesa el día 17 de enero de 1781.
Señalaré, no obstante, que la verdadera naturaleza del Grial, es un tema tan misterioso como los orígenes mismos de la leyenda. En la versión más antigua, el Grial es un objeto dorado, una piedra mágica; en otras posteriores es el Santo Cáliz utilizado durante la última cena de Jesús, o es el cáliz que uso José de Arimatea para recoger su sangre. Suponiendo que éstas hayan sido explicaciones derivadas, el Grial originario pudo ser casi cualquier cosa. Más adelante los aspectos caballerescos de la leyenda entraron a formar parte del ciclo Arturiano medieval que luego fueron ampliadas por el romanticismo. Estableciéndose una conexión caballeresca real que vincula el Santo Grial con los corrientemente llamados caballeros templarios.
Los Templarios formaban una orden monástica y militar, prestaban votos de castidad, pobreza y obediencia, y alcanzaron una gran popularidad e influencia después de la Primera Cruzada y la conquista de Jerusalén. Tenían su casa principal cerca del destruido Templo de Salomón en Jerusalén, emplazamiento que les fue concedido hacia 1120.
Algunos indicios sugieren que el grupo fundacional de nueve caballeros ya se había formado incluso antes de aparecer públicamente como Orden. Pasaron los primeros años sin que se acrecentasen mucho sus filas hasta que en 1135 -1140 comenzó su ascenso meteórico convirtiéndose en una fuerza política y económica de primera magnitud. Llegaron incluso a tener más poder que algunos reyes, y ése fue factor principal de su súbita y espantosa caída, que culminó en la disolución de la Orden y la dispersión de su fortuna y posesiones. Por sus pasados esplendores y por las experiencias que acumularon en el Próximo Oriente, sin embargo, quedó alrededor de ellos un aura permanente de misterio. Se decía que los Templarios habían dirigido excavaciones en el interior del monte del Templo, y todavía hoy se formulan conjeturas acerca de los motivos que tendrían para abrir túneles en tan sagrado lugar. Una de las teorías dice que encontraron un tesoro, el cual llevaron consigo cuando regresaron a Francia para ocultarlo en la región de Rennes-le-Château, y que tal tesoro no era otro sino el verdadero y santísimo Grial.
Poco más de cien años después de la muerte de la marquesa, llega al pueblo el sacerdote Bérenger Saunière, un enigmático personaje, nacido el 11 de abril de 1852, que se convierte en la piedra angular de esta historia. Él que era una persona bastante polémica había llegado allí casi que como castigo, lo cual no cambia precisamente su carácter; en una oportunidad proclama un discurso a favor de los borbones que le vale el retiro de su sueldo por parte del gobierno republicano quedando en unas condiciones de vida muy precarias, viviendo a costa de las limosnas del pueblo, de la pesca y de la caza en sus andanzas para conseguir su sustento. Al mismo tiempo, se dedicó a estudiar lenguas antiguas y la historia de la región.
Sus primeros años al frente de la parroquia discurrieron con total normalidad. Fueron, sin más, rutinarios. Incluso aburridos.
La población tenía sólo doscientos habitantes cuando desembarcó en su iglesia este párroco de treinta y tres años. Corría el 1 de junio de 1885. Cumplió sin complicaciones con su cometido sacerdotal. Salvo sus votos, que a menudo los despistaba, nada digno de mayor consideración.
Desarrolla una profunda amistad con el sacerdote de la localidad cercana Henry Boudet, a quien encierra una historia no menos extravagante, aquel le instiga a realizar obras de reconstrucción en la capilla.
En 1891, sin imaginarse lo que acabaría encontrando, acometió la restauración del pueblo y, en especial, de su iglesia. Algo que no fue precisamente lógico teniendo en cuenta que no tenía sustento para sí mismo
En aquel extraño edificio consagrado a María Magdalena; que databa del año 1059 y estaba construido sobre una estructura visigótica, así que no resultaba extraño que el altar se sustentara sobre dos columnas de aquella época. Lo que ya no parecía tan normal es que una de aquellas columnas fuera hueca y que en su interior se encontraran cuatro pergaminos. Dos de ellos eran genealogías, y los otros dos parecían textos cifrados.
Saunière contó con la ayuda de seis obreros para los trabajos de la restauración, y dos de ellos aún vivían en 1958 y corroboran el descubrimiento de los manuscritos.
La monotonía de aquel pueblo se quebró...
Y así, en el que fuera el epicentro de la herejía cátara, emerge el indicio que nos va a poner tras la pista de un gran secreto sobre Jesús de Nazaret…
Saunière viaja donde su superior el obispo de Carcasona, quien le envía a Paris para entrevistarse con el abad Bieil, director general del seminario de Saint Sulpice, y a su sobrino, Émile Hoffet. Saint Sulpice era la segunda iglesia de Paris en tamaño después de Notre Damme y de cuya escuela provenían Alphonse Louis Constant (Eliphas Levi), Joseph Antoine Boullan (quien se autoproclamó sumo sacerdote de la iglesia carmel) lo que le dio un estigma de escuela de herejes por las prácticas asociadas a la magia de estos personajes.
Además visita el museo de Louvre donde se hace con la copia de tres obras de arte, siendo la más importante “Los pastores de Arcadia” de Nicolas Poussin, un cuadro que alberga una gran importancia para quienes estudian el esoterismo, en donde los pastores intentan descifrar un epígrafe y meditan sobre ello y en al fondo, según los estudios, se ve Renne-Le-Château.
Saunière pone los pergaminos en manos de paleógrafos e intérpretes de lo más diverso. Su contenido dejó de piedra a propios y extraños, y le permitió codearse con la elite social y esotérica de la Francia decimonónica. Nadie sabe exactamente a qué le condujo su contenido, pero lo cierto es que, desde entonces, los posibles de Bérenger hicieron de él uno de los hombres más poderosos de la época.
Tiró la casa por la venta y levantó construcciones a mitad de camino entre lo religioso y lo herético. La más destacada y llamativa fue una torre, Torre Magdala, la llamó, en honor, claro, de la Magdalena, desde la cual controlaba visualmente todas las montañas de la región y en la que ubicó su estudio.
Además, investigó todos los recovecos de Rennes. ¡Exploró el pueblo y sus alrededores con un entusiasmo enfermizo! ¿Qué buscaba?
Remodeló el continente de la iglesia y redecoró su contenido ilustrándola con decenas de símbolos de lo más diverso que aún hoy se pueden contemplar.
Nada más entrar, llaman la atención dos cosas: La primera es el pórtico, que está nutrido de símbolos masónicos y rematado por ese aviso sobrecogedor: "Este lugar es horrible".
Y la segunda se hace palpable en cuanto atraviesas el umbral. Se trata de algo asombroso y único en toda la cristiandad: Como ya dije, una representación del demonio Asmodeo, tradicionalmente considerado el guardián de los tesoros. Sí, el guardián de los tesoros. ¿Qué protege?
Curiosa iglesia, sin duda. ¿Qué pensar sino de un templo cristiano custodiado por un diablo y calificado como "horrible"?
Todo lo que hay en el interior de la iglesia es simbólico.
En el suelo de la iglesia está dibujado un tablero de ajedrez de 64 cuadrados orientado hacia los cuatro puntos cardinales.
Justo en la entrada se encuentra la estatua del diablo Asmodeo, sosteniendo la pila de agua bendita y sobre ella existe un grupo escultórico de cuatro ángeles donde puede leerse la frase que Constantino había visto en el cielo: "Con este signo le vencerás", que por supuesto está bajo la señal de la cruz.
Pero la frase real de Constantino era sólo: "Con este signo vencerás". Este añadido -le- al original ha alimentado muchas polémicas.
Un dato significativo es que todas las estatuas en la iglesia miran hacia el suelo.
- En el lado derecho del altar la Virgen está sosteniendo un niño.
- En el izquierdo San José está sosteniendo otro niño.
Los dos niños a ambos lados del altar sugieren la idea de que Jesús tenía otro hermano o que uno es efectivamente Jesús y el otro su hijo y que, según la leyenda del Grial, su descendencia escapó de la masacre de Montsegur.
En la iglesia de Rennes-Le-Château algunas estaciones del Vía Crucis usan elementos e incluso escenas que difieren de las habituales, lo cual se interpreta como nuevas claves del misterio dejadas por Saunière.
Son lápidas muy llamativas, de tamaño desproporcionado con relación a las dimensiones no demasiado grandes del templo, y tal como han señalado algunos autores, difieren de los vía crucis habituales en detalles tales - imposibles de ignorar por un sacerdote - que indican una voluntaria intención críptica. Incluso, todo el Vía crucis está orientado en dirección contraria a la habitual.
Destacamos algunas de las estaciones:
Estación II.
Un joven se arrodilla sobre un casco dorado y recoge un trozo de lanza. Jesús viste una túnica roja. Se observa una escalera orientada hacia el cielo.
Estación VIII.
Un soldado franco aguanta la túnica roja de Jesús, mientras ante él hay una mujer con un velo de viuda y un niño envuelto en una tela escocesa de color azul. Los masones se hacen llamar: "el hijo de la viuda", del mismo modo que existen en la franco-masonería el rito escocés y el grado azul.
Estación XI.
Jesús está siendo clavado a la cruz. Un soldado le despoja de la túnica roja. El fondo es oscuro, como señalando la noche. Pero el evangelio señala que la oscuridad se produjo solo después de la muerte de Cristo.
Estación XIV.
Esta no es precisamente la imagen de Jesús resucitado elevándose sobre el sepulcro. En cambio vemos a unos personajes que al amparo de la noche transportan el cuerpo sangrante de Jesús. -Obsérvese la herida en el lado izquierdo del cuerpo- Esta imagen suele interpretarse como lo que pudo suceder después de un simulado entierro: Algunas personas se llevan el cuerpo aún vivo de Jesús.
Todos estos detalles (grabados, cuadros, leyendas, frescos, pasos... ) conduce casi por deducción lógica a una lectura: Jesús sobrevivió a la cruz y junto a María Magdalena se refugió en esta región de Francia, donde tuvieron descendencia. El linaje surgido de ambos, preservado por sociedades ocultas y secretas, se habría perpetuado hasta hoy. Esto es plausible ya que por aquel entonces la Galia meridional servía a los emperadores romanos como lugar conveniente donde enviar a los desterrados. Entre los indeseables ilustres que en un momento u otro recalaron allí por haber perdido la gracia imperial figuran, tanto Herodes Antipas como Poncio Pilatos. Históricamente es posible que María Magdalena y José, en cuanto fieles seguidores de Jesús, emprendiesen el forzado viaje hacia las Galias. En el siglo I de nuestra era existían rutas permanentes de navegación mercante de lado a lado del Mediterráneo, que facilitaban los viajes al eludir las penosas rutas terrestres. Muchas familias judías se establecieron entonces en la comarca de Rennes-Le-Château, y de acuerdo con una de las teorías, una más de las que integran el enigma de la región, cuando desembarcó María Magdalena lo hizo con un hijo de Jesús, estableciéndose así una dinastía mesiánica. Bajo este punto de vista el Santo Grial dejaría de ser un cáliz que recoge la sangre de Cristo para pasar a ser sinónimo de Sangre Real, que se identificaría con la genealogía de los descendientes de Jesús hasta nuestros días. La mismísima herencia genética del nazareno. Al fin y al cabo, sus propias huellas sanguíneas.
Quizá el conocimiento de esos secretos formó parte del tesoro de los cátaros y templarios, y tal vez, la prueba documental de ello fue lo que halló Bérenger Saunière. Al menos, así lo suponen numerosos investigadores que han reconstruido los pasos del abbate.
Veamos más datos...
Un mural del interior de la iglesia representa parte de aquella zona de Languedoc. Sin embargo, el autor la hizo pasar, jugando al despiste, por Palestina, y más exactamente, por el lugar en donde fue sepultado Jesús. Sin embargo, la tumba no es un sepulcro cavado en la roca como el que según la tradición albergó el cuerpo de Jesús antes de la resurrección. Se trata, en cambio, de un ataúd de piedra…
Dicha tumba es la misma que siglos atrás pintó el artista Nicolas Poussin en una obra titulada Et in arcadia ego. Casualmente, en dicho cuadro se han encontrado numerosas claves herméticas y esotéricas. De hecho, algunos documentos vinculan a Poussin con una sociedad secreta que custodiaría el secreto sobre la descendencia de Jesús, hecho que, dicho sea de paso, ha sido sostenido por algunos investigadores al margen de la trama que entronca con Rennes-Le-Château.
Pero aún hay más...
Muy cerca de la antigua capital visigótica, entre los más intrincados recovecos de un monte próximo, se halla una tumba. ¡La misma que pintó Poussin!
Para los aficionados a seguir pistas con tinte policiacos y conspirativos, hace ya algunos años, unos desconocidos la volaron mediante la colocación de una bomba. Desaparecía así, para siempre, la que para muchos estudiosos e historiadores podría ser el lugar a donde fue a descansar el cuerpo de Jesús de Nazaret después de su muerte.
Se encontraba en el monte Cardou, un monte hacia el que están orientados geográficamente decenas de los muchos castillos cátaros y templarios (ambos colectivos, presuntamente, poseedores de un secreto sobre Jesús) de la zona del Languedoc. Son lo más parecido a una coraza de piedra, una red de vigilancia que controla el monte desde los cuatro puntos cardinales.
Un apunte más sobre el Cardou. Este monte, en realidad un antiguo volcán, es el que visitó Julio Verne -al que también se asocia a corrientes herméticas francesas de finales del siglo XIX- para ambientar su novela Viaje al centro de la Tierra.
Si Saunière descubrió documentos que hacían alusión a lo citado, es probable que la clase alta francesa, entusiasmada como estaba por el esoterismo, hubiera apoyado económicamente al párroco para que siguiera buscando en el entorno geográfico de Rennes evidencias que confirmaran su hallazgo. De ahí vendrían los recursos de los que hizo gala.
Hay otra probabilidad. Como siempre se ha especulado, el tesoro cátaro y el tesoro templario, si es que no son el mismo, de haberlo encontrado, en parte o totalmente, amén de tratarse de una información de extrema gravedad, también podría ser material.
Oro, por qué no...
El investigador británico Ben Hammott
La afición del investigador británico Ben Hammott por Rennes comenzó tras ver un documental en que Henry Lincoln (coautor de El enigma sagrado), relataba los misterios de este lugar. Al poco tiempo decidió emprender su propia investigación y en 1999 realizó su primer viaje a este mágico pueblo. Tras el estudio e inspección de los murales y otros rincones del templo de Saunière, llegó a la conclusión de que algunos puntos indicaban un lugar en concreto de los aledaños. En este lugar encontró una cueva.
Lo que sigue es una descripción breve del mismo Hammott sobre la tumba y cómo descubrió su ubicación:
«La tumba que se muestra en esta página fue descubierta por algunas de las pistas que Saunière incrustó en los adornos de Rennes-Le-Château y su iglesia dedicada a María Magdalena y que he podido descifrar. Por razones obvias, en este momento, no puedo entrar en los detalles de qué métodos utilicé o como llegué a esas pistas.
Las pistas me condujeron a una ubicación en la ladera circundante, y después de una búsqueda exhaustiva de muchas horas, finalmente, junto con mi hermano que me había acompañado en este viaje, encontramos la situación del lugar que estábamos buscando.
El sitio estaba bastante oculto y no lo encontramos hasta dar un segundo vistazo en el mismo lugar. Creo también que el Sol estaba en un ángulo ideal para destacar la apertura, haciéndola más visible de lo que normalmente sería. Nos embargo una gran emoción ante la sensación de haber descubierto aquel lugar que tanto habíamos buscado, ante la posibilidad de que a pocos metros de nosotros se encontraba una tumba o tesoro realmente importante. Al encender nuestras linternas en la oscuridad me sentí un poco decepcionado al ver un conjunto de huellas en la tierra suave que cubre el suelo de la cueva. No parecían frescas sin embargo, pensé en el momento que quizás eran de Saunière. Después de aventurarnos más en el interior, encontré un pasillo que se adentraba unos veinte metros, otro pasaje pequeño y angosto se abría en un lateral y se curvaba al final impidiéndonos continuar por allí.
Volvimos a la apertura principal, y comenzamos una búsqueda exhaustiva, buscando cualquier signo o marca, tallados en las paredes rocosas como señal de que Saunière había estado allí antes. Todos sabemos cómo le gustaba dejar su marca, pero no hubo nada; ni una sola marca en ningún lugar.
El punto más alto la cueva dejaba sitio suficiente para levantarse y fue aquí que encontré que no estábamos solos – un par de murciélagos había hecho de éste lugar su hogar. La gran parte del techo de la cueva era mucho más baja, y con pendientes y grandes protrusiones en muchos lugares. Esto significó que tuvimos que rastrear de manos y rodillas durante gran parte del tiempo y, a veces incluso arrastrarnos bajo las zonas más angostas para llegar a otras cavidades más grandes. Un par de horas y unos cuantos agujeros excavados más tarde, todavía no habíamos encontrado ningún tesoro ni nada de interés. Era hora de regresar y prestar un poco más de atención a la primera apertura que habíamos encontrado.
Arrastrándonos de nuevo lentamente, la luz de nuestras linternas iluminaron los techos que estaban plagados de arañas, algunas de ellas de un tamaño considerable. Esto me hizo acelerar bastante mi marcha porque odio las arañas. Cuando llegamos de nuevo a la primera apertura, la que se curvaba al final, como era demasiado estrecha para nuestros tamaños, tuve que pensar algo para poder llegar allí con la cámara. Pensé que si querían ocultar algún tesoro en esa cueva, ese lugar sería bueno por estar oculto a la vista. Busqué una rama larga que terminaba en forma de gancho, con la intención de enganchar en ella la cámara de video y poder llegar hasta la curva de la apertura. Si allí había algo, la película de la cámara lo revelaría sin correr más riesgos de lo necesario y sin tener que volver a enfrentarme a otro nido de arañas aterradoras.
Mientras preparaba la rama para la operación, la cámara que estaba preparada y conectada para grabar a mis pies, de repente, desapareció.
Mirando sorprendido a mi alrededor me di cuenta de que había caído por un agujero. El hueco, sólo ligeramente mayor que la cámara, pasaba totalmente inadvertido. El hueco era largo y estrecho, mirando con la linterna veía la parte posterior de mi cámara pero estaba demasiado hondo para llegar a ella con mi brazo y era demasiado estrecho para mi cabeza. No todo se perdió, porque si la veía, sabía que podría recuperarla.
Con la ayuda de una pequeña cuerda y el palo ganchudo conseguí al final recuperarla y comprobé que todavía funcionaba. Ya se hacía tarde, y pensando que por aquel día ya habíamos explorado lo suficiente y también, imaginando por las huellas de pisadas que aquel lugar ya habría sido explorado por otras personas, con lo cual, de haber algo oculto, ya lo habrían encontrado, tapamos el agujero con una piedra para salvaguarda de los animales (idea de mi hermano) y regresamos dejando en paz a murciélagos y arañas.
Mi hermano y yo habíamos ido a Rennes en mi vieja caravana, allí regresamos y tras comer y descansar, algo sonó en los bajos y se averió misteriosamente. La caravana no podía repararse en Francia con lo que tenía que volver remolcada a Inglaterra. Esto significaba que teníamos que contratar un automóvil y permanecer en hoteles en el viaje de vuelta. Fue en uno de estos hoteles cuando decidí ver las secuencias que habíamos grabado ese día. Conecté la cámara a la televisión de mi habitación y cuando llegó a la parte donde la cámara cayó el agujero, vi las imágenes que se habían registrado; una tumba, un cuerpo completo envuelto en un sudario, algo que brillaba en la luz – pensé que tenía que ser oro – pero el objeto que más me extrañó de todo fue una gran Cruz de madera inclinada contra la pared. No se puede imaginar mi emoción al ver la tumba, había sido en el lugar adecuado después de todo, al final realmente las pistas dejadas en la iglesia por Saunière eran correctas y aunque la suerte había desempeñado un papel importante, siguiendo las pistas, había encontrado una tumba oculta en el paisaje de los alrededores de Rennes-Le-Château».
Un año después, y con medios más sofisticados. El investigador pudo grabar con más detalle y calidad el cuerpo con el sudario con una cruz Templaria, un saco con una estrella de David, cofres y cajas con monedas y cálices, pergaminos y la gran cruz de madera.
Según Hammott, la cueva es una cavidad natural con posteriores excavaciones artificiales donde los caballeros del Temple podrían haber escondido sus preciados tesoros de forma un tanto apresurada poco antes de su arresto y “¿disolución?” en el año 1307. El secreto de este enclave quedaría en manos de una familia local, pasando de generación en generación hasta que llegó a manos de Saunière, a través del pergamino del abad Bigou.
De acuerdo con el investigador Nicolas Haywood, familias nobles como los De Blanchefor, los Aniorts, los De Nègre y los D´Hautpoul vigilaron el lugar hasta que la responsabilidad recayó sobre los sacerdotes. De ahí el estrecho vínculo que unió a Bigou, Saunière, Boudet y Gelis.
El derrumbamiento en la cueva se presume poco después de la muerte de Saunière e incluso se especula que su muerte se debió a que el abad hurtó algún objeto de ella. ¿Fue el derrumbamiento provocado a propósito para que no se volviesen a repetir los robos?
Algunos objetos parecen ser de finales del XIX; unas copas y un libro. “Es probable que en el pasado, cuando la entrada estaba abierta, la tumba recibiera la visita de personas que conocían su existencia y que utilizaran esas copas para realizar algún tipo de ceremonia. Parecen cálices religiosos procedentes de alguna iglesia. Sobre el libro, la portada está muy deteriorada y todavía no hay muchos datos al respecto, -apunta Hammott”. Sobre el sudario con la cruz templaria, se cree que no debe de ser muy antiguo, a lo sumo un siglo, y que fue llevado allí para sustituir a otro más arcaico.
Con un invento casero, Hammott logró extraer unos cabellos del cadáver que fueron posteriormente analizados en los laboratorios de la Universidad de Lakehead (Canadá). El ADN, aunque bastante deteriorado, arrojó el resultado de que es raro y originario del Oriente Próximo, pese a que no se pudo concluir con este estudio el sexo del cadáver, un primer estudio antropológico ha asegurado que se trata de una mujer.
Sorprendentes descubrimientos
Pese a lo sorprendente y enigmático del descubrimiento de la tumba, no se queda aquí la cosa. Hammott descubrió otros indicios en la iglesia de Rennes-Le-Château que le condujeron a un escondrijo en el que halló cuatro botellas verdes cerradas con sellos pertenecientes a los siglos XIX o XX. En su interior encontró enigmáticos documentos escritos por el propio Saunière, tal y como confirmaron posteriores análisis caligráficos.
En las cartas Saunière revela la perturbadora confesión de ser el responsable de la muerte del abad Antoine Gelis, párroco del pueblo vecino de Coustassa. (¿Quizás Gelis se enteró de lo que se guardaba en Rennes y Saunière se lo quitó de en medio? Otro enigma más para acrecentar más, si cabe, todo el misterio que envuelve a este lugar).
En los documentos de las botellas, Saunière también hablaba de la existencia de una cueva, llamada Gruta de la Magdalena, donde podría estar guardado un baúl con los pergaminos del abad Bigou, la copa de Jesús y María y el recipiente de la unción.
Sillón del demonio
Posición que tendría el demonio Asmodeo, sentado en la roca
“Las botellas con los documentos fueron encontradas después de la tumba, cuando las pesquisas arrojaron nuevas pistas que incluían el Sillón del Diablo, a la izquierda del Fleury Tableau de la iglesia de Saunière. Los documentos mencionan una tumba que parece no ser la que se conoce. Resultó fácil encontrar la primera botella. Estaba en un lugar obvio, tanto que era fácil ignorarlo, en el Sillón del Diablo en Rennes-les-Bains. La estatua del demonio Asmodeo que está en la iglesia de Saunière presenta cuatro ángulos elevados que condujeron a la clave. Se conectó con el signo que se forma al unir los cuatro dedos índices de los ángeles situados encima del Diablo con la rodilla de éste. El resultado es un cuatro invertido. También poniendo los índices de los ángeles uno tras otro se formaban dos emes, tal vez las iniciales de María Magdalena. Pero, de ser así, ¿hacía que dirección debemos dirigirnos? La mano izquierda del ángel que está mirando a lo lejos era un indicio, pero también podían serlo el ángulo del pedestal y las líneas del suelo ajedrezado. Posteriormente se localizó un lugar donde poder excavar, encontrándose una piedra con una inscripción en la que figuraba el número 14 y las iniciales B. S.
La línea diagonal del cuatro termina en una flecha que indica una pequeña caverna, un pasadizo donde se encontró la primera botella con el primer mensaje.
La abrimos durante un congreso sobre Rennes que se realizó en Glastonbury (Reino Unido), en presencia de testigos. El documento era un simple trozo de papel, amarilleado por el paso del tiempo, de 19×12 cm. Por las dos caras había información escrita con tinta roja. Recientemente se ha datado el papel y la tinta y son anteriores a 1919”
Mensajes embotellados
El contenido de las botellas ha dado un giro al enigma. “El primer mensaje tenía poquísimas palabras y algunos dibujos. Un primer grupo de términos franceses y latinos mezclados; •Jerusalén•, •Estoy aquí•, •Sanctus•, •Corpus•, •Tumba•…
Este mensaje simplemente alude a las cosas que había que encontrar una vez fueran descifrados los indicios.
Y comenta también que la alusión a la tumba le hizo pensar “en el principio de su diario, fechado el 21 de septiembre de 1891:`cartas desde Granes, descubrimiento de una tumba…
¿Que tumba había descubierto Saunière?
Si las botellas de vino contenían pistas, la otra de menor tamaño contenía una llave, una llave antigua que abría un baúl con el que dieron después. “Encontraron la botellita en un lugar entre la Roca Negra y el Château de Blanchefort. Había dificultad para seguir las pistas de Saunière y no se sabía cómo interpretar las palabras `Cista´y `Clavis´. Antes de abrir la botella se comprobó que en su interior había algo de peso que tintineaba contra el vidrio. Se tenía la esperanza de que pudiera tratarse de una llave, y así fue”.
Hammott, llave en mano, llegó hasta la gruta oscura que indicaban los mensajes. “La cavidad en la que encontró el pequeño baúl fue revelada en la última parte del mensaje.
Se encuentra tras el valle Couleurs y forma un ángulo de 22º con la escalinata de la torreta de la Torre Magdala, que tiene 22 escalones y dos ventanas desde las cuales se divisa el lugar”.
En la cavidad hallaron también una copa de porcelana, un cuenco para unciones o unquentarioum, una treintena de monedas antiguas y una jarra de cristal con un pergamino enrollado.
Dataciones del baúl por especialistas han determinado que es del siglo XIII, en la superficie está representada una araña, símbolo de la familia D´Hautpoul, señores de Rennes descendientes de una estirpe de templarios. El pergamino de la jarra de cristal, tras examinarse con Carbono 14, parece datar de la mitad del siglo XV. Incluso la misma jarra es posiblemente el elemento más antiguo, pues se trata de un pequeño recipiente para ungüentos de un tipo de vidrio romano que imitaba el alabastro, datado entre los siglos I y II.
Esta jarra parece ser que anteriormente estuvo oculta en el capitel del viejo balaustre de la iglesia. Allí la encontró Antoine Captier, organista de la iglesia en la época de Saunière. Captier le entregó el hallazgo al abad, y éste se lo confiscó, siendo la última vez que Captier viera la vasija. Se intuye que la vasija y el pergamino fueron puestos allí por el anterior párroco, Jean Bigou y que en el pergamino se indicaba la localización de alguna especie de secreto o tesoro, pues Saunière, tras apoderarse de esa información comenzó una serie de excavaciones clandestinas en el cementerio de la parroquia y, a partir de ese momento, acabaron sus penurias económicas.
El cofre
El baúl fue encontrado gracias a todos los indicios que Saunière dejó ocultos, lo cual no indica que fuera el mismo quien lo llevara hasta allí, pero sí que conocía su existencia.
El contenedor está lleno de trozos de papeles de libros usados por los encuadernadores. Saunière contrató un encuadernador para que se ocupara de los libros de su biblioteca, así que no es descabellado pensar que él y Marie Denarnaud utilizaron papeles sobrantes para rellenar el baúl.
Todos los elementos han sido estudiados por expertos. La copa es de una terracota de uso común entre el siglo I a.C. hasta el siglo I d.C. La jarra pertenece al primer siglo jerosalamita y se presume que en su día contuvo ungüentos o preciados perfumes. Las 30 monedas abarcan un período comprendido entre el año 100 a.C. y el siglo XII. Algunas eran de curso legal en Jerusalén en tiempos de Jesús y María Magdalena. Incluso una de ellas presenta una imagen de Cristo.
Mucho se ha hablado sobre Rennes-Le-Château, pero de confirmarse toda esta investigación sería sin duda el descubrimiento más importante y revolucionario sobre la estirpe Merovingia y el secreto templario.
No es muy normal que un lugar tan pequeño e insignificante como Rennes sea el epicentro de tantos enigmas históricos. Y cuando el río suena…
Fuera como fuese, entre el descubrimiento de aquellos pergaminos y su muerte, acontecida en 1917, el párroco gastó nada menos que 23 millones de francos de la época. Una cantidad que, sin duda, no estaba a su alcance.
Se llevó el misterio a la tumba...
Días antes de sufrir una apoplejía envía a su gobernanta a encargarle un ataúd y una lápida fechada 17 de enero, día de San Sulpicio que se relaciona con el seminario de Saint Sulpice, y también es la fecha grabada en la lápida diseñada por el abad Bigou, ¿acaso sus secretos estaban más allá del entendimiento? Puede ser por que ni el sacerdote encargado de darle los santos óleos pudo soportarlo y huyó de su habitación preso del pánico sin aceptar darle el sacramento y dicen que jamás pudo volver a sonreír.
Finalmente muere el 22 de enero sin confesar, y la capilla ardiente se monta en la Torre Magdala, por donde empiezan a desfilar personas sin identificar que van arrancando una a una las borlas de la sotana del párroco, en un rito sin precedentes.
A su muerte la única persona que podría haber revelado la verdad con toda certeza seria su gobernanta, pero ella al igual que su amo murió de un apoplejía en 1953 llevando su secreto a la tumba.
Su bonita lápida representa en altorrelieve su rostro, y mira, de frente, al monte Cardou y de reojo, controla la de Marie Derdanaud, sepultada a escasos centímetros. Ella fue su ama de llaves, su confidente, su amante (ya dije que era un cura de votos despistados) y su testaferro, pese a que en su testamento Saunière se declaró en quiebra.
Tras la muerte del sacerdote, esta enigmática mujer quemó fajos y fajos de billetes. No sabemos por qué. No lo contó nunca y su silencio se extendió hasta el día en que abandonó este reino para descansar –como digo– en ese mismo cementerio de Rennes-Le-Château junto al hombre (quizá sólo ella conoció todas las piezas del puzle) que probablemente pudo encontrar el "Santo Grial".
Web oficial (en inglés) de Benhammontt: benhammott Donde podéis encontrar más información e imágenes.